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Son pocas las veces en que un reclamo de la sociedad civil tiene tratamiento en el Congreso. Este logro visible (la aprobación de la despenalización de la interrupción del embarazo en la Cámara de Diputados) es la expresión de un largo camino recorrido. Es producto de la determinación y capacidad de articulación política del movimiento feminista. El proyecto nació en los Encuentros Nacionales de Mujeres. Se gestó en Rosario, en 2003, y se consolidó en el de Mendoza, en 2004, con la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. De allí en más no se paró hasta conseguir su tratamiento parlamentario, que contó seis presentaciones frustradas. Se insistió hasta que la Campaña se metió en el Congreso y el Congreso se metió en la Campaña. Hubo cuatro diputadas que inicialmente firmaron el proyecto. Fueron Victoria Donda (Libres del Sur), Brenda Austin (UCR), Mónica Macha (FpV) y Romina del Plá (FIT). Luego se llegó a 71. Una vez adentro, se fue armando un grupo de trabajo legislativo que sumó a Mayra Mendoza del FpV, a la massista Cecilia Moreau y al propio presidente del Plenario, Daniel Lipovetzky (PRO). La transversalidad político partidaria detrás del derecho al aborto se mantuvo a pesar de la discusión y votación de la ley antitarifazo, que sí dividió al Congreso en oficialismo y oposición.
Esos dos meses de trabajo conjunto en el plenario de comisiones dio sus frutos en el aceitado trabajo de convencimiento que hicieron cada uno de estos legisladores en sus respectivas fuerzas políticas y más allá también. «Miren afuera», repetía, indignado, Lipovetzky, mientras caminaba por Pasos Perdidos a las seis de mañana. Era un pedido hacia el Ejecutivo, horas antes de la crisis del dólar. Cambiemos no podía quedar como el espacio político que más votaba en contra, mientras casi todo el FpV votaba a favor. Fue entonces cuando Héctor Stefani y Carlos Roma, ambos fueguinos y del PRO, se definieron a favor y el oficialismo logró un escenario de empate interno.
También a las seis de la mañana, Mendoza, Del Plá, la massista Cecilia Moreau y Donda, se reunieron con el presidente de la Cámara, Emilio Monzó. No les garantizó nada. Entonces la acción pasó a Pasos Perdidos, donde en conferencia de prensa acusaron al gobierno de no querer lograr la media sanción.
Por su parte, Mendoza hacía contactos hacia afuera del FpV, pero hacia adentro del peronismo. A través de la ex diputada nacional pampeana María Luz Alonso logró estar en contacto permanente con Sergio Ziliotto y el gobernador de La Pampa, Carlos Verna, quien ya se había manifestado a favor de manera pública. Dio resultado. Melina Delú y Ariel Rauschenberger dieron el sí. De ahí en más, la brecha se hizo indescontable. Cuatro votos de diferencia a favor para esta primera media sanción es un montón.
El alto nivel de seguimiento del debate y la persistente vigilia también sumaron un contexto favorable y un factor de presión clave. Por primera vez en mucho tiempo, gran parte de la sociedad se quedó mirando el debate hasta tarde o se levantó temprano. Se vio claro el nombre y la posición de cada diputado. También sirvió para evidenciar el pobre nivel político de muchos, en un momento crucial en que la Historia hizo foco en ellos.
El debate aportó crisis política hacia adentro de alianzas endebles. Luis Contigiani de Santa Fe rompió con Partido Socialista y José Luis Ramón con Evolución Radical En ambos casos fue por estar en contra. La clara diferencia a favor, el autoescrache público de algunos legisladores, el alto nivel de posicionamiento en la agenda pública, con figuras como Susana Giménez y Marcelo Tinelli del lado del bien y la persistencia del movimiento feminista, dan cuenta de que no hay vuelta atrás. De todo esto están tomando nota algunos senadores que quieren seguir siéndolo o quieren aportar a potenciar candidatos a nivel provincial y nacional. «