Este es un momento de cambios en la televisión abierta. Hay todo un público migrando de un lado para otro y se empiezan a romper las barreras entre el cable y el aire. Además es cada vez más débil la barrera entre los canales de noticias y el resto. Todo tiene que ver con los cambios en la forma de circulación de la información política, donde las audiencias se polarizan. Y no sólo en Argentina, sino en el mundo. 

El público tiende a consumir el tipo de información que, a priori, entiende más afín. Es decir que se estamos en una cultura de redes sociales, donde uno tiene la falsa idea de creer que se tienen más fuentes de información pero en realidad se está alimentando de información de los que piensan como uno. Para que esto no pase hay que hacer un esfuerzo deliberado. Es un tiempo de transición, de contrastes fuertes y de perfiles predefinidos. Hoy la televisión tiene una fórmula: el panelismo. Hay algo que no es debate político. Se toma de insumo la política como lo hacía el periodismo de espectáculos a sus asuntos. Se busca mucho la pelea. O la polémica en sí misma, más que una reflexión al respecto del tema a tratar. Es raro que haya programas a la tarde, pero tiene que ver con el fenómeno Intratables y su manera de plantear los temas. Allí se da una discusión muy televisiva, caótica y desordenada. Pero, a su vez, me parece de lo más atractivo. Creo que es uno de los programas con más lugar para la sorpresa, pero su falencia es que los temas pasan muy rápido. Temas complejos abordados desde perspectivas muy distintas. O con personajes de muy diversos conocimientos. Pero tiene vértigo, y no se sabe qué es lo que va salir de ahí. Es el programa que borra la frontera entre espectáculo y política, sin dudas. 

Si uno piensa en los informativos, siempre las señales manejaban los temas sin estar pendientes del minuto a minuto, haciendo la tarea de informar como un servicio público. Esto hacía que la información tuviera mucho más cuerpo en lo relevante. Hoy la lógica televisiva permite, por ejemplo, chivos en el medio, publicidades luego de haber “debatido” una idea y eso trae problemas éticos, así como los trae la obsesión por el rating u operaciones donde, deliberadamente, se nota que hay una plata detrás. Así se pierden los espacios con cierta ecuanimidad, más ponderados, y de debate. Esto es porque no tienen tanta audiencia, lo que es una pelea mucho más cuesta arriba. No son rentables. 

El mismo programa de Lanata no es un programa convencional y es el más visto. La política es importante pero hay un avance de otros contenidos, como los policiales o los escándalos de la farándula que, aunque sean menos relevantes para la vida pública, tienen más gancho para atrapar audiencias. Hay que seguir bregando para que haya más lugar en todos los canales para el debate de ideas de manera realmente plural.