Hebe Rock and Roll usa lentes de sol rojos. Lleva su pañuelo en la cabeza y un poncho bordó que la hace más grande. En camioneta o en silla de ruedas, va y viene rodeada de las viejas, su escolta pretoriana. Dice Hebe Rock and Roll que las Madres ya no son una agrupación de Derechos Humanos. Que ahora, en cambio, son una agrupación política.

Hebe Rock and Roll anda con Charly y con Diego. La quieren, la cuidan. El diez va a su programa de radio, y una tarde, en el bosque encantado, le pone una camiseta de Gimnasia en el regazo. Charly se fotografía con ella en su departamento de Coronel Díaz. Para sus 70, la saluda en las bambalinas de un Centro Cultural Kirchner desbordante. Están ajados pero son fuertes como el roble.

Hebe Rock and Roll resiste. La Policía de la Ciudad rodea la sede de Madres. Quiere llevársela detenida. Se acerca la gente: militantes, amigos, dirigentes. Hebe Rock and Roll sale, saluda y se va. La persiguen. Un cordón de infantería le cierra el paso. La camioneta de Hebe Rock and Roll da un volantazo y logra escapar. Estaciona en la puerta de la Universidad. Hebe Rock and Roll baja. Lo volvió a hacer.

Si tiene ganas, Hebe Rock and Roll se levanta y le grita en la cara a Soros que es un asesino. Después, se faja en la Plaza de Mayo con la Policía Federal agarrada de los brazos con excombatientes de Malvinas. Le tiran la montada, pero la vieja -y las viejas- va. Alguna vez, Hebe Rock and Roll lloró. Quizás lo hizo por todo lo que no había llorado antes. Fue sobre el pecho verde y grande de Fidel Castro, en las escalinatas de la Facultad de Derecho.

Un día, este cronista llamó a Madres para hablar con Hebe Rock and Roll. Atendió ella. «¿Atendés vos, Hebe?», con sorpresa fue la pregunta. «Yo cocino, lavo, plancho y también atiendo el teléfono», respondió, con el filo de su lengua katana. Contestó cuatro, cinco o seis preguntas sobre la situación de los juicios por violaciones a los derechos humanos. Es el año 2017 y se queja. Dijo que en Campo de Mayo viven como reyes.

Antes de cortar, Hebe Rock and Roll advirtió: «Poné lo que dije, eh. Mirá que la voy a leer». El cronista no aguantó y contra todos los manuales respondió: «Te quiero mucho, Hebe».