“Perdón, perdón, ¿usted me podría decir por donde está la entrada?”, preguntó desorientado el hombre, casi octogenario, mientras daba vueltas en soledad alrededor del viejo Correo Central, por entonces blindado de fuerzas de seguridad federales. El hombre, con voz metálica, era uno de los pocos invitados especiales a la puesta en escena que el presidente Mauricio Macri estaba por protagonizar en la cúpula del palacio. Su interlocutor, con credencial de prensa, le indicó el camino de acceso, pero no pudo salir de la sorpresa cuando comprobó que el anciano merodeador del Centro Cultural Kirchner era Héctor Magnetto, uno de los pocos empresarios que asistieron al evento organizado por la Casa Rosada para relanzar la administración de Cambiemos para el próximo semestre, el lapso de tiempo que el Ejecutivo prevé para impulsar una serie de “reformas”, absolutamente vinculadas con un plan de ajuste a nivel nacional: precisamente el concepto que el jefe del Estado eludió mencionar durante los 40 minutos de discurso que ofreció ante el auditorio, integrado por parte de los 24 gobernadores, el presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti, los representantes de la CGT, enviados de los credos reconocidos por el Estado, las principales autoridades del Congreso y los jefes de los principales agrupamientos empresarios, que pudieron disfrutar de una alocución presidencial, en la que tuvieron un papel preponderante, quizás porque fueron los menos mencionados en la agenda de ajuste que enumeró Macri.

En vez de hablar de ajuste, Macri aprovechó la puesta en escena para blanquear la definición ideológica de Cambiemos para la etapa que se avecina: “Las reformas, en las que tenemos que avanzar, exigen que cada uno tenga que ceder un poco, empezando por los que tienen más privilegios”, resumió el protagonista del evento poco antes de concluir. Ante ese proceso de igualación de los presuntos sacrificios que se vienen, el Presidente dijo saber de quiénes se trata, pero también eludió nombrarlos: “Queremos cuidar a quienes puedan sufrir la transición y porque queremos que la reducción sea para siempre, queremos que los argentinos (incluidos sus dirigentes) valoren el equilibrio fiscal como un requisito indispensable de un buen Gobierno, no nos gusta endeudarnos, pero tampoco mentirnos, emitiendo dinero sin respaldo y generando inflación”, resumió el único orador del evento para graficar el motor del proceso que intentó presentar ante lo que llama “el círculo rojo”.

Aunque el temario original incluía una serie de grandes temas de interés nacional, Macri no habló de seguridad, infancia, educación, salud, ni relaciones internacionales. En su lugar, definió una agenda discursiva claramente concentrada en comunicar los futuros contornos de su política económica, sin explicar cómo. “No esperen una descripción de los instrumentos, queremos para que sean el aporte del Gobierno a las diferentes mesas del consenso”, se justificó Macri para eludir definiciones sobre las herramientas que el Ejecutivo buscará impulsar en una dura negociación que se avecina con los gobernadores provinciales y también con las fuerzas opositoras dentro del Congreso. El palacio legislativo deberá transitar una agenda de sesiones extraordinarias a partir de diciembre, cuando asuman los legisladores y senadores electos en las elecciones del 22 de octubre, con un resultado que posicionó al oficialismo como la primera fuerza, en 32 años, que obtuvo la victoria en los cinco principales distritos del país.

Tal como anticipó este diario en su edición del domingo, el jefe del Estado concentró su fuego discursivo en parafrasear definiciones económicas, en un marco de institucionalidad, para protagonizar un discurso presidencial que fue transmitido por televisión como si fuera un mensaje por la cadena oficial que el líder de Cambiemos no quiere utilizar de ninguna manera.

“No podemos seguir gastando más de lo que nos ingresa», aseguró Macri delante de una legión de gobernadores que descuentan los días para la reunión que convocó el Ejecutivo el jueves 9, donde comenzarán a debatir la letra chica de las declaraciones grandilocuentes que el Presidente leyó, teleprompter mediante, sin mencionar la palabra “ajuste”, ni una sola vez en su ensayado discurso. «Hay que acordar un camino para acercarnos lo más posible al superávit de las cuentas públicas. Esto no es negociable, porque no es nuestro dinero el que nos toca administrar. Es el dinero de todos los argentinos», se justificó el Presidente para anticiparle a los mandatarios un dato que ya conocen, y que el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne se encargará de blanquear este martes, cuando presente una nueva ley de responsabilidad fiscal que intentará obligarlos a reducir los impuestos más importantes de sus distritos, en un contexto donde la distribución de la coparticipación es parte de un litigio impulsado por la Provincia de Buenos Aires ante la Corte Suprema para obtener la restitución del Fondo del Conurbano y garantizarle a la gobernadora María Eugenia Vidal los 50.000 millones de pesos que las arcas bonaerenses no perciben desde hace 15 años.

Detrás de los mensajes ampulosos, el jefe del Estado dejó en claro que la concepción económica de Cambiemos no dista de su libreto electoral y que tampoco tiene fisuras. Para el credo del Presidente, que su jefe de Gabinete Marcos Peña ejecuta con disciplina casi castrense, la única forma para reducir la pobreza y generar empleo, tiene que ver con un ajuste de los estados provinciales y la puesta en marcha de un plan de flexibilización laboral que, en esta primera etapa, depende de dos transformaciones centrales, como terminar de cambiar el sistema de riesgos del trabajo, mediante la adhesión de todas las provincias a la nueva Ley de ART, e intervenir en la legislación laboral para reducir drásticamente el impacto de los juicios iniciados por los trabajadores contra sus patronales. En el mediano plazo el menú se completa con la ampliación de la edad jubilatoria, en un marco legal donde el Gobierno buscará amnistiar a las empresas en materia impositiva para que tomen personal, pero en condiciones mucho más precarias a las vigentes.

Esas variantes, que despertaron todo tipo de especulaciones, fueron confirmadas por Macri en su discurso. «Si queremos salir de la pobreza tenemos que crear más trabajo; es el único camino, no hay otro. En los próximos días vamos a presentar algunas iniciativas que venimos conversando con los representantes del trabajo. Se trata de medidas orientadas a la formalización del trabajo no declarado, a mejorar la capacitación y a crear nuevas formas de contratación», detalló el jefe del Estado en otro esfuerzo para no mencionar la palabra maldita, dentro de un plan de ajuste que dejó satisfacción en los empresarios presentes, y un sabor amargo en buena parte de los demás asistentes, que venían de desayunarse de la inesperada renuncia de la Procuradora General Alejandra Gils Carbó, que presentó su dimisión al cargo poco antes de que el Presidente dedicara parte de su discurso a demolerla.

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