La clase dominante fue perdiendo en América Latina (desde la irrupción de Chavez hasta hoy) su condición de clase dirigente y por lo tanto su capacidad hegemónica.

Fue así que los gobiernos neoliberales fueron en forma paulatina barridos electoralmente.

Lo que sí sostuvo la clase dominante fue su capacidad de veto o bloqueo al desarrollo de los procesos populares.

En algunos casos los movimientos populares se limitaron a actuar dentro del espacio y límite que imponía el antiguo régimen neoliberal.

Ésta fue y sigue siendo la mayor virtud con que cuenta la derecha. Ellos ya no entusiasman como en los 90 pero sin embargo limitan y llevan en muchos casos a frustrar nuestros compromisos electorales.

Si no avanzamos sobre esos límites -que son los propios del capitalismo- tenemos el riesgo de que la ola popular en Latinoamérica no llegue a buen puerto.

El mayor problema no es que se impongan -en una coalición movimientista y heterogénea- posiciones conservadoras, sino que los sectores más dinámicos del Frente las terminen celebrando o aceptando como inevitables.

Los reveses por decisiones equivocadas en políticas públicas son coyunturales, perder pulseadas o votaciones parlamentarias sosteniendo los principios muchas veces se convierte en fortaleza.

Pero las derrotas culturales por asimilación de la ideología de tus adversarios generalmente se transforman en estratégicas.

Éste es el riesgo más grande que enfrentamos.

Cuando empezamos a concentrarnos en variables como el riesgo país, si suben o bajan los bonos, la cotización del dólar blue y al mismo tiempo se descuidan los salarios, jubilaciones y los ingresos populares entramos en una deriva peligrosa.

Jugamos en el cuadrante en el que ellos nos obligan.

Para enfrentar éstas amenazas se requiere audacia, coraje y voluntad política para romper los límites que nos impone la clase dominante y a su vez apelar a la memoria histórica para enfrentar los renunciamientos a los que nos invitan.

Y al mismo tiempo abordar la difícil tarea de reconstruir fuerza popular movilizada y organizada, para no errar el camino o ayudar a reencauzarlo. Tarea compleja cuando las señales que se emiten desde el centro político tienden a desmovilizar.

En nuestros países hay intereses antagónicos en pugna, si no se confronta con los sectores dominantes ter-minaremos indefectiblemente dominados.

Estamos a tiempo de evitar el naufragio. Sobra pueblo para dar pelea si la decisión es enfrentar a los grandes monstruos que nos acechan.

Nunca es tarde.