Hoy se cumplen 48 años del paso a la inmortalidad del eterno líder de nuestro movimiento, el Teniente General Juan Domingo Perón. Releyendo algunos de sus más míticos discursos, volví a encontrarme con aquel que pronunció en la CGT el 30 de julio de 1973, uno de sus últimos, y una vez más comprobé la fascinante actualidad de sus ideas. En esta fecha tan importante, comparto algunas reflexiones sobre el presente y el futuro del justicialismo, con el deseo de que aporten a la recuperación y a la promoción del debate político entre mis compañeros. Es a ellos y a ellas a quienes dirijo estas líneas.

En el discurso que quiero recordar en esta oportunidad, Perón, preocupado por la coyuntura, eligió abordar la situación internacional para analizar su presente histórico a nivel local. Su planteo es extremadamente lúcido: para entender a la Argentina había que entender el orden global, pero para participar activamente en la geopolítica -la “verdadera” política, decía- hay que tener orden en Argentina. “Los problemas políticos en los cuales hemos estado empeñados hasta ahora los argentinos” sostiene Perón, tienen que analizarse “frente a las asechanzas del futuro inmediato” en el plano global. Este ángulo resulta más que oportuno para analizar los eventos políticos de estas últimas semanas. Es que a veces, enfrascados en nuestras discusiones internas, olvidamos que la Argentina forma parte del mundo, y, fundamentalmente, del continente latinoamericano.  

Por supuesto, muchos de los debates que nos atraviesan son importantes y necesarios. Me refiero, por ejemplo, al que instaló la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner el pasado lunes 20 de junio en la CTA, sobre el rol, el futuro y el lugar en el peronismo de las organizaciones sociales. Y también están los caídos del catre que nos quieren hacer discutir sobre venta de armas, de órganos y hasta de niños. Pero cuando pensamos en la grandeza de la nación y sus posibilidades de desarrollo, es importante que siempre tengamos un ojo puesto en el mundo. Decía Perón en ese 30 de julio que “es necesario pensar ya en grande, para el mundo, dentro del cual nosotros realizaremos nuestro destino o sucumbiremos en la misma adversidad en que sucumban los demás”. Y no debemos perder de vista que por fuera de nuestra frontera se está discutiendo la posibilidad de una tercera guerra mundial y una crisis fenomenal de energía y alimentos. En los últimos días, en un informe de la FAO se argumenta que la prolongación de la guerra en Ucrania amenaza con hambrear a 300 millones de personas.  Ante un mundo en un nuevo proceso de disgregación, ¿qué lugar puede ocupar Argentina? Para participar políticamente en el mundo hay que consolidarse internamente. Debemos ordenarnos de forma contundente y seguir creciendo, como lo hemos podido hacer en otras oportunidades. Para entenderlo mejor, recapitulemos un poco.

Los años de gobiernos peronistas bajo la conducción de Néstor y de Cristina se caracterizaron por sus grandes logros en materia social y económica: la recuperación de una política productiva firme, el despegue en el mercado laboral -con la mejora en la distribución de ingresos que trajo consigo- y la puesta en marcha de políticas sociales para asistir a un porcentaje de la población que aún sufría el efecto de la crisis pasada son algunos de sus ejes centrales. Con aciertos y errores, es objetivo señalar que se trató de la etapa de crecimiento más importante en la historia contemporánea de nuestro país, solo comparable con los primeros gobiernos del General Perón. 

En materia internacional, este fortalecimiento de la Argentina tuvo como correlato un rol de protagonismo regional, con la consolidación de organismos como el Mercosur, Unasur y la CELAC. Decía el General en la CGT: “El mundo está dando hacia el continentalismo. Es sobre esa base como los pueblos se están poniendo de acuerdo por continentes y realizando esta etapa de evolución de la humanidad en orden y con cierta tranquilidad”. La alianza con grandes líderes como Hugo Chávez, Rafael Correa, Lula da Silva y Evo Morales permitió, aunque con limitaciones, que nuestro continente comience a negociar con el mundo en el marco de un frente unificado, y la emergencia de Rusia y China como las dos nuevas potencias mundiales del siglo XXI permitió que le escapáramos al tutelaje de los Estados Unidos, que tanto daño había causado sobre nuestras naciones. El icónico “No al ALCA”, ocurrido precisamente en nuestro suelo, fue el hito fundante de aquel nuevo bloque mundial.

