En marzo de 2015 el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri eligió una entrevista radial para lanzar uno de los ejes de su flamante campaña presidencial: “A partir de diciembre no hay cepo. Voy a permitir que la gente compre y venda dólares porque van a sobrar en la Argentina”. Nueve meses más tarde alcanzaría el sillón de Rivadavia y seis días después cumpliría el pacto con su electorado. Un pacto que duró hasta el 1 de septiembre pasado, cuando su gobierno restableció los controles cambiarios. Esta vez no hubo anuncio, el ahora titular del Ejecutivo escogió refugiarse en su quinta mientras la noticia se conocía a través del boletín oficial.

“Macri se abrazó tanto a ese pacto que llegó a defaultear deuda antes que establecer controles cambiarios. Ha sido realmente central para el futuro y el destino del gobierno” señala Ariel Wilkis, sociólogo y decano del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES). “Pero queda el interrogante abierto de qué efecto va a tener que haya sido este gobierno el que reconoció como derecho fundamental la no intervención en el mercado cambiario y el que lo vulneró”, añade. 

“El derecho al dólar tiene una historia corta. Mientras que el dólar como institución tiene una historia larga que no siempre es igual”, añade Mariana Luzzi, también socióloga e investigadora del Conicet. “Porque uno encuentra regulaciones del mercado cambiario casi todo el tiempo desde 1931 en adelante. Esas regulaciones podían ser una canilla más o menos abierta. Pero la regla es más el control que la liberalización. Y los momentos de liberalización completa son pocos”, explica a Tiempo.

Wilkis y Luzzi investigaron durante años esa verde obsesión para publicar “El dólar. Historia de una moneda argentina”, un libro que ya va por su segunda edición en dos meses desde su lanzamiento. Allí los autores repasan la relación de los argentinos con el billete de Washington más allá de su valor económico (o precisamente por su desborde del mercado cambiario) y plantean que se trata de una institución (“tal vez una de las más persistentes de la historia social y política de la Argentina en las últimas décadas”). Lo que queda en evidencia de su detallado trabajo es que el dólar es, desde hace al menos 90 años, una forma de interpretar la realidad argentina.

–¿Qué rol cumplen los medios en volver al dólar una moneda popular?

Mariana Luzzi: –Decir que el dólar se convierte en una moneda popular es que se transforma en una moneda familiar para grupos grandes de la población. No sólo porque es accesible, sino que resulta comprensible. Si hablamos de Letes, Leliq, Lecap la gente no entiende, pero el dólar les resulta fácil. En algún momento era opaco, como quizás hoy es el funcionamiento de la bolsa, pero ya no. Y en eso los medios tuvieron un rol importante. Y ahí pongo también a la publicidad, porque en los medios es donde la audiencia se encuentra con ella.

Ariel Wilkis: –Todas las mediaciones culturales (medios, crónicas, columnas de opinión, publicidad, el teatro de revista, humor gráfico, humor televisivo), permitieron hacer familiar lo que era lejano y que debía tener un proceso de apropiación. Y como la apropiación de una moneda no es natural, requiere procesos de aprendizaje. Estos materiales dan cuenta de cómo los distintos sectores se apropiaron de la moneda y la hicieron parte de su vida cotidiana en dos planos: en su relevancia política para entender que pasa ahí y también en su práctica cotidiana.

–¿Cuál es el inicio de la popularización del dólar?

ML: –Para nosotros los inicios se dan en los ’60. Es el momento en que se produce un cambio importante en el periodismo que tiene que ver con modernización, cambio de lenguajes, la mayor parte de los diarios grandes se reestructuran, cambian la ubicación de las secciones, aparecen las notas firmadas, etc. Con ese cambio aparecen innovaciones en la forma en que se narra la economía, que pasa de ser técnica, codificada, poblada de números, para ser información que puede ser tapa, que puede ser narrada como crónica y acompañada por imágenes. 

AW: –Hay que mencionar que los entornos o las infraestructuras de comunicación desde el ’30 hasta ahora van desde las columnas de opinión de los ’60 hasta el meme, que es lo más familiar que hay hoy porque se mezclan las conversaciones con amigos o familia con interpretaciones sobre lo que está pasando. Y son formas de hacer circular la interpretación de la importancia del dólar.

– ¿Cómo se visibiliza el rol de las élites en la relación popular con el dólar?

AW: –La existencia de actores de peso económico que puedan intervenir con más o menos incidencia en el mercado cambiario no es muy singular del caso argentino. Lo singular es cómo esos actores que tienen impacto afectan al conjunto de la sociedad no solo en términos económicos, sino en la manera de cómo interpretar su posición, su destino y el desempeño de un gobierno. Sin popularización no se entiende parte de los condicionantes que esos actores pueden imponerle a un gobierno. Porque no se relacionan solo a su poder de fuego económico, sino tienen una relación política. Tocan una fibra que es el mercado cambiario y que es donde la sociedad está metida para evaluar el desempeño de un gobierno. 

