El Oso es un ropero. Mide hasta el cielo y es ancho como la vereda. Hasta los 21, sufrió al verdugo que lo perseguía como un mal hábito. Se mudó de casa, de provincia. Pero el verdugo siempre acechaba. Una tarde, mientras trabajaba en el patio de comidas de San Miguel, se acercó una chica con un niño en brazos:

-¿Puedo escribirte una carta?

Dijo que sí por cortesía y pensó:

-¿Será hijo mío?

La joven se acomodó en una silla y comenzó a escribir. Era Mariana, su hermana, que de puño y letra soltó la sospecha. En el trozo de papel, estaba la respuesta de su vida.

No fue fácil convivir con la verdad.

Llamar apropiadora a la madre que no era madre.

Enfrentar al verdugo, desde entonces más verdugo que nunca.

Baba tiene 97 años y una voluntad de hierro. A ella le arrebataron una hija y un nieto. Pero no descansó hasta recuperarlo.

Esta tarde, en la pequeña sala del Tribunal Oral Federal Nº 5 de San Martín, Baba y Oso asumieron el peso de la historia. Estoicos, enfrentaron a los criminales de lesa humanidad. Al ex jefe del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea, Omar Domingo Rubens Graffigna; el ex jefe de la RIBA, Luis Tomás Trillo, y al verdugo Francisco Gómez, ex personal de inteligencia.

El Oso es Guillermo Pérez Roisinblit. Baba le dice a Rosa, la mama de su mamá y vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Sus padres eran Patricia Roisinblit y José Manuel Pérez Rojo, militantes de la columna oeste de Montoneros, secuestrados por un comando de la Fuerza Aérea el 6 de octubre de 1978. Como responsables de sus desapariciones, Graffigna y Trillo recibieron 25 años de prisión, mientras que Gómez sólo 12. En su caso, vale recordar que ya había sido condenado en 2005 por la apropiación de Guillermo.

La sentencia ocurrió en el marco de la investigación a los miembros de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), el organismo de espionaje de la Fuerza Aérea que funcionó en una mansión de 800 metros cuadrados, en la esquina de San Martín y Entre Ríos, Morón, durante la última dictadura cívico militar.