La avenida General Paz está colapsada. Entonces, Pablo Ramos aconseja ir hasta Pompeya para cruzar hacia Lanús. Y desde allí avanzar sentido sur. Son las seis de la tarde y hay que mantener la calma: el viaje en auto desde La Paternal hasta Temperley puede conducir a la locura. 

El clima electoral no se revela sólo en paredes. El gesto político también promueve cortes de calles principales por repavimentación, lo que dificulta la circulación. El viaje se retrasa. Hasta que en una esquina oscura de Lanús aparece un morocho con gorro de lana. 

Ramos baja la ventanilla y pregunta:

-¿Sabés cómo llegamos a la cancha de Temperley? 

-Uh, están re perdidos- dice el desconocido, que se agacha a mirar hacia dentro del coche. 

Ramos no espera; abre la puerta trasera y lo invita a subir.   

-Si te vas a violar a uno de los tres, este es el periodista. 

El invitado ríe y después de un rato de charla, señala dónde estacionar.

-Ustedes sigan derecho hasta pasar el túnel. Les quería decir que ahora soy cristiano.

Ramos lo despide. 

-No es tan difícil. Ya tenemos una historia para contar- dice.  

Ramos es un buen copiloto. 

La resistencia literaria. En la cancha esperan Ignacio Bogino y Leonardo Di Lorenzo. 

-Tenemos tiempo hasta las 9- avisa el defensor por WhatsApp. 

El morocho de gorro de lana no mentía. Después del túnel, asoma el estadio. Semanas atrás, Temperley mantuvo la categoría. Fue un campeonato difícil: el presidente renunció por presiones de la barra brava, hubo cambios de técnicos pero el Gasolero se quedó en primera división. 

Bogino y Di Lorenzo comparten otras preocupaciones más allá de la cancha y en el vestuario. Se nota cuando reciben a Ramos en el bar e invitan a subir a la concentración para charlar más tranquilos. En el preámbulo muestran respeto y admiración; vergüenza también. Parecen niños y Ramos, el futbolista.  

-¿Cómo se conocieron?

Bogino: -Leí un libro donde entrevistaban a Pablo. Le dije a Leo: «Hay que leer a Pablo Ramos.» Después fuimos de pretemporada a Tandil y compré El origen de la tristeza. Cuando salió Hasta que aprendas a quererte solo también lo leí y conseguimos el teléfono para entrevistarlo en el programa de radio. Nos invitó a la casa y fuimos.

Di Lorenzo: -En esa pretemporada concentramos por primera vez juntos. A cada rato, escuchaba que se reía. Hasta que le pregunté de qué carajo se reía y me mostró el libro de Pablo. Después vi un capítulo de Animal que cuenta y dije de invitarlo al programa de radio.

-¿Por qué comenzaron a leer?

Bogino: -Empecé a leer cuando empecé a sentirme mal. En la tristeza encontré el libro de Eduardo Galeano, La canción de nosotros, y me sentí acompañado. En mi casa no se leía, para mí leer era de boludo. Pero en la lectura encontré un refugio, un mundo que no te deja salir.

Di Lorenzo: -Hasta que me fui a jugar a Canadá era 100% futbol. Pasaba cuatro horas jugando a la Play pero me di cuenta de que estaba perdiendo cuatro horas de mi vida. Comencé a leer de a poco. En Chile estuve siete meses solo por un problema con mi hijo y arranqué a leer todo el día. 

-Usted, Ramos, ¿jugó al fútbol?

-Jugué de ocho mucho tiempo. Tengo pie plano y terminaba dolorido. No era un gran atleta. 

-Así como existe el cambio de ritmo dentro de la cancha, pasar de la Play a un libro sugiere un freno.

Ramos: -La lectura vence a la ansiedad. El libro no se puede leer rápido o lento, tiene su propio ritmo. O cerrás el libro o todo tu ser baja a ese ritmo. El gran mal de estos tiempos es la ansiedad. Hay personas que vienen al taller de escritura y quieren publicar antes de escribir. En los shows de Analfabetos, mi banda de rock, empecé a reflexionar sobre cuentos. Comenté el de Carver, Parece una tontería. Creí que no iba a funcionar pero el peso de la verdad en el arte acaba por tener más gravedad que la tontería. Abelardo Castillo decía que la belleza es lo opuesto a la estupidez. La estupidez es liviana y te deja vacío. Se puede leer y jugar a la Play pero si te pasás tres horas con la consola, vas a entender que arrasás el alma que tanto te cuesta construir. Más o menos lo mismo que pasó con el país. Doce años construyéndolo y en un año lo chocaron. (Risas) 

-En el último tramo del torneo, lucharon por la permanencia en Primera División. ¿Ayudó la literatura?

Bogino: -Tuve un semestre complicado y leí mucha poesía. También vimos muchas películas, el cine también te hace reflexionar.

Di Lorenzo: -Los últimos partidos concentramos más de lo normal. Vimos más de 20 películas. En tu casa te distraés, acá el microclima es difícil. Con el libro, sos vos y nadie más. Te quita presión. 

