En el centro del escenario de la Sala Osvaldo Pugliese del CCC (Av. Corrientes 1543), se yergue la fachada de una casona de dos pisos, un sábado a la hora del té. Con ventanitas que portan flores, la casa del genial músico Beethoven, en Bonn, Alemania, y muy cerca del Rin, está por activar una hermosa sinfonía visual para niños, niñas y grandes en plena Calle Corrientes. La obra lleva el nombre del pianista magistral nacido en la ciudad de los castillos romanos. El pequeño Ludwic espía el piano por acariciar: las teclas blanquinegras lo esperan, en el primer tiempo de las sonatas.

Arrancan los grillos antes de que aparezcan los pequeños títeres (Gabriela Marges, directora, dramaturga y titiritera), las luces iluminan a Madame Fifí (Marcela De Grande, narradora y actriz), una especialista en las artes musicales quien es la encargada de narrar la historia del músico, sus obras, sus influencias y el paso del tiempo en el espacio de una hermosa casa retablo a la medieval (Pasha Kyslychko, realizador), la que también se verá modificada con el paso de las estaciones del año, de otoño a verano con animación -mapping- digital (Esteban Fernández) desplegado-proyectado sobre la superficie de la casa.

La obra despierta fascinación a chicos y grandes, incluye la estética de sombras con la pregnancia que implica a la mirada acorazonada, cuyo crédito va dirigido a la Compañía Babel Teatro, que apuesta a acercar óperas o cuentos sinfónicos (Como «Pedro y el lobo»), con materiales no «esperables» de títeres hacia los niños. El grupo viene trabajando el género de música clásica desde hace muchos años, por no decir dos décadas de trayectoria, y cada obra que elaboran, según cuenta a Tiempo Gabriela Marges lleva «al menos un año de investigación». La dramaturga abrió junto a su compañía el sentido de brindar una biografía magistral de la vida de un artista descomunal destacable por muchos motivos, en el mundo del arte. Una vida con adversidades, un hombre al que apelaban «La Bestia», un niño con presiones familiares de niñez prodigiosa. Pese a todo, Ludwig logró sortearlo y alcanzar el estatuto de artista reconocido en vida, amante de la naturaleza. Como creador de obra, y pese a la sordera y la angustia profunda, eligió la vida.


Beethoven (los sábados de junio, a las 17 hs) presenta con humor confirmado por las risas de público continuas, este universo de maravilla. Y el plus: un tercer tiempo donde los niños y las niñas pueden tomar su imagen con el Beethoven de quince centímetros y pispear el retablillo con las miniaturas que, en escena, se amplifican en sonido y sentido visual. 

Marges al cerrar la charla con este diario regala su historia espejo cuando era pequeña: «Cuando era chica yo veía la Pantera Rosa, y allí usaban la quinta de Beethoven. Mi abuela nos compró el disco. Acá los chicos se van tarareando la coral, la última. Sobre los clásicos, hay un consumo que te aleja y no te lo ‘permite’, pero los chicos no tienen ningún prejuicio».

-La casa de Beethoven es un mundo mágico en sí mismo. Pasha Kyslychko, su realizador, contó que es medieval.

-En este caso usamos una técnica nueva para nosotros. Es un retablillo donde se cuentan cantos sacramentales que se usan en Europa del Este para contar actos religiosos, la navidad. Pasha (Kyslychko) propuso trabajar esta técnica. Mi idea era contarlo desde una de las casas de Beethoven, y desde el interior de los espacios, los momentos de su vida.

-Se puede ver ese juego en el espacio articulado con el tiempo, en el paso de las estaciones del año.

-Beethoven estaba muy vinculado con la naturaleza, salía a caminar por el bosque y escribía. Está contemplada la tormenta, el sonido de los insectos, y queríamos contar esos tiempos. Como Bethoveen sufrió el tema de la sordera desde muy joven y casi toda su obra la escribió estando muy sordo, era un tema difícil porque fue angustiante. En la resolución, al ir escuchando su música, resolvió por la vida: escribió y su música todavía está en el aire, podría haber sido una persona amargada. Eso es muy interesante, lo que genera con los chicos. Es empático, a pesar de que no busca serlo.


-El sentido del humor influye en eso.

-El humor nos permite poder contar estas cosas. Buscamos que sea un lenguaje de comunicaciones, otras posibilidades. Este año cumplimos quince años con La Flauta mágica, con títeres de mesa. Este teatro es de cámara y lleva otra propuesta.Genera otra fascinación, al no ver el titiritero para nada, no pueden creer que sea una sola persona. Yo lo veo en las miradas o en las preguntas posteriores, porque ellos imaginan y completan que el Beethoven de quince centímetros toca el violín (risas).

-Es magnífico cómo se dimensiona el impacto en el espacio de la sala al ser tan pequeño. ¿Y por qué Beethoven?

-Parece que tuviera vida y que se anima. A veces nos arrepentimos de contarles cómo está hecho porque siempre mostramos el hecho de cómo llegamos a la realización. Beethoven me interesó desde el libro porque era un niño mas y que tenía mucha presión por los adultos de alcanzar la excelencia, pero que tuvo sus logros haciendo otro camino porque en ese momento estaba el tema de los niños prodigios. Pienso que alguien con una obra que te cambia la respiración, debe haber tenido momentos muy felices en la infancia. Él fue reconocido en vida, al contrario de Mozart.

«Beethoven», por la Compañía Babel Teatro, se presenta los sábados a las 17 en el Centro Cultural de la Cooperación, Sala Osvaldo Pugliese, Av. Corrientes 1543. Se recomienda ir con tiempo por entradas que se agotan y capacidad de sala. «Beethoven» es un trabajo destacado por el premio Teatro del Mundo 2017.