Las conmemoraciones de los 100 años de La Forestal arrancaron a fines de enero. El primer paso fue la inauguración de un monumento al sindicalista taninero Teófilo Lafuente dentro de las antiguas instalaciones de la planta maderera. Las actividades continuarán hasta junio, con una serie de mesas organizadas para analizar el legado, el presente y el futuro de la histórica revuelta obrera. La primera de las diez mesas previstas se realizó el 12 de febrero, con la participación de cinco expositores que hablaron sobre «el derecho a la desobediencia», donde participaron el secretario general del gremio de aceiteros, Daniel Yofra y el senador nacional Roberto Mirabella, que durante el debate anunció que presentará un proyecto en la Cámara alta para declarar el 29 de enero como día nacional de desagravio a los pueblos forestales. 

Junto a ellos participaron la ministra de Mujeres de la Nación, Elizabeth Gómez Alcorta, que disertó en forma virtual y la educadora Patricia Nievas, del Instituto Juan XXIII de la localidad de Reconquista. La mesa fue moderada por la Asociación de Rescate de la Cultura Forestal de Villa Guillermina, con la participación del historiador Alejandro Jasinski, que abrió el debate. 

“Tenemos una gran alegría de comenzar esta mesa con el título «El derecho a la desobediencia» porque entendemos que representan hoy a ese sujeto que hoy está ejerciendo más que ninguno ese derecho”, dijo Jasinski, autor del libro «Masacre y revuelta obrera en La Forestal». 

Pasado forestal, presente aceitero

Yofra abrió su exposición con un agradecimiento a los organizadores y a la comuna de Villa Guillermina por la visita al pueblo y la recorrida por las viejas instalaciones de La Forestal, que incluyeron el predio de la ex fábrica de tanino, actual empresa de tableros aglomerados en crecimiento.  Contó que la visita le hizo refrendar el odio que siente hacia el capitalismo y “volver a fortalecer el pensamiento que tengo hacia esa clase, porque soy clasista, defiendo a mi clase que es la clase trabajadora.” 

“Veía una estatua en homenaje al compañero Teófilo Lafuente, me parece muy importante, pero me parece también importante que los dirigentes entendamos que aquellas luchas no han sido en vano, que tenemos que defender a nuestros trabajadores y no a esa clase que nos desprecia desde siempre, por eso no podemos salir a defender a Vicentín», reflexionó. 

Las palabras del dirigente clasista construyeron un enlace crítico entre el legado de aquella lucha obrera y la organización actual del movimiento obrero. “Tenemos en general una dirigencia sindical y política que mira hacia otro lado cuando se tiene que defender a los trabajadores, el resultado está cuando vemos que el 50 por ciento de los trabajadores registrados es pobre”, disparó.  “Después de cien años de lo que ocurrió en La Forestal, hemos aprendido muy poco, o más bien nos han devastado, ahí con distintos procesos de persecución, tortura y desaparición”. 

La Forestal, el Cordobazo, el Villazo y el Rosariazo

«Nosotros tenemos en el primer eslabón de la industria aceitera a los trabajadores del campo y en la mayoría de los lugares trabajan en condiciones de esclavitud. Después de cien años de La Forestal, del Cordobazo, del Villazo, del Rosariazo, de todos los movimientos obreros, que nos dieron lugar a nosotros, no somos los primeros que empezamos a luchar por los derechos de los trabajadores, y acá nomás tenemos a la empresa Vicentín que no solamente estafó al estado, a sus trabajadores, como los de Algodonera Avellaneda, sino que la sociedad sale en apoyo a una empresa estafadora. Evidentemente, tenemos que poner más empeño en la batalla cultura, por eso estos espacios de memoria donde nos tenemos replantear las cosas que pasaron y siguen pasando, los dirigentes tenemos la responsabilidad de denunciarlo”, reflexionó. 

“Los obreros de hoy somos producto de esas luchas. A los aceiteros nos conocen por el salario mínimo, vital y móvil que tenemos hace doce años, pero lo más importante es la conciencia que adquirieron estos trabajadores, de pelear por lo que les corresponde, por saber sus derechos, qué tienen que ganar para vivir dignamente de acuerdo a lo que establece la ley de contrato de trabajo en su artículo 116 y el artículo 14 bis de la Constitución», resumió. 

