Atrás quedaron la épica y la euforia. El gobierno nacional ahora se mueve con cautela y bajo perfil. La guerra desatada a nivel mundial por las vacunas, que repercutió en la demanda hacia los laboratorios y países con los que Argentina tiene contratos de provisión, dio cuenta del acierto de la anticipación ante la avalancha de países más poderosos. Por lo pronto, el acuerdo que garantizaba la entrega de la vacuna Sputnik V para finales de marzo por un total de 20 millones ahora pasó a 30 millones. Esto tranquilizó a los funcionarios del área de Salud de la administración Fernández.

Por otra parte, sin poner fechas tan precisas, en el gobierno estiman que “para marzo” habrá 9 millones de dosis en el país. Es, como se ve, una perspectiva que deja plazos.  

“Argentina se preparó desde el inicio para asegurar vacunas seguras, eficaces y a tiempo. Por eso encaró acuerdos con empresas farmacéuticas y países desde el inicio”, relató la asesora presidencial Cecilia Nicolini, encargada, junto con la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, de supervisar el operativo de provisión de la vacuna Sputnik V.

Ante este contexto, desde el gobierno nacional aclararon que se encuentran en constante diálogo con el instituto Gamaleya y aseguran que desde Rusia comunicaron con anticipación la demora en la entrega de los lotes que llegaron el jueves al país en el avión de Aerolíneas Argentinas. Fuentes encargadas de monitorear el proceso aseguraron a Tiempo que en esa comunicación se va dando un informe de manera permanente sobre los avances en la producción. El cronograma se va modificando en función de la demanda que tiene el instituto.

Según evalúan fuentes de presidencia, fue la respuesta de eficacia superior al 90% que tuvo la vacuna lo que llevó a otros Estados a comenzar a establecer acuerdos con la Federación Rusa. En respuesta, el país euroasiático multiplicó sus plantas de producción dentro y fuera de sus fronteras para garantizar el abastecimiento. Si bien Rusia aseguró a Argentina que escaló su producción, los más de cien años de historia del Instituto Gamaleya sedimentaron sus estrictas tradiciones de control de calidad de estos productos biológicos.

Apenas se pudo, el año pasado Argentina se lanzó a hacer acuerdos con laboratorios y Estados, sin miramientos ideológicos ni geopolíticos. En diciembre el laboratorio Pfizer trabó la provisión con pedidos de último momento. Fue el propio Ginés González García quien contó que la megaempresa farmacéutica pidió la sanción de una segunda ley para cumplir el contrato, requisito de último momento que apareció luego de que la negociación ya estuviera cerrada. Pero Gamaleya no es una farmacéutica. Es un instituto y su lógica no coincide del todo con la del mercado.

Argentina forma parte del acuerdo de producción, junto con México, de la vacuna de Oxford, la de AztraZeneca, compañía a la que la Unión Europea reclamó celeridad esta semana a través de una medida judicial. En ese contexto mundial, los países de renta media o baja se ven obligados a apelar al multilateralismo para no correr con tanta desventaja. En el gobierno evalúan que solo son algunos sectores de Francia, Alemania o España los que están pidiendo cerrarse. Descartan que prime el nacionalismo por sobre el multilateralismo y la cooperación. Asimismo, dan cuenta de que Rusia no tiene un criterio de priorización interna. “Vacuna a su población y ayuda a otros países”, destacan.

Otra de las consecuencias geopolíticas de la temprana avanzada Argentina es que ahora es tomada como referencia en la región. El presidente boliviano, Luis Arce, hizo público su agradecimiento y esta semana Alberto Fernández instó a su par chileno, Sebastián Piñera, a trabajar juntos en la gestión de la pandemia. De hecho, fue el propio Fernández quien durante los foros internacionales del G20 y de Davos ofreció la ayuda argentina a otros países y volvió a bregar por un acceso público y universal de las vacunas. “Al haber viajado a Rusia, fuimos los precursores en esta alianza estratégica, andamos un camino y podemos compartir información y prácticas”, explicaron a Tiempo.

Por lo pronto, después de los vaivenes que hubo esta semana, prefieren comunicar con hechos. Ante la ansiedad de la población por saber cuándo se podrán estar vacunando, señalan que la producción tiene contingencias. Y más en este contexto internacional. “No somos una isla”, señalan.