Con nueve candidaturas al David de Donatello (el máximo premio cinematográfico italiano), récord de taquilla y la venta de derechos para una versión española, llega esta tragicomedia que versa sobre qué pasaría si todos supiéramos los contenidos del celular de nuestras parejas y amigos. Aquí el juego es: una cena de amigos en la que deciden jugar a participar a todos de las llamadas y mensajes que van recibiendo en sus celulares.

 

Freud, Lacan y una larga lista de autores sociológicos han expuesto que tal fantasía -la de saber “exactamente” cómo es el otro- es una imposibilidad incluso hasta para la más fantasiosa de las fantasías, antes que por revelarnos “secretos insoportables” porque el otro siempre tiene mucho de construcción propia y por lo tanto eso que creemos no es confiable. Pero bueh, como ahora hay celulares y muchos mueren (morimos) por saber qué dicen los Whatsapp y navegaciones ajenas, el asunto de “la revelación de la verdadera” esencia del compañera, amiga, vecina (y su equivalente masculino) vuelve a tener un nuevo impulso cinematográfico, que por cierto no lo es del todo. No se sabe si es ese es uno más de los juegos que propone Genovese, pero veamos.

En los juegos está lo mejor del film, pero no precisamente por su sentido, sino por lo que deja abierto a futuro respecto a la hibridez de los géneros, en este caso del cine con el teatro. De esta manera, como una obra de teatro, está planteada la película. De ahí, tal vez, que tenga dos finales que indiquen que es posible eso de conocer perfectamente al otro, pero que mejor no hacerlo. O que la pregunta ¿qué pasaría si?, funcione sin necesidad de la “señal” que muchas veces aparece en las obras de teatro como para que el espectador se percate de que hay un cambio de tiempo o de situación y esté atento. Aquí nada de eso ocurre. Todo pasa como en un continuo cinematográfico, y eso dota al espectáculo de un atractivo del que difícilmente habría gozado si, al estilo del cine más convencional, develara con ciertos indicios sus intenciones.

Por eso funciona, por eso deja esa sensación de conmoción y de sorpresa hacia el final. El experimento de hacer teatro en el cine sin que se note, mezclando las reglas de juego de uno y otro, funciona. Lo otro, lo que siempre fascina, eso de que todos somos iguales de miserables (que no quiere decir que alguno esté exento de alguna miseria) es un truco tan viejo y malgastado que además de inverosímil resulta poco agradable.

Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciuti, Italia/2016). Dirección: Paolo Genovese. Con: Giuseppe Battiston, Anna Foglietta, Marco Giallini, doardo Leo, Valerio Mastandrea, Alba Rohrwacher y Kasia Smutniak. Guión: Paolo Genovese, Filippo Bologna, Paolo Costella, Paola Mammini y Rolando Ravello. Duración: 97 minutos.