Miguel De Caro, compositor, arreglador y saxofonista, uno de los pioneros en introducir este instrumento en el tango en Argentina, acaba de publicar su sexto trabajo discográfico, Saxo rioplatense, al frente de su cuarteto. La placa, que será presentada los viernes 11 y 18 de mayo en Pista Urbana, Chacabuco 874 a las 21.30, es representativa de la personal mirada que el músico tiene sobre el tango y la música Río de la Plata tanto en obras originales como «Buenos días ciudad», «Chile y Sarandí», «Contrasaxeando», «Milonga de atrás», «Tango urbano» y «Dale maza», o en temas clásicos como «Gricel», «Café 1930», «Vuelvo al sur» o «Nieblas del Riachuelo». 

El sonido que De Caro proyecta en sus interpretaciones y en su música hace que resulte natural escuchar un instrumento que, en principio, le es ajeno al tango. Esa maestría es la que hace del disco un paseo refrescante por un género que siempre tiene algo más para ofrecer. 

– ¿Cómo se produce tu contacto con el tango? 

– Me crié en una casa grande en San Telmo, que de por sí es un barrio de tango. También tiene que ver con la época: yo soy del 45 y en los 50 ya tenía la suficiente conciencia como para saber qué era lo que escuchaba. Era un tiempo en el que en las casas y en la calle se cantaba y se silbaba. Mi abuela cocinaba  y cantaba. Toda la vida de esa época pasaba en las cocinas: se cocinaba, se comía, se charlaba, se escuchaba la radio y se cantaba. Además estaba la revista El alma que canta, en la que aparecían las letras de  los tangos que estaban en boca de todos por entonces. Si bien empecé a tocar otros géneros, como el folklore, en el cual participé a través de varias agrupaciones de buen nivel, el tango siempre estuvo conmigo. Mi primer instrumento fue la guitarra, que me compré después de trabajar para poder adquirirla. Y a muy temprana edad decidí que quería ser músico, porque para tener el reconocimiento de los demás sentía que era necesario ser artista. 

– ¿Y de qué manera llegaste al saxo? 

– En algún momento tuve una crisis con mi elección y mi forma de trabajar y mi padrino, Eduardo Tejera, que era compositor de música contemporánea, me sugirió  que buscara otro instrumento para poder expresarme. Al otro día de esta sugerencia, apareció con un saxo norteamericano muy viejo, que calculo que sería de los años treinta o cuarenta, y junto con él, me trajo el libro con el que estudiaron los grandes maestros del instrumento. Le prometí a mi padrino que iba a acceder a ese regalo sólo si podía ser digno de estudiar como era debido. Un saxofón es un instrumento muy caro que te obliga a ser exigente con vos mismo. Por eso es recomendable no tenerlo colgado en la pared. Acepté el reto y de a poco comencé a tocar en diversas agrupaciones, a hacer presentaciones y grabaciones. El saxo es muy «vistoso», pero hay que sostenerlo con aprendizaje y con mucho trabajo, que es lo que sigo haciendo… Por este motivo es que siento que continúo saldando el compromiso que hice con mi padrino.

 - ¿De qué manera llegaste al tango con el saxo y cómo lo incorporaste al género? 

– Cuando empecé a interactuar con los músicos de tango, me di cuenta de que estaban bajoneados porque el género estaba pasando por un momento no muy bueno. A pesar de todo, yo intuía que el tango iba a resurgir con nuevo vigor, que es lo que empezó a pasar de a poco. Mi visión del género no es melancólica. Mi música no es nostálgica y, si bien tengo mis recuerdos presentes, tanto los buenos como los que no lo son, no los tomo como fuente de inspiración para encarar mis composiciones. Lo que me motiva es mirar hacia adelante pensando que siempre hay algo mejor. Cuando empecé con el instrumento me propuse avanzar porque no me quería quedar con esa crisis que conté antes. La música que me sale se rige por esa motivación. En ningún momento trato de apelar a la melancolía. Se pueden encontrar momentos reflexivos, disfrutables, dinámicos, pero nunca trato de tirar hacia atrás porque trato de reflejar en mis creaciones mi modo de encarar tanto la música como mi vida. 

– ¿Qué elementos utilizás para encarar tus obras o las adaptaciones de piezas más reconocidas y llevarlos a tu lenguaje sonoro? – En el tango está muy presente la nostalgia del inmigrante, el haber dejado sus cosas y su gente. También hay sutiles elementos del barroco, que vienen de las inmigraciones internas que siempre hubo en Europa. En mi música están presentes esos elementos en cierto modo, pero sobre todo aparecen con más fuerza elementos que provienen de la música contemporánea o del jazz. El saxo es un instrumento muy identificado con el jazz y, en cierto modo, esto me obliga a trabajar con ciertos parámetros de este género. El tema es poder adaptar ese lenguaje al de una música como el tango, que tiene sustancias que provienen de otros orígenes. De todos modos creo que el saxo se puede adaptar mejor al tango que al barroco, por ejemplo, ya que el tipo de escalas y sonido, trabajado con buen criterio, puede incorporarse sin inconvenientes al estilo. El secreto es encontrar el punto justo y el fraseo preciso para poder lograr el resultado óptimo. Obviamente que el lenguaje del jazz se adapta de manera más fácil al instrumento. Pero es cuestión de encontrarle la vuelta, y esto se logra sólo con estudio y buen criterio. 

– ¿Es complicado encontrar ese equilibrio? 

– Trato de no desconocer que estoy tocando un saxo. Si no, tocaría un bandoneón. Por eso es que busco un equilibrio para que mi instrumento esté al servicio de la música que hago. Un cantante quiere que su voz sea un instrumento fino, agradable, estudiado, que le llegue con toda la expresión y la calidad al oyente. Un cantor popular, en cambio, quiere que al público le llegue su expresividad su emotividad y su energía más que a la técnica académica. Yo trato de estar más cerca de la imagen del cantante, cuidando el registro, la nota afinada y el color justo. Y para conseguir mis objetivos, tengo la suerte de estar rodeado de músicos de gran nivel. En la actualidad el cuarteto está integrado por Fernando Lighezzolo, que es un pianista joven y talentoso que equilibra muy bien todo el proyecto, con el que trabajamos y discutimos de manera creativa todos nuestros pasos, Ezequiel Quinteiro que es un percusionista joven y muy creativo y Daniel Sacco que es nuestro nuevo bajista y que se integró de manera eficaz al proyecto. En el disco participan también músicos de gran nivel como Facundo Guevara, que es uno de los mejores percusionistas que hay en el país, Sergio Moldes en flauta traversa, Ana Ponce en cuerda de tambores, un cuarteto de cuerdas y varios músicos más que hicieron que me sintiera muy satisfecho con el nuevo álbum.