Javier Milei ha formado un gobierno tecnocrático y liberal que recuerda al de Carlos Menem y otras administraciones noventistas. La mayoría de las personas que convocó para su gabinete fueron seleccionadas por su perfil técnico y por afinidad ideológica con el presidente, y no tanto por su representatividad política. La excepción es Patricia Bullrich, aunque ella también ha sido llamada por su experiencia en seguridad; hubiera sido distinto si se le ofrecía la Jefatura de Gabinete, pero fue confinada, ella también, a un perfil tecnocrático. ¿Qué significa esto? Que Milei se está reservando para él la gestión política. Que la musculatura política del gobierno será ejercida por él mismo, y en forma personal.

El gobierno tecnocrático es el reino de los técnicos: economistas, abogados y profesionales varios que son convocados a la función pública en nombre de su expertise. Lo contrario es el gobierno de los políticos, que selecciona a los cuadros por sus votos, popularidad o trayectoria partidaria. El problema de los técnicos es que no saben hacer política, y rápidamente se debilitan. Por eso, el gobierno tecnocrático sólo funciona si detrás de los técnicos hay fuerza –el típico caso de los Chicago Boys de Chile, sostenidos por el bastón de Pinochet– o liderazgo político. El menemismo fue el segundo caso: Cavallo, Dromi y otros podían hacer gracias a que Menem los respaldaba. Ese era el trabajo de Menem: conseguir los votos que mantienen a la maquinaria funcionando.

Milei decidió ser el Menem de la nueva tecnocracia. Además de llamar a los descendientes de la familia, como el sobrino Martín, resolvió ser el factótum de la popularidad. Claro que Milei no tiene la experiencia que tenía Menem, un discípulo del propio Perón, ni tiene un PJ detrás. Por eso, va a utilizar a fondo la herramienta que tiene, que es la comunicación directa con la masa electoral. Con el pueblo, digamos.

En esos términos debemos entender las escalinatas de Milei. El presidente electo decidió que su discurso de asunción no se dirigirá a los legisladores, sino a los votantes, representados simbólicamente por la plaza de los jóvenes. Que ya no son para la liberación, aunque sí para el libertarianismo.

Tecnocracia y escalinatas son los dos datos que tenemos, por ahora, para entender al Milei real. El mismo encarnará el liderazgo, e intentará que su 56% se mantenga incólume en un primer año de estanflación y pérdidas de ingreso real. Su discurso deberá ser muy eficaz, tanto en la exculpación de responsabilidades como en el desarrollo de una épica que mantenga viva la ilusión. El desafío es mayúsculo./