“Hay claros ejemplos dentro del sindicalismo y la clase política de que se hacen las cosas bien, que pelean por los trabajadores ocupados y desocupados, de los pobres, que somos cada vez más”, sostuvo y luego abordó la necesidad de recoger las experiencias de tantas luchas históricas. Para “tener el control -dijo- si no podemos tener el control de nuestro lugar de trabajo, menos vamos a poder pelear contra el sistema, contra el capital. ¿Cómo es que cada vez que peleamos por aumento salarial, tenemos que presentar un certificado de pobreza? No le piden los balances a las empresas que le corresponde pedir a los gobiernos de turno, no los investigan en la triangulación», dijo en referencia a la necesidad del control del estado sobre las agroexportadoras». 

Gómez Alcorta: de la desobediencia a la conquista de derechos

«Recordar a los y las compañeras que pusieron el cuerpo para modificar esas condiciones de vida y opresión a las que fueron sometidas, es un acto de justicia reparadora para ellos y ellas, pero también es un ejercicio de construcción colectiva de memoria sumamente necesario», resaltó la ministra.

En su exposición hizo foco en la necesidad de recuperar como campo de batalla la lucha de aquellos trabajadores, pero también correrse del lugar de la tragedia, «para pasar a nombrarlo como un foco en la fuerza colectiva que tiene la lucha obrera». «Se trata de distintos modos de procesar el legado trágico, lo que no podemos permitirnos es no hacer algo con aquello que ocurrió, porque el olvido y el silencio también son una política de memoria», sostuvo y remarcó la importancia actual de los juicios de lesa humanidad que se llevan adelante.

«Celebro el cambio del enfoque, que es poner el acento en esa capacidad transformadora que tiene la desobediencia colectiva, no porque no sea necesario nombrar la tragedia, sino porque el giro nos coloca como protagonistas a la movilización popular pero también a los y las herederas de esas luchas» ya que se demuestra que «frente a las desigualdades estructurales, la única respuesta de transformación es siempre colectiva».

En el último tramo de su exposición recordó al periodista Rodolfo Walsh, quien escribió que las clases dominantes procuran que las clases dominadas y oprimidas no tengan historia, olviden a sus mártires y que sus luchas comiencen siempre separadas de las experiencias anteriores. «En este sentido, realizar este homenaje a las y los compañeros trabajadores de La Forestal, rescatar del olvido su historia, su lucha, su desobediencia contra la injusticia, contra la explotación». 

El recuerdo de Gastón Gori y las dos caras de la empresa taninera

Nievas  es docente y trabajadora social con más de 15 años en trabajo junto a comunidades mocovíes. El tema de su exposición fue: “Ya no queremos ser el Norte postergado” y propuso “poner en tensión los antagonismos existentes propios del sistema capitalista.” Rescató el recordado artículo del periodista y escritor  Osvaldo Bayer publicado en el diario Página 12 en 2001, luego de la visita a la zona junto a Gastón Gori, “Dejamos los caminos vacíos de La Forestal. Duele la burla. En casi todas las ciudades santafesinas hay una calle con el nombre de Enrique Mosca, el que dio una guardia uniformada a la empresa para que ningún obrero osara luchar por sus derechos. En cambio, en ningún lado se lee ni siquiera una placa en recuerdo a Teófilo Lafuente, el digno luchador por los derechos humanos en esa tierra rojiza.” 

En su exposición Jasinski se concentró en destacar que durante esos años convivieron las dos caras de la misma firma: “El dicho más conocido es que a uno se le quemaba una lamparita y La Forestal se lo cambiaba, le llevaban el cajón de verduras y la leche a la puerta de la casa, no necesitabas nada porque La Forestal lo daba todo y gratuitamente; sí, pero era así porque los trabajadores volvieron a trabajar 12 horas, ya no las 8 horas conquistadas y le siguió negando otros derechos, porque de algún lado había que sacar la ganancia para redistribuir en el territorio y llevarse afuera” 

Esa tensión permanente fue el hilo que unió a los conflictos que siguieron los años siguientes, como la otra masacre de esos años, ocurrida en 1928 en Villa Ana, en 1936 con la reorganización del sindicato y el rol de Rogelio Lamazón, un caudillo del radicalismo popular que fue asesinado en 1940.