Hizo un amague de viajar a la Antártida para conmemorar los 212 años de la Revolución de Mayo, pero finalmente Alberto Fernández concretó este miércoles su primera asistencia presencial al tradicional Tedeum que realiza la Iglesia Católica en la Catedral Metropolitana. La travesía polar que había previsto el presidente fue suspendida por el clima. Se quedó en Buenos Aires y escuchó, junto a todo su gabinete, al saliente cardenal Mario Poli. El gesto no redujo el frío que lo separa del Vaticano. La apuesta, quizás forzada por gélido Polo Sur, es que se transforme en un paso para descongelar el vínculo para un gobierno que espera concretar una audiencia privada en Roma antes del arranque del año electoral.

La última señal que confirmó la baja temperatura de la relación de Fernández con el papa Jorge Mario Bergoglio se conoció el pasado 22 de abril. Mientras viajaba desde Venecia a Roma, el canciller Santiago Cafiero se enteró de que Francisco no lo recibiría porque estaba muy adolorido por un problema de artrosis en una rodilla que luego derivó en una intervención quirúrgica. Quienes lo conocen saben que un problema en la rodilla, por más doloroso que sea, no es impedimento para Bergoglio cuando quiere recibir a alguien. En la misma jornada recibió a un grupo de misioneros. Lo hizo a pesar de la incomodidad de tener que moverse con una pierna averiada. La información se filtró con el delay suficiente para no provocar un desaire diplomático, pero demostró que Francisco no quiso atender al jefe del Palacio San Martín.

El desaire fue aún mayor, pero también se conoció con demora. Cuatro días después del telefonazo que confirmó la caída de la audiencia, Bergoglio recibió en la residencia comunitaria de Santa Marta a Felipe Beliz. El joven es hijo de Gustavo, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia. Coordina la escuela de formación política “Nuevos Dirigentes”, que depende de Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora y titular de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA). Distintas fuentes oficiales sostienen que ese encuentro nunca existió, pero el papa accedió a sacarse una foto con el joven.

El papa recibió al gobernador del Chaco la semana pasada.
Foto: @jmcapitanich

El problema en la rodilla persiste y ahora usa silla de ruedas para evitar que empeore. Así lo recibió la semana pasada al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, con quien tiene una excelente relación desde hace años. El papa aceptó una reunión pública y agendada con anticipación. Todo lo contrario al secreto que impuso a principios de abril para recibir al ministro del Interior, Eduardo «Wado» de Pedro.  El 7 de ese mes el funcionario viajó a Roma. Aceptó la invitación que le había formulado el chino Qu Dongyu, titular de la Organizacion de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO). Antes de visitar la sede global de esa organización fue recibido por su par italiana, Luciana Lamorgese, y después, sólo acompañado por la embajadora ante la Santa Sede, María Fernanda Silva, se fue al Vaticano para ser recibido por Bergoglio a solas.

La reunión fue muy reservada hasta que se filtró en la Casa Rosada tres semanas después. También hubo exembajadores, muy vinculados al lobby que pulula alrededor de la Cancillería, empeñados en difudir la existencia de la reunión para meterse en los recovecos de la relación bilateral. Los encuentros con De Pedro y con Capitanich también implican un contacto indirecto con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Ambos quieren pelear por la presidencia y son muy cercanos a la titular del Senado. Algunos funcionarios especulan que también funcionan como mensajeros entre ella y Bergoglio.

La agenda de encuentros también sumó la semana pasada otra reunión con una figura vinculada al kirchnerismo. El intendente de Ushuaia, Walter Vuotto, estuvo con Bergoglio dentro de un encuentro organizado por Schollas Ocurrentes. «No hay que confundir precio con valor», insistió una fuente vinculada a la relación bilateral con el Vaticano, que le restó importancia al encuentro con el jefe comunal, pero ponderó los encuentros con el gobernador chaqueño y el ministro del Interior. En la misma serie se anota otra reunión muy reservada que es reivindicada por el albertismo: la que tuvo en marzo con Béliz, uno de los funcionarios más cercanos al presidente. El numerario del Opus Dei tiene una relación de amistad y afecto con el sacerdote jesuita y sus exégetas aseguran que es un interlocutor influyente con empresarios y con la derecha de la iglesia local.

