“(…) en una librería de libros usados en la terminal de ómnibus de Mar del Plata, en una galería encristalada, sobre una mesa de saldos, encontré, en 1959, un ejemplar de In Our Time y esa tarde volví a casa y lo leí de un tirón, me tiré en un sillón de lona, con las piernas apoyadas en una silla y empecé a leerlo y seguí y seguí. A medida que avanzaba en la lectura la luz cambiaba y declinaba. Terminé casi a oscuras, al fin de la tarde, alumbrado por el reflejo pálido de la luz de la calle que entraba por los visillos de la ventana. No me había movido, no había querido levantarme para encender la lámpara porque temía quebrar el sortilegio de esa prosa. Concluí el libro en plena oscuridad. Cuando por fin me levanté para encender la luz, ya era otro. Ahora me doy cuenta de que la forma del recuerdo, la luz declina hasta que cae la noche, está influida por la prosa de Hemingway, por su capacidad para captar el sentimiento con leves matices y cambios de tono.” 

Quien escribe esta suerte de confesión literaria es nada menos que Ricardo Piglia y lo hace en un prólogo firmado en 2016 para En nuestro tiempo, el primer libro de cuentos de Hemingway que, increíblemente, nunca se había traducido al castellano. Ahora, para saldar esa deuda con la literatura de ese gran autor y con todos los que no pudieron leerlo en español, Lumen (Penguin Random House) acaba de editarlo traducido. 

Varios de los cuentos que se encuentran en él, habían sido publicados en otros textos que tenían como personaje a Nick Adams, una especie de doble literario del propio Hemingway, pero el libro no se había publicado completo. Por esta razón, el lector que conozca bien la literatura de Hemingway reconocerá algunos clásicos del género breve, como “Campamento indio” pero ahora tendrá la posibilidad de leerlos en el contexto de su edición original. 

 Es difícil establecer las razones por las cuales el primer libro de un escritor tan famoso aún no había sido traducido para los lectores de habla hispana, ya que, aparecido en 1925 en inglés, “la calidad de su prosa y la originalidad de su estructura –observa Piglia- lo convierten en uno de los mejores libros de habla hispana.” El hecho resulta más curioso aún si se tiene en cuenta el estrecho lazo que mantuvo Hemingway con el mundo de habla hispana, tanto a través de su relación con España como con Cuba. 

Nacido en 1899, en el momento de la publicación de este primer ejemplar de cuentos Hemingway tenía apenas 26 años, pero una prosa tan madura y una eficacia narrativa tal que detrás de esos textos parecía esconderse un escritor mayor de gran experiencia dada por los años y la experiencia en la escritura. Cuando Piglia descubrió el libro en una librería de usados, tal como lo cuenta en el prólogo, tenía sólo 18 y aquel encuentro sería un punto de inflexión en su vida de escritor a tal punto que en el mismo prólogo declara que ese primer libro de Hemingway gravitó en su escritura, particularmente en los cuentos de La invasión, su primer libro. “Como tantos escritores –explica- yo había buscado liberarme del falso estilo literario que ensombrecía la literatura argentina. Mi experiencia con este libro me abrió las puertas de la experimentación narrativa. Por eso, celebro esta edición y la pienso como si fuera una deuda saldada.” 

Cabe recordar, además, que Piglia como Hemingway, también tiene un alter ego literario que es Emilio Renzi y que hace su aparición por primera vez como traductor de un cuento de Hemingway y prologuista de la colección de policiales que dirigía el escritor argentino.

 Los cuentos de En nuestro tiempo están separados por breves viñetas de guerra “en las que se describen escenas que influyen tangencialmente en las conductas de los personajes de los relatos”. Si alguna característica meritoria y distintiva marca Piglia en estos relatos, es la capacidad de narrar haciendo silencio, mostrando sólo la superficie del iceberg y dejando al lector deducir lo que hay debajo. De esta forma, haciendo un uso muy avaro de adjetivos y adverbios y llevando al extremo la poética de Chejov: “Sin trama y sin final”, revolucionó la técnica del cuento. 

 Hemingway, al igual que lo había hecho su padre, se suicidó. Corría el  año 1961. Su costado depresivo le ganó la partida a su costado aventurero, pero dejó un legado literario inmenso que influyó en la literatura mucho más allá de las fronteras de su país.