María Muschietti es periodista y guionista. Le dicen Pecky. Es argentina, pero durante esta charla está en Salamanca, España. “Mi ciudad”, dice sobre el lugar al que llegó a fines de la década del noventa, con veinte años, para acompañar a su marido, Walter Silvani, futbolista. Ese es el centro del asunto. Porque dijimos que Pecky es periodista, pero otros, en otras épocas, lejos de estos tiempos de empoderamiento femenino, de revolución feminista, podrían nombrarla sólo como la mujer de Cuqui Silvani. Ese lugar, su vida como la esposa del jugador, es ahora un motivo para contar historias. Lo hizo en radio, en el programa Jogo Bonito, pero también en su cuenta de Instagram (peckymuschietti) y en peckymuschietti.com, junto a UNTREF Media donde escribe: “En el Blog de las Esposas del Fútbol intentaré redescubrir a todas las mujeres que habitan en mí y en mis compañeras de viaje, porque no siempre fuimos wags, botineras, novias o ‘mujeres de futbolistas’. Antes de convertirme en María Silvani, fui Pecky y Mariné, para volver a ser Pecky Muschietti. Pero también pasé por etapas en las que no sabía quien realmente era”.

-¿Por qué empezaste a hacerlo?

-Me pasaba que en cualquier charla que tuviera con gente que no fuera del palo se quedaba sorprendida de la vida que llevábamos. Me casé con 20 años y a los 15 días, con una cesárea a cuestas, me fui a vivir a un pueblo perdido de la España más profunda. Me dí cuenta que esas historias que uno cuenta en una sobremesa se pueden contar en la tele, en una radio. Yo soy periodista, estudié guión y estaba escribiendo guiones de otra índole. Y de repente me di cuenta que había que hacer esto, que arrancó con un formato de cine documental. Hay muchas chicas que tenemos una falta de identidad en este recorrido, porque en un momento de nuestras vidas nos sentimos desdibujadas detrás de ese ídolo. A mi me ha pasado que fans de mi marido en México me agradecían a mi por un gol de mi marido. Yo estuve, apoyé, armé la estructura de la familia, pero no hice el gol. Entonces, me pregunté muchas veces qué había hecho con mi vida. El nudo del guión pasa por la falta de identidad. Y me daba cuenta de que en el inconciente colectivo prima la imagen de la botinera con una connotación negativa de la piba que va detrás de la billetera, y yo no tenía mucho o nada que ver. Hay una sobredosis de Wanda Nara o de mina que va al programa de las tres de la tarde y yo tenía la necesidad de contar otra cosa.

-¿Cómo armaste la red junto a otras mujeres?

-En principio, me fue fácil al conocer a muchas de las chicas de mi generación. Yo soy muy amiguera y, además, viviendo afuera armás vínculos más fuertes, casi familiares. A medida que el proyecto empezó a crecer pude escribir un guión con chicas de distintas generaciones, que sean caras conocidas como Yanina Latorre, Chechu Bonelli, con Betina Battaglia, con Pata Villanueva. Se armó como un club de amigas en el que nos identificamos y nos descargamos por redes sociales. 

-¿Qué dejaste para acompañar a tu marido?

-Yo estudié periodismo en TEA y me puse a laburar en un colegio enseñando inglés para poder rajarme de mi casa. Al año siguiente entré en ATC haciendo un programa con Gastón Portal. Pero seguí a Cuqui. Y siempre estudié y a donde iba intentaba hacer un curso de algo. Pero a medida que pasaban los años sentía que iba perdiendo terreno. Cuando volvimos a Argentina yo quise volver a retomar mi carrera de periodismo pero era muy difícil porque ya me agarraba la crisis de los 40. Y sentía que había postergado mi carrera profesional. No me arrepiento de mis decisiones y pude resarcir eso. Decidí abrirme el camino yo misma. Y las redes sociales fueron la llave de todo esto. 

-¿Cuáles son las particularidades de ser la esposa de un futbolista?

-El estereotipo dice que deberían ser mujeres dedicadas básicamente a la familia, un poco “sometidas” a las decisiones del marido, tener que esperarlos al mediodía con la comida porque llegan hambrientos, prepararles el bolso, lavarle los botines. Yo no hacía todas esas cosas y Cuqui buscaba que las hiciera. En esa época, era así. Yo buscaba otra cosa y negociamos un punto medio. Algunas veces he tenido que cocinar lo que me pedían en el club, lavar y planchar un montón para las concentraciones aunque no quería. Yo en mi casa de chica no lavaba ni una bombacha porque mi mamá tenía una chica que la ayudaba. Creo que ese esterotipo se fue desdibujando y ya no es tan así, pero machismo hay en todos los deportes, aunque en el fútbol es más común.

-¿Te reivindicas feminista?
 
-Hoy me reivindico feminista, pero estás siempre en esa disyuntiva. ¿Cómo me puedo reivindicar feminista habiendo estado tan sometida? La verdad es que, peleando, pero lo padecí. Hay un chip, un mensaje que se baja desde el club, los cuerpos técnicos, que llegan a  la casa, las mujeres y los hijos. Y se transmite. Los jugadores son mercancías de los clubes y las mujeres tenemos que estar al servicio de eso. Me costó mucho, fuimos tratando de ceder cada uno un poco. Hoy logré poder hacer todo aquello que me gusta sin los condicionamientos de Cuqui. Él se está deconstruyendo bastante por lo cual fue también un gran cambio cuando yo le dije que iba a hacer esto, que iba a contar cosas que le iban a joder y a molestar.