El presidente Alberto Fernández pronuncia este martes su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en una sesión que por primera vez se realizará en forma no presencial por el coronavirus.

Fernández será el décimo orador en la jornada inicial de deliberaciones, en las que además se celebrará el 75 aniversario de la creación del organismo internacional, aunque en esta oportunidad con una dinámica virtual inédita debido a la pandemia.

Se estima que el mensaje del presidente argentino será difundido en la Sala de la Asamblea entre las 18 y las 19 (hora de la Argentina), debido al orden de los oradores, entre los que se encuentran los mandatarios de Brasil, México, Colombia, Uruguay y Perú.

Según difundió la agencia estatal Télam, en su mensaje de 15 minutos, Fernández denunciará el endeudamiento externo «tóxico e irresponsable» de los países con «fines especulativos»; agradecerá el apoyo de la comunidad internacional en la renegociación de la deuda y adelantará que las conversaciones con el FMI se encararán «responsablemente».

También expresará su «esperanza» para que la solidaridad, el diálogo y la cooperación entre naciones sea el camino para superar la pandemia que profundizó la pobreza, el hambre y la desigualdad en el mundo, al tiempo que resaltará la prédica del papa Francisco para recrear un multilateralismo basado en la solidaridad.

Agradecerá el apoyo de la comunidad internacional para arribar a una solución por la deuda externa y que las negociaciones con el FMI se encararán «de forma responsable» y «respetuosa» de los compromisos contraídos, pero evitando poner en riesgo las condiciones que permitan la reactivación económica y la construcción de un sendero de desarrollo inclusivo y sostenible en nuestro país.

Reivindicará los legítimos e imprescriptibles derechos de soberanía de la República Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, los cuales forman parte integrante del territorio nacional argentino, y que están ocupados ilegalmente por el Reino Unido desde hace ya más de 187 años.

La Asamblea General tendrá una dinámica inédita por su virtualidad en plena crisis por la pandemia y la disputa comercial y diplomática entre Estados Unidos y China.

El presidente estadounidense, Donald Trump, había dicho que quería ir a Nueva York a pronunciar su discurso, pero finalmente desistió, quizás, según analistas, porque la gran sala prácticamente desierta -solo ingresará un diplomático por misión- no cuadraba con su estrategia de levantar su perfil internacional de cara a las elecciones de noviembre.

No habrá las acostumbradas reuniones bilaterales sucesivas, ni diplomacia «bajo la mesa» para hacer frente al coronavirus, ni encuentros al margen de los ministros del Grupo de Lima para debatir la crisis en Venezuela, ni visitas del presidente cubano a una iglesia del norte de Nueva York para fustigar el capitalismo.

En el sitio web de la ONU, los discursos de los 193 países miembro de la organización se sucederán durante ocho días, el primero de todos el del presidente brasileño Jair Bolsonaro, como es tradición tras el discurso de apertura del secretario general António Guterres.

Le seguirá Trump y, luego, los presidentes de Chile, Cuba, Irán, Colombia, México, y en décimo orden se ubicará el presidente argentino.

En las semanas venideras, la ONU organizó varias cumbres temáticas virtuales sobre la enfermedad Covid-19, la lucha contra el calentamiento climático, el Líbano, Libia, la biodiversidad.

Aunque casi no hay nadie en el edificio de la ONU, se han instalado barreras de seguridad alrededor.

Pero el barrio de Turtle Bay en Manhattan, que cada septiembre se transforma en un búnker resguardado por cientos de policías a raíz de la visita de más de 10.000 jefes de Estado y de Gobierno, ministros y diplomáticos de todo el mundo, está inusualmente tranquilo.

Solo los periodistas «residentes» de la ONU -que tienen una oficina en el edificio y un pase especial- pueden trabajar desde la sede. Las cafeterías están cerradas, y los pasillos, silenciosos.

Para evitar problemas técnicos como ocurre regularmente en las videoconferencias del Consejo de Seguridad, la ONU pidió a los líderes que entreguen sus discursos cuatro días antes de su difusión, lo cual elimina toda espontaneidad y reacción a noticias recientes.