“La historia como decía Cervantes es la madre de la verdad, que siempre asoma. Pero no asoma porque sí, sino porque los pueblos tienen memoria (…) Hoy podemos decir que hace 50 años se llevó adelante la mayor traición al artiguismo que se haya podido realizar, cuando Artigas decía ‘el despotismo militar será precisamente aniquilado’ o cuando decía ‘que la libertad y la república eran elementos fundamentales'».

Yamandú Orsi lo dijo hace pocos días en una nueva celebración del natalicio de José Gervasio Artigas. Además de profesor de historia, a sus 56 años cumple su segundo mandato como intendente de Canelones, el segundo distrito del país tras la capital. De cara las elecciones del 2024, es precandidato a la presidencia por la República por varios sectores del Frente Amplio, marcha primero en las encuestas internas y, probablemente, es el más cercano al Pepe Mujica.

Hace medio siglo, en ocasión del golpe, era un niño, pero su formación y su actualidad valorizan su visión del pasado y del presente uruguayo.

–Se cumplen 50 años del golpe del 73. Es un tema que nunca se terminó de cerrar: 50 años después de la revolución de 1904 cuando los blancos se levantaron en armas contra el gobierno, el tema estaba laudado; en cambio, 50 años después del golpe, las heridas no terminan de cicatrizar. ¿Por qué ocurre? El nivel de obscenidad y criminalidad que tuvo ese régimen fue inédito. No se vio cosa igual, con una cara genocida parecida a la de Europa de fines de la década del ’30.

–¿Cómo fue crecer en dictadura? ¿Cómo se la vive hoy, medio siglo después?

–Yo me crié en ese silencio. En esa pieza oscura. Mucha gente lo padeció muchísimo. Hoy el análisis se centra en la verdad, en qué pasó con los desaparecidos. Por mucho tiempo se cayó en el simplismo de la teoría de los Dos Demonios para zafar de las culpas. Los partidos simplifican el discurso y miran al pasado sólo con acusaciones. No hay rigor historiográfico sobre las razones profundas. Yo soy docente de historia y tengo una visión profesional: me cuesta encontrar alusiones al informe Rockefeller, a las empresas norteamericanas que participaron en el golpe de acá y de Chile; el episodio del Paraninfo (de la Universidad de la República) donde intentaron matar al Che, en 1961, 12 años antes del golpe. Y tantos otros episodios de nuestra historia. Pero la derecha simplifica el discurso. Incluso hubo un plebiscito en 1989 donde la ciudadanía apoyó la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Ahora es diferente: es un tema necesario mientras no aparezca la verdad. La consigna es Verdad, Memoria y Justicia. El primer presidente que admitió que pasaron cosas y se sentó con familiares fue Jorge Batlle (Partido Colorado). Luego, ya en el gobierno del Frente Amplio empezaron los juzgamientos. Pero la verdad siempre cuesta. Todos los 20 de mayo se hacen marchas gigantescas, las Marchas del Silencio. Después de tanto tiempo se instaló que los hechos ocurrieron, que hubo crímenes y que hay derecho a la verdad.

–Debe ser muy diferente la postura del actual gobierno respecto de los del Frente Amplio.

–Este gobierno es criticable por muchísimos flancos pero la investigación y la búsqueda no se detuvo. A pesar de que aparece un partido nuevo, Cabildo Abierto, con una presencia militar bastante fuerte y picó el debate sobre el pasado, sobre verdades que rompen los ojos.

–El discurso de la derecha de la región negando el Plan Cóndor.

–El Plan Cóndor, además de una coordinación política de las fuerzas represivas, fue una asociación para delinquir, de carácter internacional. Delincuentes no muy distintos a las bandas que aparecen por ahí. Fue represivo y con un fin político, pero se robaron todo y salieron forrados hasta las orejas. El vínculo con Argentina fue de saqueo y muerte. Aprovecharon el aparato del estado. Lo que hicieron con la deuda… Crearon un monstruo que ni ellos mismos pudieron dominar. 

–¿Esas políticas neoliberales son muy diferentes a las actuales?

–Hace 50 años, vinieron con un planteo muy liberal, pero sin embargo, por ese sentido nacionalista que tenían los militares, oscilaron en un planteo pendular de intervencionismo estatal. No se pudo instalar el liberalismo en su plenitud como sí en Chile. Acá hasta la propia casta militar, a pesar de su visión fascista, estaba teñida de esa contradicción. No fue fácil, por ejemplo, tocar las empresas públicas.  «