Uno de los enigmas que develará la elección de este año es cuánto peso tiene realmente la extrema derecha en la sociedad argentina. La coalición Juntos por el Cambio tiene en su interior sectores extremistas, pero aquí no se hace referencia a la principal coalición opositora sino al supuesto fenómeno político, social y cultural que encarna Javier Milei y sus potenciales aliados.

Durante el gobierno de Mauricio Macri todos los ingresos fijos perdieron poder adquisitivo, el desempleo creció, y la deuda en dólares voló hasta la frontera de la Vía Láctea. En los tres años de gestión del presidente Alberto Fernández, a quien le tocó gobernar una situación inédita como la pandemia, se logró bajar el desempleo casi a la mitad de lo que había dejado Macri. Sin embargo los ingresos no se recuperaron y siguieron perdiendo contra  la inflación.

Cuando dos gobiernos de distinto signo no logran cambiar la tendencia de lo que la población considera su principal problema, se abre la compuerta para que ingrese la antipolítica que encarna Milei. ¿Pero cuánta fuerza tiene en realidad?

La crisis de finales de 2001 fue una de las más graves de la historia argentina. No hay punto de comparación con la situación actual. En las elecciones de 2003 se canalizó electoralmente esa crisis. Carlos Menem sacó 25%, Néstor Kirchner 22%, Adolfo Rodríguez Saá, que había sido presidente por una semana y había sacado un libro sobre su gestión, cosechó el 14%. Del lado antiperonista los votos se concentraron en Ricardo López Murphy, con 16%, y Elisa Carrió con 14%. 

Los tres candidatos del tronco peronista –aquí se está dejando de lado cualquier análisis ideológico– sumaban el 61%. Menem había sido presidente una década y antes gobernador de La Rioja. Néstor había gobernado Santa Cruz durante tres períodos y antes había sido intendente de Río Gallegos. Rodríguez Saá gobernaba San Luis desde que Dios creó el planeta Tierra. Es decir: políticos con experiencia, con carrera,  con conocimiento del ejercicio del poder. Ni siquiera en esa crisis terminal surgió un outsider que llegara a la Rosada.

Es cierto que las redes sociales lo han cambiado todo. Suele darse el ejemplo de Donald Trump pero se omite un pequeño detalle. Trump, además de haber creado millones de perfiles falsos en Facebook  para batallar en redes, era republicano. No llegó por afuera de las estructuras políticas que se disputan en Estados Unidos desde el siglo XIX. En la Argentina hay 24 provincias–incluyendo la CABA-y alrededor de 2000 intendencias. ¿Cuántas gobierna la fuerza de Milei? Ninguna. Y entonces, ¿cómo se supone que llegaría a presidente si no tiene siquiera un intendente en un país de tres millones de kilómetros cuadrados?

Las encuestas, incluso las que se hacen con rigor y no para operar, ubican a la extrema derecha en una posición expectante. El problema es que los sondeos vienen pifiando mucho. Por eso es necesario tomar otros elementos de análisis, como el poder territorial.

Cuando Macri compitió por la presidencia llevaba ocho años gobernando la ciudad más rica de América Latina, con un presupuesto equivalente al de la Comunidad de Madrid. Tenía el respaldo de los grandes medios de comunicación y de la embajada estadounidense. Sin embargo, jamás habría ganado sin la alianza con el radicalismo. ¿Y Milei va a mover el amperímetro sin estar aliado a ninguno de los partidos históricos, sin gobernar una sola intendencia, impulsado por los videos en Twitch y las condescendientes entrevistas de Viviana Canosa?

Hay una corriente de descontento en la población. Un sector que está enojado con el peronismo y con JxC. Eso genera un posible plafón para el surgimiento de una expresión anti política de ultra derecha. Pero, ¿cuánto peso tiene realmente? Quizás la sorpresa sea que no habrá tal sorpresa.