Bullrich y una defensa tardía de su gestión desde la trinchera de la mano dura

Acaba de publicar un libro en el que reivindica su política de demagogia punitiva y cuestiona la "democratización de las fuerzas de seguridad". El foco en los casos Chocobar y Maldonado.

Como si todavía fuera ministra y no tomara nota de la derrota de octubre en las urnas, el jueves Patricia Bullrich publicó, vía redes sociales, el libro titulado Una gestión con corazón e ideas que, según la exfuncionaria nacional, condensa «logros en seguridad» y «lucha contra el narcotráfico» de la gestión nacional de Cambiemos que hoy «están siendo desguazados por el nuevo gobierno».

Por las 253 páginas de la publicación, que se puede bajar en formato digital, está, sin grandes novedades, la defensa de una gestión que fomentó la mano dura, la demagogia punitiva, las puestas en escena, la estigmatización de la protesta y de gran parte de la clase trabajadora por medio de la represión y la persecución de los eslabones más débiles del entramado social, y con disposiciones administrativas tendientes a facilitar el «gatillo fácil».

Así, en medio de ese guiño gubernamental a una vía donde valía casi todo contra los presuntos delincuentes, también se impulsó una falsa revalorización del rol de las fuerzas de seguridad públicas, con la facilitación de caminos legales hacia la impunidad en caso de que los efectivos cometan delitos con el uso de la fuerza, pero, al mismo tiempo, con uniformados subalternos frecuentemente mal pagos y obligados a efectuar otras tareas para sobrevivir.

Fiel al estilo de Cambiemos, que intentó desde un discurso falaz refundar el país en términos discursivos, Bullrich también propone desde el texto una relectura en materia de seguridad desde el restablecimiento de la democracia. Según esa visión, los gobiernos provinciales y nacionales estaban más abocados «en juzgar el pasado antes que en comprender los cambios culturales que debían hacerse al interior de las instituciones, con la mirada puesta en el futuro».

Ese primer capítulo también se refiere a la presunta «estigmatización» de las fuerzas de seguridad y considera que «el problema de la democratización de las fuerzas se resolvía a partir de la limitación de las capacidades y el accionar policial». En ese capítulo inicial está resumida gran parte del ideal de gestión de Cambiemos en la materia: defensa y (falsa) revalorización de las fuerzas de seguridad, una presunta integración de Argentina al mundo en la materia, lucha contra lo que ellos denominan «garantismo», represión interna y en las fronteras. 

Algunos ejes puntuales que recorren el libro son los casos Chocobar y Maldonado, así como el traspaso de la Policía Federal al ámbito de la Ciudad. Sobre el caso Chocobar –que fue defendido hasta por el expresidente Macri, con foto incluida– el libro señala: «Era necesario terminar con esta cínica doble moral que por un lado inculpa al policía mientras, por el otro, le da las gracias. No debe haber medias tintas en estos casos y, por eso, hemos dictado el nuevo reglamento para el uso debido de armas», en un apartado sobre el caso de gatillo fácil que involucró al policía municipal Luis Chocobar. «Ante la comisión de un delito grave como el que describimos el policía tiene que actuar. Y es lo que este policía hizo», insistió. Hubo, en esa línea, la repetición de imágenes de funcionarios junto a gendarmes y policías heridos.

El cinismo, en cambio, se percibe al tratar en el libro el caso Santiago Maldonado, que fue presentado como «la construcción de una mentira», y por el que Bullrich aseguró haber sido víctima de «una campaña orquestada desde sectores políticos, periodistas militantes y organizaciones sociales (incluyendo a las de derechos humanos) con ramificaciones internacionales» durante un año electoral. Olvidó la exministra, convenientemente, el vidrioso rol de Gendarmería en el caso, así como las coberturas propiciadas desde medios de comunicación dominantes, que incluso llegaron a afirmar que el joven se encontraba vivo en otro país.

La exministra también pondera el traspaso de la Policía Federal, en medio de una dudosa «desfederalización» en materia de seguridad, acaso acorde con la des-responsabilización del Estado nacional en áreas clave. «La Policía Federal estaba básicamente centrada en la seguridad ciudadana. Ahora nos propusimos transformarla en el FBI argentino», proclama el libro. También olvida, por ejemplo, a los efectivos federales que en 2018 tomaron el ministerio de Seguridad porteño porque pedían volver a la Federal. En resumen, les dio a las fuerzas de seguridad el papel de garantes del ajuste de Cambiemos. Gatillo fácil y foto reivindicatoria. Pero, también, con efectivos endeudados y, en algunos casos, manejando un Uber en sus horas libres para sobrevivir.  «

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