Una de las claves de la derrota de Jair Bolsonaro en Brasil fue que diversos sectores de la sociedad, los que en principio se creería que no tenían demasiado interés por la política, se involucraron  contra el entonces presidente. En las últimas semanas comenzó a ocurrir lo mismo en Argentina. Los grupos de fans de Taylor Swift, la cantante estadounidense cuyo éxito sólo puede describirse por decenas de millones, comenzaron a hacer campaña contra Javier Milei. ¿Por qué? Hay varios elementos, pero uno central. Taylor fue una de las artistas más activas contra Donald Trump en Estados Unidos. Su canción «Only the Jung» fue escrita para convocar a los jóvenes a la «lucha contra el fascismo», según sus propias palabras.

Este fin de semana comenzaron a circular videos de recitales de rock nacional en los que los pibes cantaban: «El que no salta vota a Milei». ¿Quién dijo que la juventud argentina no valora la democracia y no entiende lo que costó conseguirla? No hay una sola juventud.

Hace por los menos dos meses que hay otro actor, en este caso milenario navegante del poder en la historia humana, que también ingresó en la batalla contra la ultra derecha. Es la Iglesia. El desprecio de Milei por el papa Francisco no fue gratis. Es difícil calcularlo en votos. Nadie puede medir cuánto impactó el trabajo de hormiga de los curas en los barrios, pero tuvo efectos.

El 19 de octubre, cuando faltaban 72 horas para que se realizara la primera vuelta, fue el día de San Expedito. Cientos de personas se acercaron a la iglesia del santo, ubicada en el barrio de Once de la Ciudad de Buenos Aires, y entre los pedidos que le llevaban estaba el de la victoria de Sergio Massa y la derrota de Milei. Para enterarse de esas cosas hay salir a la calle y dejar un rato TikTok. 

La derecha argentina tiene un problema cuando sus argumentos  se entienden. Parten de una premisa falsa, pero eso se dejará de lado en estas líneas. El razonamiento es: voy a bajar la inflación, pero para eso necesito recortar el gasto público. Hay un momento en que una persona entiende que el gasto público es la jubilación que cobra su mamá, que se deslomó toda la vida trabajando de ama de casa y a partir de los gobiernos de Néstor y Cristina tuvo ese derecho; que el gasto público es la escuela estatal a la que va su hijo o el hospital en que se atiende su esposa. Cuando ese click se produce, aparece un razonamiento muy sabio: de qué sirve que baje la inflación si mi mamá no tendrá jubilación, mi hijo no tendrá escuela, y además tendré que pagar fortunas por la atención médica.

La verdad es el talón de Aquiles de la derecha argentina.

La sociedad no quiere dinamitar el piso civilizatorio en el que vive. Un país que garantiza salud, educación y jubilación, con todas sus deficiencias, es más civilizado que uno que no lo hace. Lo que pretende la sociedad argentina es sumarle a eso estabilidad de precios. Por eso la Libertad Avanza, ahora asesorada por Mauricio Macri, comenzó a mentir esta semana y hacer circular mensajes sosteniendo que «ningún derecho se perderá». Eso implica retomar la estrategia que utilizó Macri en las elecciones de 2015. A criterio del que escribe es un poco tarde y el emisor no es el mejor. Milei se hizo popular gracias a los medios de comunicación y su estilo delirante. Y eso mismo parece haberle puesto un techo a su crecimiento. Milei no encarna el cambio sino la rabia. Su intento de volverse ahora el vector de una propuesta superadora y no destructora de las mejores tradiciones de la Argentina aparece como un acto desesperado.

¿Esto quiere decir que no tiene chances y que perderá por paliza? Él sacó 30% y el respaldo de Patricia Bullrich y Macri lo pone alrededor de un 40% nada despreciable. En esa porción está incluido el sector antiperonista que vive atrapado por un odio ciego, que con tal de que el peronismo deje de existir sería capaz de tirar una bomba nuclear y volar en mil pedazos la Argentina, con ellos adentro.

El problema que tiene Milei es que su techo es muy firme. La entrevista de esta semana en A24, en la que por momentos parecía Jack Torrance, el personaje de Jack Nicholson en la película El resplandor, fortalece el techo, lo vuelve una estructura de hierro. Sin embargo, las elecciones sólo se ganan cuando se terminan de contar los votos y la Argentina ha demostrado ser también una caja de sorpresas. «