El  escándalo de coimas que involucra al fiscal Carlos Stornelli dejó al descubierto un entramado incestuoso donde jueces y fiscales conviven con servicios de inteligencia, traficantes de influencia, periodistas, políticos y empresarios de variada reputación. En su raid televisivo de defensa, el propio Stornelli ofreció pistas sobre su íntima relación con esa Argentina cloacal.

En la publinota del miércoles en A24, por caso, calificó de “amigo de la vida” al empresario y lobista Mario Montoto. Originario de Montoneros, pasó de la lucha armada a los negocios, donde alcanzó rangos diversos. El más encumbrado: la presidencia de la Cámara de Comercio Argentino-Israelí.

Según uno de los audios enviados por el presunto abogado extorsionador Marcelo D’Alessio a su víctima, el empresario Pedro Etchebest, Montoto es “el zar” del negocio de la seguridad en el país, con ascendencia sobre las decisiones de abastecimiento del ministerio de Patricia Bullrich. Hay indicios que confirman esa afirmación: Montoto oficia de sherpa, cuanto menos, en los paseos de compras bélicas que Bullrich realiza a Israel.

El ascenso de Montoto en el rubro inició hace una década, cuando se consolidó como proveedor de cámaras, chalecos antibalas y otros pertrechos a la provincia de Buenos Aires. ¿Quién era por entonces el ministro de Seguridad provincial? Su “amigo de la vida”: Carlos Stornelli.

El fiscal llegó al ministerio en 2007 nombrado por Daniel Scioli, otro dirigente de añeja relación con Montoto. El primer acto del ministro Stornelli fue restaurar el poder policial: frenó la reforma que había iniciado León Arslanian, empoderó a las jefaturas distritales y volvió a colocar a un uniformado al frente de la Bonaerense.

La estrecha relación de Stornelli con los comisarios acuñó escenas patéticas, como la del Caso Pomar: el ministro defendió a capa y espada la actuación de los efectivos que rastrillaron mal y tarde la zona donde se había accidentado el vehículo que trasladaba a la malograda familia. El ridículo, más que su magra gestión, lo eyectó del ministerio.

Una década más tarde, el futuro de Stornelli vuelve a depender de lo que hagan -o digan- dos hombres de la Bonaerense. Antes de ser detenido, D’Alessio declaró que la extorsión fue una operación ordenada por dos ex jefes de esa fuerza: Aníbal Degastaldi y Ricardo Oscar Bogoliuk.

En esa exótica versión de la historia, los ex comisarios -ambos exonerados por sospechas diversas- diseñaron el operativo para la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) con el fin de investigar a Etchebest. D’Alessio se esmeró en despegar a Stornelli, pero el descargo dejó nuevos interrogantes: ¿Hay policías exonerados trabajando en la AFI macrista? ¿El organismo realiza tareas clandestinas, sin orden ni control judicial? ¿Cómo se financian esos presuntos operativos clandestinos? ¿Hay relación entre esas supuestas acciones sucias y el decreto presidencial que, en el inicio del gobierno de Mauricio Macri, restituyó el secreto para los gastos en inteligencia?

Estas dudas se agregan a las que ya existían, como la naturaleza del vínculo entre Stornelli y D’Alessio, a quien ahora el fiscal acusa de fraude, pero que hasta hace unas semanas se paseaba por la fiscalía con familiaridad. Es más: una nueva denuncia indica que el fiscal habría estado al tanto de que D’Alessio pedía dinero en su nombre al menos desde octubre de 2018. ¿Por qué el fiscal demoró cinco meses en sentirse defraudado? Misterio.

Tampoco tuvieron explicación aún las capturas que muestran al usuario “Stornelli” coordinando con D’Alessio cámaras ocultas contra un abogado que participa del Gloriagate, la operación judicial estrella de la temporada.

El desborde cloacal en Comodoro Py sigue soltando sorpresas que huelen mal.

Total normalidad. «