Con la fuerza adquirida por estas asociaciones estratégicas, Argentina pudo sostener orgullosa muchos de sus reclamos ante la comunidad internacional, como nuestra inclaudicable lucha por la soberanía de nuestras islas Malvinas y el enfrentamiento con los fondos buitres. Además, pudimos aprovechar las ventajas comparativas que presenta nuestro país, llegando a concentrar las tres inversiones más importantes de China -un socio comercial y financiero fundamental para casi todo el planeta- del continente sudamericano: las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic en Santa Cruz, la modernización de la línea de trenes Belgrano y el Parque Solar Cauchari, el más grande del continente. Todos ellos, resultado de una labor política de la que debemos estar orgullosos. Ahora bien, ¿cuál es la situación actual? El Frente de Todos asumió luego de un gobierno que había resuelto volver a someterse acríticamente al mandato del Norte. En sus 4 años de gobierno, Mauricio Macri se las ingenió para desandar todos los pasos que se habían dado en la dirección correcta, con decisiones como la incorporación de la Argentina al infame Grupo de Lima. En una muestra de inigualable cipayismo, llegó al punto de mentirle a todo el pueblo argentino sobre una supuesta conversación sobre Malvinas con la mandataria inglesa, lo cual fue desmentido por la propia Theresa May. El contraste con el rumbo definido por Alberto es notable: desde aquella gesta para salvar la vida Evo Morales tras el infame golpe de estado orquestado por el imperialismo yanqui, el presidente jamás abandonó su pretensión de liderazgo regional. En las últimas semanas, participó del G7, donde habló frente a los mandatarios más poderosos del mundo sobre la necesidad de alcanzar la paz mundial y pudo hacer oír los reclamos de países tercermundistas alrededor del capitalismo financiero y su voracidad. Y también hizo lo propio en el BRICS, desde donde volvió a discutir la posibilidad de ingreso de Argentina como miembro pleno. 

Estas acciones se llevaron a cabo en un contexto en el que Argentina se cuenta entre los países que más han crecidos en la pospandemia. Aunque nuestro país muestra una sorprendente tasa de empleo (la tasa de desocupación es la más baja desde el 2016), un auge exportador y números muy positivos en materia industrial, la inflación y su consecuente merma sobre el poder de compra de los argentinos parece seguir sin encontrar una salida.  

Queremos sostener aquí que, más allá de las dificultades económicas, la anemia del presente tiene una causa estrictamente política. No alcanza con comunicar “datos de gestión”, por más positivos que sean. Deben estar encuadrados en una agenda política clara, definida. Necesitamos reponer un horizonte, imponer nuestra agenda de futuro. Esta es la exigencia de nuestro pueblo y de nuestro movimiento: un rumbo que pueda darles un sentido a las medidas tomadas, y de esta manera, se adquiera la potencia necesaria para profundizar los logros alcanzados. Unidad de concepción para la unidad de acción. Cabe destacar que valoramos el esfuerzo de Cristina, que viene interviniendo precisamente para transmitirle a la militancia y a los ciudadanos la forma en la que debemos comprender nuestro presente, nuestras posibilidades y también nuestros enemigos, que son los enemigos de la Patria. 

Por más aciertos que podamos exhibir en materia económica, productiva y de política exterior, es indispensable una conducción política sólida, que pueda capitalizarlos. Argentina tiene mucho para aportarle a este mundo sumido en el caos y la desesperación, pero la situación es urgente. En palabras de Perón: “Ya no se puede pensar con la pequeñez de los tiempos en que todos querían disfrutar y ninguno quería comprometer su destino ni su felicidad futura para asociarla a la de los demás. Hoy eso es indispensable, porque en un mundo que no se realice, no habrá país que pueda hacerlo, y dentro de esos países que no se realicen, no habrá individuos que puedan lograrlo”. Tengamos presente siempre su sabiduría, y más en este escenario imprevisible en el que nuestro continente, lejos de estar girando hacia la izquierda, parece estar girando hacia la oposición. Una nueva victoria del liberalismo argentino sería catastrófica no solo para el país sino para toda la región. 

Este es el desafío que tenemos enfrente. Que el próximo aniversario de la muerte del General nos encuentre rindiéndole honor a su memoria, es decir, combatiendo unidos por alcanzar nuestro objetivo de siempre: la felicidad del pueblo argentino y la grandeza de la Patria.

# Javier Rehl, militante peronista, Subsecretario Parlamentario y Electoral de la provincia de Buenos Aires