Había una vez un Gato muy, muy, muy vago. Cuentan que era más vago que Don Ramón con fiaca. Don Gato, así lo llamaban, tenía una pandilla, Juntos por el Gato. Durante varios años, el felino y sus matones asolaron el país de Nomeacuerdo. Entre sus maratónicas sesiones de Animal Planet, acurrucado siempre en su reposera, Don Gato se daba tiempo para espiar, hacer negocios non sanctos y practicar la represión con uñas afiladas contra los sectores populares de Nomeacuerdo.

Una Pato bravucona era la encargada de comandar las garras del felino nostálgico de las botas militares. Fiel a su estirpe patricia y criolla, cada vez que daba un paso, la Pato se mandaba una cagada. 

Recuerdan los memoriosos, cuando Don Gato perdió el poder en las elecciones en Nomeacuerdo allá por 2019, empezó a devorarse uno a uno a los miembros de su pandilla. Además de vago, el felino era glotón. Don Gato creía que, al comerse a sus socios, podía ganar sus poderes. Antropofagia lo llaman los cientistas sociales. Más de una vez, el felino estuvo a punto de deglutirse a la Pato. La presa era fácil. Pero michifuz prefirió darse tiempo, manejarla como juega el gato maula con el mísero ratón.

Hace unos años, un León bocón muy, muy, muy peligroso, primo hermano del gato por derecha, empezó a ganar poder en el país de Nomeacuerdo. El animal de raro peinado nuevo, siempre bien protegido por la serpiente verde militar Vichacruel, gustaba de dar verborrágicos discursos contra la casta, contra los Derechos Animales y vaya uno a saber qué demonios más, que le dictaban las voces de motosierra en su cabezota despeinada. Incluso propuso vender los árboles, los mares, las veterinarias públicas y todo recurso del Reino Animal que pudiera transformarse en un negocio.

Para sorpresa de propios y extraños, el León quedó primero en las pasadas elecciones de agosto en Nomeacuerdo. El zarpazo lastimó fulero al Tigre, el candidato del animalismo en la disputa. También, dejó nocaut a la Pato, la polla de Don Gato en la carrera electoral. El capanga de Juntos por el Gato empezó entonces a flirtear con el León, que ya se creía el rey de Nomeacuerdo.

Con el comienzo de la primavera, las hormiguitas que viven en Nomeacuerdo empezaron a organizarse para presentarle batalla al León bocón. No fue fácil: la inflación, el desencanto, los errores del animalismo no ayudaban. Sin embargo, las hormigas de Nomeacuerdo tienen memoria. No quieren que un León o un Gato ultrafachos reinen en sus pagos. Finalmente tuvieron revancha el pasado domingo en las urnas. Todas unidas, triunfaron y les dieron flor de paliza.

Ni 24 horas habían pasado de los comicios en Nomeacuerdo, cuando nos desayunamos con la noticia de que Don Gato y el León se comieron de un solo bocado a la Pato. Entre gallos y medianoche, los felinos acordaron aparearse para enfrentar al animalismo y a otros sectores populares de Nomeacuerdo en el balotaje. Lo comunicaron con un meme: estadio máximo de la comunicación política del siglo XXI, dicen algunos burros. En la imagen se ve al León abrazando a la finada Pato. No hay señales de Don Gato en el cuadro. Cuentan que prefirió quedarse en su gimnasio-rascador felino. Total, el León ya estaba rendido a sus pies.

Todavía queda la batalla final en noviembre, la moneda está en el aire y las hormiguitas siguen trabajando sin descanso para derrotar a la Alianza del León bocón y Don Gato. Los poderosos no deberían jamás despreciar la fuerza de los pequeños cuando se unen.

Algo sí está claro: colorín colorado, Juntos por el Gato ha terminado.