Es la guerra santa del supuesto libre mercado. Un mundo en que las corporaciones controlan la vida de los seres humanos a través de las apps. El planeta de los superricos, el emperador Elon Musk tiene más poder que varios países. Una matrix en la que cada sujeto vive separado del resto, metido en una incubadora.

La cosplayer y candidata a diputada de la Libertad Avanza Lilia Lemoine propone que los varones puedan elegir hacerse cargo de sus hijos en los primeros 15 días de embarazo de las mujeres. Una vuelta a la figura del hijo bastardo que parecía enterrada en la prehistoria. Un candidato a diputado, que seguramente entrará al Congreso, Alberto Benegas Lynch (hijo), propone privatizar alta mar para que se cuide a las especies. Su candidato presidencial Javier Milei sostiene que a los ríos hay que contaminarlos hasta que se vuelva negocio cuidar el agua, es decir, cuando las personas comiencen a morir de sed mientras caminan y vender agua potable sea un negocio multimillonario. Entonces alguien cuidará el río. Por ahora es más negocio contaminarlo. Ya que estamos: ¿por qué no estimular aún más la contaminación del aire para montar una empresa que venda oxígeno purificado? El que puede pagarlo vive, el resto, muere.

En una de las escenas finales de la película La Caída, Joseph Goebbels está en el bunker subterráneo con Adolf Hitler mientras los aliados despedazan Berlín con un bombardeo. Goebbels está sentado en la mesa. Las paredes del bunker tiemblan por el impacto de las bombas. Mira a Hitler y dice: “El pueblo alemán ha demostrado no ser el más fuerte; entonces tiene que morir”. Era la fase final del fundamentalismo sobre la idea de la raza superior. El übermensch con el que los nazis habían justificado la conquista de Europa y el casi exterminio de los judíos se daba vuelta. Y al personaje de Goebbels le importa más sostener su teoría darwinista que cuidar a su pueblo. Esto es lo que ocurre con el imaginario ideológico de la Libertad Avanza y parte del macrismo. Por eso odian al país. Les importa más confirmar su religión mercantilista sobre todo lo existente que cuidar a los argentinos. De hecho, la palabra cuidado no existe en el diccionario del mileismo. Quizás eso explique su dificultad para ingresar con más fuerza en el voto femenino.

La Libertad Avanza es la versión radicalizada de las mismas ideas vetustas de los conservadores argentinos, que han fracasado una y otra vez en los últimos 120 años. Añoran la hegemonía conservadora del siglo XIX, que por cierto fue protagonizada por dirigentes que tenían una visión de país. Poner a Ramiro Marra al lado de Domingo Faustino Sarmiento es una sátira. La derecha conservadora ilustrada de la argentina sufre una decadencia que no tiene fondo.

Enfrente hay un gobierno peronista que generó decepción y eso explica en parte lo que ocurre. Ocho años de inflación por encima del 50% anual en promedio tienen un efecto de desquicio en la sociedad. No se puede minimizar además el poder del aparato de propaganda-los medios del establishment- en donde los Mileis se cuentan hace años por cientos.

Argentina pone en riesgo lo mejor de sí misma en estas elecciones: la política de Derechos Humanos; la universidad pública admirada en toda la región, de la que salieron los tres premios Nobel en ciencias que tiene América Latina; la salud pública a la que funcionarios chilenos vinieron a pedirle ayuda durante la pandemia, entre tantas otras cosas. Y, en lo inmediato, el riesgo cierto de que la inflación alta se transforme en híper antes de que llegue la navidad. Que los precios no suban por semana sino por hora, como sucedió en el final del gobierno de Raúl Alfonsín.

En todas las elecciones presidenciales hay una puja de modelos. En esta ocasión hay que elegir antes de eso no saltar al abismo. «