Bergoglio no perdió nunca los lazos con otros políticos de la derecha argentina, por fuera del expresidente Mauricio Macri, a quien conoce y destesta. No sucede lo mismo con el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y mucho menos con el sector de funcionarios que responden a la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat capitalino, María Fernanda Migliore. Según la agencia Télam, el papa la recibió el viernes 25 de marzo y se desconoce la extensión de la reunión, pero la funcionaria es una católica militante y muy cercana al extitular del Instituto de la Vivienda de la Ciudad, Juan Ignacio Maquieyra, nombrado por Bergoglio como director de la Escuela Política «Fratelli Tutti».

A principios de mayo, Bergoglio se reunió con Felipe Béliz, el hijo de Gustavo.

Dicen que el papa habla con todos los que puede y tiene ganas de escuchar. Necesita un panorama certero de la situación política de primera mano y en boca de los distintos jugadores del escenario nacional. Son datos adicionales a los reportes que recibe del Episcopado y de sus autoridades.

En ese contexto, la decisión del presidente de asistir al Tedeum aportó un granito de arena en medio de la vorágine. Los funcionarios salieron aliviados porque el cardenal primado y arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, no los sacudió en su homilía. Dicen que si la hubiera dado Bergoglio habría sido más duro, porque acumula una serie de críticas a la gestión de Fernández: desde la foto de Olivos, que jaqueó la imágen presidencial en medio de la pandemia, hasta la política económica y la interna abierta del peronismo.

En medio de ese clima un dato pasó casi inadvertido. Hace diez años Bergoglio ofreció la última ceremonia patria de su carrera eclesiástica. Casi un año después fue elegido pontífice. El 25 de mayo de 2012 en representación del gobierno sólo estuvo Guillermo Olivieri, actual secretario de Culto de la Nación que por entonces tenía el mismo cargo y sigue siendo el contacto más estrecho del Gobierno con el papa. La ciudad era gobernada por el entonces alcalde Mauricio Macri, que venía de clavarle la unión civil en la capital. En su lugar envió al mejor contacto que tenía dentro del naciente macrismo: la entonces vicejefa de gobierno porteño, María Eugenia Vidal. No se sabe qué quedó de ese vínculo luego de su paso por la gobernación bonaerense.

En 2012, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner había decidido realizar el Tedeum en Bariloche para conmemorar los 202 años del primer gobierno patrio. Recién regresó a la Catedral en 2014, cuando Bergoglio ya había sido electo papa y la relación entre ambos tuvo un giro de reconciliación. Para entonces la homilía la ofreció el flamante cardenal Poli, que ahora está a un paso de jubilarse y no transita su mejor momento después de una auditoría del Vaticano, que detectó la falta de controles en la decisión de realizar operaciones inmobiliarias que «enajenaron» bienes de la diócesis.

Poli tuvo que viajar a Roma para darle explicaciones a Bergoglio. El cardenal niega que esa fuera la razón del viaje y envió una carta de desagravio a todos los sacerdotes porteños donde aseguró que “en ningún caso se detectaron delitos o negociados”. Desde entonces, dicen en la curia, la relación con el papa ya no es la misma. Posiblemente la ceremonia de este 25 de mayo haya sido la última de su arzobispado porque cumplirá los 75 años y deberá presentarle la renuncia al papa, tal como establece la legislación canónica. Su permanencia en el cargo dependerá del tiempo que Bergoglio demore en aceptársela. Para reemplazarlo dicen que tiene a un tapado que sorprenderá.