-¿Sus compañeros se acercaron a la literatura?

Bogino: -Hay que convivir pero no evangelizar. Dar la señal está bueno. En mi primera pretemporada en Rosario Central, llevé El lobo estepario de Herman Hesse. Me daba vergüenza que me viesen. Hasta que vi a Ezequiel González con una novela y me tranquilicé.  

-Si ganan, está bien que lean. ¿Si pierden, les dicen que dejen de hacerlo?

Di Lorenzo: -Si perdés, te dicen que dejes el librito, la guitarrita o cualquier cosa que salga de la norma del fútbol. Te lo hacen notar. Nos pasó con dirigentes. Pero en este club se portaron diez puntos. Nunca se nos atacó por ese lado.

-¿Escriben?  

Bogino: -A veces, pero cuando lo leo, siento vergüenza. La descarga ayuda en concentraciones. Escribí un cuento, se lo mostré a Leo y a Lucía, mi compañera. No sé si tengo la herramienta para hacerlo. Me gusta más el dibujo. (N de R: Bogino dicta clases de dibujo para los socios de Temperley en el departamento de Cultura del club).

-¿Qué opinión tienen de la situación del país?

Bogino: -Hoy estábamos mirando TN y cambiamos de canal. Pusimos patinaje sobre el hielo. Todo el mundo es permeable a los medios de comunicación. Construyen verdades que no importa si son ciertas. Se están perdiendo muchos puestos de trabajo; la autonomía nacional respecto a la industria. La cultura también está decayendo. 

Ramos: -En el Día de la Bandera, (Mauricio) Macri estuvo en Rosario, vallado y sin niños. Dijo que Belgrano era un emprendedor. Debería leer la autobiografía de Belgrano, donde habla de que hay que industrializar el campo. Doy clases en Rosario y como la ciudad está saturada, los inversores buscan nuevos territorios. Participé en la resistencia al desalojo de un tambo, esa también es la función de un escritor. Eso hace a la cultura. Imaginate a un jugador que después de ver cómo le tiran gas pimienta a un maestro o a una olla popular, hace un gol y muestra la remera que diga: «Yo fui educado por un maestro».

-¿El programa de radio, los cursos de pintura, el acercamiento a la literatura, podrían haberlo hecho en un equipo grande?

Di Lorenzo: -Creo que no. El programa de radio nos dio la oportunidad de conocer a Pablo, a Leonardo Oyola, a (Ezequiel) Fernández Moores. Conocer gente así nos hizo crecer y no sé si en un equipo de los llamados grandes hubiese sido posible.  

Bogino: -Elegimos no ser la figurita a la que le chupa todo un huevo. Tenemos una responsabilidad. Sabemos que no vamos a llegar a grandes lugares. Pero acá hay chicos que se cortan el pelo como (Christian) Chimino o idolatran a Leo. Nos vamos construyendo. La otra noche a Leo lo invitaron a un programa de televisión porque le había hecho un gol al equipo del conductor y no fue.

-¿Por qué no fuiste?

Di Lorenzo: -No puedo hacerle una entrevista a Malena Pichot hablando de feminismo y después ir a lo de (Marcelo) Tinelli.  

Ramos: -Se trata de elegir. En la vida, las cosas tienen precio. Si querés quedar bien con todo el mundo, eso se llama obsecuencia. 

-¿La literatura les resignificó el futbol?

Di Lorenzo: -Leer me hizo una mejor persona y mejor jugador. Me abrió la cabeza. Hoy tengo otro horizonte.

Bogino: -En el futbol no te enseñan a perder, y se pierde mucho más de lo que se gana. Pasás por muchos momentos malos. Leer un libro no me hizo mejor jugador, pero sí me hizo seguir jugando. No sé si podría haber atravesado mi carrera sin un libro como compañero. 

-¿Qué significa perder?

Bogino: -En el fútbol, es que no te importe la idea. Ganar sin que importen las armas. Desde chico te enseñan a que no importa el cómo.

Di Lorenzo: -Si perdíamos con Vélez y nos íbamos al descenso, todo lo que hicimos no valía nada. El fútbol es un minuto. Pero en este semestre ganamos en todo sentido: mantuvimos una idea de juego que iba más allá del resultado. 

-¿Qué es perder o ganar en la literatura?

Ramos: -Es quedarse quieto y no escribir. Pensar que el libro que voy a escribir tiene que agradar, tiene que vender. Ganar es cada libro que empiezo a escribir y dejo de ser Pablo Ramos para volver a ser el pibito con todas las ilusiones que tardó mucho tiempo en poder escribir. Si vuelvo a ser la persona que tiene todo por construir, siempre va a ser ganancia. Si me siento en el lugar de que soy Pablo Ramos y alguien viene a mi taller y porque se queda sin plata para pagar, no lo acepto mas, ese día no entendí nada y lo perdí todo. Tengo una canción que dice: «El que guarda, nunca tiene.» La única manera de preservar lo que tenemos, es dándolo.