La inédita transversalidad que impulsó en Diputados la media sanción del proyecto de legalización del aborto halló en el Senado un escenario más esquivo, atravesado por el sólido dogmatismo de representantes de provincias donde la Iglesia sigue detentando una importante cuota de poder.

¿A quién responden esos senadores? ¿A los intereses de la ciudadanía o a sus propias creencias? Un sencillo cruce de datos entre sus posturas anticipadas en este debate y la fórmula por la cual eligieron jurar al momento de asumir sus bancas demuestra que son mayoría entre quienes ya anunciaron su rechazo los que en el juramento invocaron a “Dios, la Patria y los Santos Evangelios”. En total, 24. Entre ellos, Federico Pinedo, Esteban Bullrich, Julio Cobos, Carlos Reutemann, Julio Cobos, los riojanos Julio Martínez y Carlos Menem, la tucumana Silvia Elías de Pérez, el formoseño José Mayans y el jujeño Mario Fiad, titular de la comisión de Salud.

En efecto, el celeste de los pañuelos “pro vida” y el negro de las sotanas viene tiñendo este debate de argumentos falaces y que corren el eje de la discusión principal. En La Rioja, donde los senadores fieles a sus creencias religiosas votarán contra el proyecto de IVE, el viernes 3 de agosto decretaron asueto en la capital y pusieron colectivos de líneas gratuitos a quienes llevaran pañuelos celestes para que asistieran a la marcha «pro vida» que se convocó para ese mediodía.

Durante las exposiciones en el plenario de la Cámara Alta, algunas senadoras intentaron posar un manto de duda sobre los especialistas, preguntando a cada uno de ellos quién los financiaba. La operación se cayó.

Muchas clínicas e instituciones de salud tienen directores que son objetores de conciencia. Todos ellos están vinculados de algún modo con la Iglesia o con sectores ultraconservadores dentro de ella, como el Opus Dei. El escenario se agudiza en el Noroeste y el Noreste, donde la religión tiene un lugar rector de la dinámica social.

Cruzada evangélica

A las presiones que ejerció la Iglesia Católica se sumaron vastos sectores de las iglesias evangélicas. El sábado, el centro porteño se pobló de fotos con fetos y mujeres pariendo, con cánticos «pro vida» de fondo. Colectivos de todas partes del país llegaron al mediodía a la ciudad para asistir a una marcha que fue multitudinaria frente al Obelisco, ocupando varias cuadras, y que consagró la clandestinidad del aborto  pidiendo por «las dos vidas».

El caso de Tucumán

Durante una polémica sesión, los legisladores de la provincia de Tucumán aprobaron una resolución en la que declararon al Jardín de la República «provincia pro vida». De los 43 senadores, 39 votaron la iniciativa. Sólo se expresaron en contra Silvia Rojkés de Temkin, Stella Maris Córdoba, Nancy Bulacio y  Fernando Valdéz.

La resolución no tiene peso jurídico. Simplemente sirve como presión hacia los senadores tucumanos. Se lee allí también una pelea política entre el oficialismo y el senador Alperovich (uno de los indecisos), a quien también le hicieron un violento escrache el martes a través de unos afiches con un marcado sesgo antisemita.

No se permitió, durante la sesión, el ingreso de militantes a favor del aborto, y quienes pudieron, debieron hacerlo a escondidas. De ese modo, la interna proselitista se impuso simbólicamente sobre los derechos de las mujeres. Tucumán es la única provincia que no adhirió a la Educación Sexual Integral, que ni siquiera discutió la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y que no aplica el protocolo de Interrupción Legal del Embarazo, previsto para los casos de violación o peligro de vida. «