Desde que Juntos por el Cambio forzó este jueves la caída de dos sesiones en la Cámara de Diputados, sus principales dirigentes se preparan para tener una posición común el martes, cuando se conozca la sentencia del Tribunal Oral Federal 2 contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en la causa que investiga presuntas irregularidades en Vialidad Nacional. Entre los gritos y gestos obscenos del titular del PRO, Cristian Ritondo y los alaridos que hicieron sus pares de la UCR y la Coalición Cívica, surge una coincidencia táctica en el espacio opositor: profundizar la confrontación con el peronismo como si hubiera empezado la campaña electoral. La sobreactuación de la furia institucional tiene un dividendo estratégico para JxC. Durante diciembre, posiblemente, pasen a segundo plano los crujidos, desconfianzas y desacuerdos internos entre los socios opositores para definir las candidaturas del año próximo.

Alimentar la polarización con el kirchnerismo les permitirá ganar tiempo para tratar de ordenar los escenarios electorales que siguen con entripados sin resolver. La sentencia del martes concentra una oportunidad para que la oposición le de rienda suelta a todo tipo de especulaciones. Saben que habrá masivas movilizaciones para respaldar a la titular del Senado y que el clima podría ser de tensión. Adentro de la alianza algunos dirigentes consultados lamentan el nivel de virulencia que se disparó a partir del jueves. Los autopercibidos moderados de JxC, tanto radicales como macristas, consideran que los más duros del espacio están subestimando al peronismo en este momento y se autoproclaman como ganadores de una elección que no llegó. También insisten que están vendiendo el caso Vialidad como una inflexión crucial para el futuro del gobierno, cuando saben que todo está construido sobre la figura de una asociación ilícita, donde CFK sería la jefa de todo, con un rol difícil de probar hasta para sus mayores detractores.

Pero los lamentos y broncas por el rumbo que tomó JxC sobre el cierre del año no salen del susurro. Nadie quiere poner en riesgo el frente común que posibilita subsumir todo debajo de la alfombra polarizadora. Abajo quedó, al menos por ahora, el hervidero de internas que, para esta fecha, ya esperaban haber controlado. Lo mismo sucede con el escándalo que estalló en Diputados. Son numerosos los diputados y dirigentes de JxC que se lamentan por el nivel de impacto del escándalo, pero también hablan entre susurros. Ninguno salió a desautorizar la movida o diferenciarse. Rodríguez Larreta lanzó algunos lamentos y su socio ultraliberal, el exministro Ricardo López Murphy, dijo que fue un bochorno.  En ese silencio mayoritario se cocina la conveniencia del «siga, siga» para la semana que viene.  En la Cámara baja continuarán los pases de factura: el FdT reclama la expulsión del titular del PRO, Cristian Ritondo, por las agresiones contra Moreau y el lunes en JxC se preparan para devolver las gentilezas contra el diputado Rodolfo Tailhade, del FdT, por decir que a los diputados y diputadas de JxC les gusta que Macri los sodomice. Así será este lunes, pero la agenda se endurecerá desde el martes con la sentencia y los planteos opositores. Los más ultra deslizan un pedido de renuncia contra la vicepresidenta y otros van por menos. «Si hay algo difícil de hacer es acordar una posición común sobre Cristina y el juicio», se lamentó uno de los participantes de ese debate interno. Detrás de la conveniencia común para ahondar la pelea con el FdT hay una preocupación mayor, porque el nivel de tensión que sale de Diputados y que se expresará este martes tiene un gran beneficiario detrás de escena, como es el caso del diputado de ultraderecha Javier Milei.

A pesar de los riesgos que eso implica, el calibre de la tormenta discursiva que prepara JxC será acompañado por otra contraofensiva para paralizar Diputados hasta fin de año.

Gracias a eso quedó atrás, a pesar de la tirantez y las diferencias que siguen surgiendo, la mutiplicidad de candidatos que tiene JxC en la provincia de Buenos Aires. Lo mismo sucede con la guerra fría entre el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta y el expresidente Mauricio Macri para definir cómo será en 2023 el control de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito que gobiernan hace 14 años.

El magnate sigue disfrutando de la butaca protocolar que tiene en el Mundial de Qatar como presidente de la Fundación FIFA. No estará este martes cuando se conozca la sentencia. Zafó de ver el nivel de discrepancias que tiene la alianza hasta para acordar una posición común. Se está guardando para “definir en marzo si se presenta, pero para eso tiene que ver cuánta agua hay en la pileta para ver si se tira”, confió un jugador que habla a menudo con el fundador del PRO.

Para la definición presidencial todavía queda saber qué hará Macri y cómo influirá en la Ciudad. Hay negociaciones con Rodríguez Larreta para pactar un candidato común, pero en ese menú bajan las acciones del primo Jorge Macri y aparece la posibilidad de un tapado.

Algunos arriesgan  que la exgobernadora María Eugenia Vidal podría surgir como una prenda de unidad entre los sectores en pugna. Se sumaría el ministro de Salud, Fernán Quirós y quedaría una compleja negociación con el radicalismo, liderado por el senador Martín Lousteau. La operación de unidad del PRO para controlar la capital genera entusiasmo, pero también encierra una dura pelea con la UCR por delante.

En territorio bonaerense cada vez son más los dirigentes de JxC que advierten las consecuencias graves que podrían afrontar si no unifican un candidato común. “No tiene sentido tener chances para ganar la presidencia si no ganamos Buenos Aires”, se quejó otra alta fuente de JxC en la provincia que propone reeditar la experiencia de 2015: que jueguen todos los precandidatos presidenciales posibles pero que todos lleven a un solo aspirante para pelear la gobernación, como cuando se ordenaron detrás de Vidal. Suena posible, pero de difícil concreción para las escuderías bonaerenses de Larreta, que impulsan a Diego Santilli, y de Patricia Bullrich, que insiste con Ritondo para el mismo puesto. «Esto que hizo el jueves fue para la campaña, pero no se comporta como un gobernador, sino como un barrabrava», se quejó una fuente macrista que elige señalar la ofensiva en Diputados como un búmeran que está en la primera etapa de su trayectoria. «