ML: –Pensar en las dos monedas al mismo tiempo (tener en cuenta al dólar como referencia), otorga márgenes de maniobra en una economía que está fuertemente signada por la inestabilidad. Y eso es una ganancia porque te permite protegerte. Es una cintura que no tenés cuando te mantenés en una moneda que pierde valor recurrentemente. Esos márgenes de maniobra son un modo de refugio y también oportunidades de ganancia. Porque aparecen formas micro y macro de sacar diferencia con los mercados paralelos. La historia de la popularización del dólar es también la de un sinnúmero de microformas de especulación cambiaria a la mano de grandes y chicos. Cada época tiene la suya con sus nombres propios del ingenio popular: el dólar puré, el calesita, etc. Lo que hacían era nombrar qué tipo de operaciones podían hacerse para obtener ganancias con los movimientos del mercado cambiario. Sea por el lado de la especulación o de la protección, el dólar abre un margen de maniobra muy valorado. Pero ese margen de maniobra es siempre individual. Y al mismo tiempo que genera espacios de libertad más amplios en el plano individual, genera restricciones más profundas en el plano colectivo. Esta es la gran tensión que aparece como un abismo recurrentemente en la Argentina.

–Tomando el concepto del dólar como institución es curioso que en época de crisis de instituciones sea la única que continúa en pie o que se fortalece cuando las otras se debilitan…

AW: –Tal vez sea una de las instituciones más persistentes de la historia social y política de la Argentina en las últimas décadas. Y aunque la respuesta individualista no cierra si uno va a los números (todo periodista económico lo puede decir), lo que perdura es el aprendizaje político de parte de la sociedad argentina de que ese uso del dólar es también una relación de autonomía en relación al Estado. Y es muy difícil renunciar a ese aprendizaje porque no solo te dio la posibilidad de tener alguna ganancia, sino que te permitió tener algún grado de previsibilidad o capacidad de ganarle al futuro ante la falta de protección que el Estado argentino le brinda a la sociedad. Abandonar la autonomía es un costo altísimo. Por eso lo comparamos con el uso de los estadounidenses con las armas. Ellos no renuncian a la autonomía respecto del Estado y los argentinos no quieren renunciar a una autonomía política que fue eficaz para salvar algunas coyunturas económicas y financieras complicadas.

ML: –El derecho al dólar tiene una historia más corta que la de la popularización. La posibilidad de asociar al dólar como derecho es tan novedosa como la decisión de que el Estado promueva, de manera no exitosa, la necesidad de discutir la relación de los argentinos con el dólar. Esa batalla cultural que quiso ser planteada durante el kirchnerismo en relación al mercado cambiario era la primera vez se quería poner sobre la mesa de la discusión pública el rol que tenía el dólar en la economía argentina (ver aparte).

-¿Y cuál creen que puede ser una estrategia exitosa para desanudar esta relación?

AW: –Nosotros contamos una historia y como tal es un proceso que puede transformarse. La centralidad del dólar no es natural, no es una condena. Justamente mostramos que no siempre fue así, que fue cambiando, que fue de largo plazo y que fue lento en ese proceso. Asi que la transformación también será en el largo plazo. Medidas que pretendan sacarle centralidad al dólar en el corto plazo van a salir mal. Por otro lado nuestro libro muestra que si el dólar es central es porque desborda el mercado cambiario y damos cuenta de cómo está enraizado en la cotidianedidad. Entonces pensar ese proceso implica tener en cuenta una intervención en varias dimensiones. Y lo central tiene que ser pasar del derecho individual a la protección a la sociedad. Hay que sacarle crédito al ir al dólar de protegerse del Estado.

AW: –El Estado también debe pensar en dar protección a la sociedad. Entonces no solo son medidas sobre el mercado cambiario, sino vivienda, salud, educación, el sistema financiero. «

La cotización sirve de alarma y dice qué podés hacer»

«Que el dólar no tenga la misma relevancia en otros países no quiere decir que en contextos de inestabilidad no hayan tenido procesos parecidos con otro instrumento financiero. Lo que sí es singular es el modo en que se enlazan en torno del dólar los factores económicos en relación a la inestabilidad y la inflación, y la dimensión política de una moneda que es un instrumento de interpretación de la realidad, que sirve de brújula en un contexto en que no se sabe adónde se va. Al mismo tiempo, sirve como un instrumento que sirve para ganar autonomía», explica Wilkis. «En la crisis de 2001 la gente no miraba la cotización del dólar porque había convertibilidad. Entonces miraba el riesgo país, que cumplía el rol del dólar. Mi abuela, que no sabía qué era, sabía que era malo que suba. Le decía qué pasaba pero no qué hacer. El dólar, en cambio, te dice las dos cosas. Sirve como alarma y dice si podés comprar, sacar del banco, etc.», añade.

El kirchnerismo logró calmar la ansiedad durante unos años pero no logró quitarle centralidad al dólar. «Tal vez lo que falló en la batalla cultural que intentaron fue la mirada global de la relación entre la sociedad y el dólar. Porque no se resolvía con una restricción cambiaria, por más que venga acompañada con una narrativa. Había una sobreexpectativa de que una medida de control cambiario iba a implicar un retroceso de la opción de los argentinos por el dólar. Pero no pasó porque hay una relación política más que económica. Y esa relación persiste. La mediación del kirchnerismo no hacía más que alimentar que la opción era el dólar. La tensión entre la opción individual y el proyecto colectivo era de corto plazo».