Paula Sánchez Frega sufrió trastorno de ansiedad, ataques de pánico, insomnio y estrés postraumático. El médico psiquiatra que la atendió lo resumió en “daño severo a la salud”. El origen de todo es claro: la ex pareja de Paula, incapaz de aceptar la ruptura, comenzó a extorsionarla con viralizar fotos y videos filmados en la intimidad. Ella decidió denunciarlo y consiguió una restricción perimetral, el procesamiento –primero con prisión domiciliaria, luego con el encierro en un penal–, un embargo por 30 mil pesos y un inédito juicio oral, el primero en la Argentina, por la difusión de material sexual sin consentimiento. “Esto le puede pasar a cualquiera –dice– y por eso sigo adelante con esta lucha. Todo lo que yo pasé no me sirvió de nada, pero le puede servir a futuras víctimas. El daño psicológico es muy grande. Muchas chicas llegan al suicidio. Por eso se necesita una pena ejemplar”.

El 16 de agosto de 2016, Paula, hoy de 29 años, entró al local de tatuajes de Patricio Pioli, en el centro de La Rioja, ignorando que lamentaría esa decisión el resto de su vida. “Él me estaba tatuando –recuerda– y alguien que estaba con él trajo dos cervezas abiertas. Después no me acuerdo de nada más. Sé que al otro día me desperté en mi cama, sin ropa, y lo llamé para preguntarle qué había pasado. Me dijo que yo había estado tomando pastillas y que lo había llevado a él y unos amigos a mi casa. Después él viralizó un video de ese día, donde se ve que yo estoy como drogada y él me manipula, me levanta la ropa, me hace decir cosas a la cámara. Ahora puedo decir que él me había drogado y que después junto a sus amigos abusaron de mí, pero en ese momento yo no lo podía acusar de algo que no recordaba”.

Pioli se las arregló para convencer a Paula de que ella tenía un problema y que él la ayudaría. Se peleó con su novia de entonces y al poco tiempo ya estaba instalado en la casa de Paula. Los primeros cuatro meses fueron como los de cualquier convivencia pacífica. Los últimos, en palabras de la joven, fueron “un horror”.

“Se enojaba por cualquier cosa y me insultaba, me golpeaba o me tiraba cosas. Yo rescato animales y también se las agarraba con ellos. Cuando yo le pedía que se fuera, que quería terminar la relación, él me decía ‘acordate que yo te grabé, tengo tus fotos’. Incluso, me decía que iba a mostrar una filmación donde yo le contaba el abuso que sufrí por parte de mi abuelo. Siempre me extorsionaba con intimidades mías”.

El 21 de abril de 2017, Pioli se fue de la casa de Paula. No fue fácil: antes permaneció durante seis horas insultando y rompiendo cosas. Poco le importó que estuviera la madre de Paula, intentando que entrara en razón.

Un mes después, durante la madrugada del 26 de mayo, Pioli cumplió su promesa y viralizó solo una parte del material íntimo que tenía en su celular. Hasta el día anterior, no había dejado de acosar a su ex novia, insistiéndole que volvieran, amenazándola si no lo hacía. El mismo 26, Paula radicó una denuncia que terminó en una restricción perimetral, un proceso con prisión preventiva (con el beneficio de la excarcelación), un embargo de 30 mil pesos y la elevación a juicio de la causa. 

“Las figuras de ‘pornovenganza’ o ‘sextorsión’ no están tipificadas (se espera que sean incluidas en el nuevo Código Penal), así que los delitos que se le imputan a Pioli son el de coacción, porque ella no se animaba a terminar la relación por miedo a que él difundiera material íntimo, y lesiones leves, que están acreditadas en el padecimiento psicológico generado por las amenazas y las agresiones verbales y físicas”, explica Sebastián Andrada, el abogado querellante.

En estos momentos el debate oral se encuentra “stand by”, luego de que la defensa de Pioli recusara al juez Jorge Chamía con un argumento, cuanto menos, curioso: su ideología de género.

Es la jueza subrogante, Edith Agüero, la que en un plazo de diez días hábiles debe resolver el pedido.

“Lo único que espero –dice Paula– es una condena de prisión efectiva. En estos últimos años él no dejó un día de violentarme. Recién ahora que está preso dejó de publicar agresiones contra mí y contra la justicia. La trata de corrupta, como si yo tuviera plata. El abogado y el psiquiatra me lo paga mi familia.” «


La actitud de Pioli «ridiculiza la orden judicial»


El martes al mediodía, antes del comienzo de la segunda jornada del juicio que lo tiene como imputado de los delitos de coacción y lesiones leves, Patricio Pioli fue detenido y trasladado a una dependencia del Servicio Penitenciario Provincial, luego de que publicara en sus redes sociales un video burlándose de su situación procesal.

La medida fue dispuesta por la Cámara Tercera Criminal y Correccional, que decidió revocarle la prisión domiciliaria que se le había otorgado el 21 de noviembre al conocerse la difusión de un video donde el propio tatuador se reía de su situación sacando uno de sus dedos por la ventana de la casa y repitiendo durante varios segundos «libre, preso, libre, preso».


Por el hecho, el abogado querellante Sebastián Andrada le pidió al juez Jorge Chamía que revea la situación procesal del imputado. «Pioli usó un tono desafiante –justifica Andrada–, señalando hacia afuera y hacia adentro con carcajadas de fondo. Es una burla a la autoridad de la justicia y al mismo tiempo está incurriendo en un grave riesgo procesal porque se debe evitar que el imputado entorpezca el transcurso del juicio con cualquier actividad o conducta. Paula, al ver el video, sufrió un padecimiento psicológico mayor».


Chamía accedió al pedido de la querella «porque su actitud de publicar en las redes ridiculiza la orden judicial, lo que demuestra su falta de sujeción a las directivas de la jurisdicción».


Pioli hizo su descargo a través de Facebook: «SOY INOCENTE, no me río de la Justicia, la Justicia se ríe mí. Esto es corrupción».