Por un lado, Madrid. El 4 de mayo es una fecha demasiado próxima: ese día se realizarán elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid. Esta semana se supo de la candidatura de Pablo Iglesias, que no solo supone su renuncia al gobierno nacional –como vicepresidente y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030– y a su banca de diputado. Será candidato de Unidas Podemos como secretario general de la agrupación.

¿Solo por su agrupación? Su objetivo es movilizar todo el voto madrileño a través de una coalición con el PSOE. No le será sencillo. El catedrático Ángel Gabilondo es el afianzado candidato socialista y, si se recuerdan las dificultades extremas que enfrentó la actual coalición de gobierno entre Podemos y el PSOE de Pedro Sánchez, no se augura que sea sencillo repetir la experiencia en el distrito clave de Madrid. 

Y el anuncio de Iglesias detonó la paz conseguida tras aquel pacto. «Cada uno debe saber en política dónde está su posición más útil», fue la frase del líder de Podemos: los medios opositores la convirtieron en nafta y la arrojaron a esos fuegos. Otro concepto que se le adjudica es que «Sánchez hubiera preferido pactar y tener en el gobierno a Ciudadanos» pero que, «por necesidad» debió conformarse con Unidas Podemos. Y encima, la médica anestesióloga Mónica García Gómez ya estaba lanzada como candidata natural de Más Madrid, aliado de Podemos que pesa fuerte en la región.

En el medio, su ministerio llevaba adelante una puja por temas como la futura Ley de Vivienda y las negociaciones con la patronal CEOE para reformular la reforma laboral del gobierno de derecha de Mariano Rajoy. Ambos lances quedaron complicados tras el anuncio. Y, como si fuera poco, las primeras encuestas apuntan a una mayoría del PP, pero siempre y cuando logre el apoyo conflictivo y menguante de Vox.

Ciudadanos es una de las Cenicientas de la política española. Se advierte en Madrid y también en Murcia: Isabel Franco pactó con el gobierno de la comunidad murciana, 72 horas después de firmar una moción de censura contra el presidente regional Fernando López Miras (PP). Durante ese lapso los dirigentes del PSOE se restregaban las manos pensando en asumir el gobierno, aun sin el apoyo de Podemos. Pero hubo una “lucha de panteras”, como se la denominó en España: la ingeniera Ana Martínez Vidal, cercana a Ciudadanos, pero también a los socialistas , acusó a su compañera de “transfugarse por unos millones de billetes». En el revoltijo, se benefició Vox, que regresó a negociar con la alianza gobernante luego de que Santiago Abascal, su principal dirigente condujera un acto con 25 personas en el que le dijeron todo menos lindo al PP murciano.

Cuando las noticias murcianas llegaron a Madrid, la actual presidenta de la Comunidad, Isabel Natividad Díaz Ayuso, tuvo justificación esencial para el adelanto electoral que tanto anhelaba. Es periodista y conduce la región por el PP desde agosto de 2019. Pero desde el propio PP iban a cerrar un paquete de medidas que habrían derivado 250 millones en ayudas y concesiones ideológicas a Vox, pergeñado en complicidad con Cambiemos. Esos tres partidos fueron los que ungieron a Ayuso. Pero la crisis de su gobierno pudo más. Aunque un delegado de Vox puso en blanco sobre negro el fin del frustrado acuerdo: “Recortar gasto político y acabar con chiringuitos”.

Ayuso acusó a Vox que crearle causas a ella y a su padre. Tras confirmar que será candidata el 4 de mayo, dijo: «Quiero gobernar con mayoría absoluta”, lo que deja afuera no solo a Vox sino a Ciudadanos. Y muy suelta de cuerpo, pronunció la frase: «Cuando te llaman fascista, sabes que lo estás haciendo bien. Estás en el lado correcto de la historia». «