Pasó un año y seguimos sin encontrar justicia. Porque justicia no es la condena de quién tenía el arma en la mano o sobre quienes supuestamente estaban acompañándolo. Justicia sería que lo pagasen todos quienes están involucrados en la violencia que ha vivido la Argentina en este año.

Empezando por los medios generadores del odio. Que en realidad son el brazo por el que sale la mano de Sabag Montiel. Son los grupos dominantes, como Clarín, La Nación o Telefé, que impulsaron a la locura que vivimos hace un año cuando intentaron matar a Cristina Fernández.

Justicia sería que los Caputo pagasen por todo el dinero que le dieron a los violentos que fueron a perturbar la vida y a provocar constantemente desde las veredas de la casa de Cristina o en el Instituto Patria.

Justicia sería que Gerardo Milman se hiciera responsable de toda la participación que evidentemente ha tenido en el episodio. Y que también los famosos “ángeles de Milman” tengan que pagar ante la justicia por la responsabilidad que pesa sobre ellos: ¿por qué borraron los celulares? ¿por qué trataron de apartarse a como diese lugar de un episodio de esta naturaleza, si tenían todo en orden? ¿por qué ellos sabían lo que sabía Milman?

Es increíble lo que le pasa a la Argentina en materia de Justicia. Un estado paralelo comandado por los medios de comunicación como Clarín y La Nación y la mafia judicial, son los elementos ya no perturbadores sino distorsionadores de la vida en democracia. La república vive en peligro con gente que se comporta de esta manera.

Hace un año. Habíamos vivido unas semanas de ataques sostenidos, a perpetuidad, contra Cristina Fernández, a raíz de lo que era el juicio en el que participaba frente a la mafia judicial encarnada en ese momento en el fiscal Diego Luciani. Las tapas de Clarín, los discursos de ese fiscal retorciéndose ante la cámara que lo captaba, la violencia que venían sembrado por las calles la gente de Revolución Federal, y la que, ahora se sabe, Milman le pagaba para que fuera a generar el caos en derredor de la expresidenta. Toda esa gente, más Patricia Bullrich, que mostró la hilacha cuando se supo que prestó su oficina para que un colaborador suyo borrase los celulares de Milman y de sus colaboradoras…

Nadie se hace cargo de nada. Solamente Sabag Montiel, quien fue el hombre que le puso la mano y el revolver al brazo envuelto en un diario Clarín. Es ese medio enloquecedor de Magneto, el que siempre oficia de brazo armado, aunque los que sostengan el arma entre sus dedos sean otros.

Como lo que conocimos esta semana sobre las declaraciones del jefe de Albatros en el asesinato a Nahuel, cuando manifiesta que todo lo que sabe, que todo lo que lo empujó permanentemente a actuar como lo hizo, fue la lectura de los diarios, particularmente Clarín; allí tenemos sumamente claro cuál fue el motivo por el cual aparecieron los potenciales asesinos de CFK. Uno recuerda el mal gusto de la gente de TN de buscar en la basura cuando Bonadío había allanado la casa, buscando nunca se supo qué, porque todo lo que querían era mantener mediáticamente la impresión de que se habían cometido delitos horrendos, que jamás se produjeron. Claramente se podía advertir que era una falsedad.

Hubo una actividad maliciosa que no tenía sentido. Y si se busca ahora mismo, cuesta encontrarle el principio. Cuando uno piensa en la búsqueda que hicieron en Las Vegas y en Panamá, o en los bancos de todo el mundo, o la excavación en la Patagonia a cargo de un fiscal que le pertenecía a esa mafia judicial que, de pronto, algo motivó que cambiase para convertirse en el elemento fundamental de demostración que, por ejemplo, en la causa de la “ruta del dinero K” no había ninguna responsabilidad de los que pretendían involucrar…

Todo eso es parte de una Argentina que duele, de una Argentina que pierde la república a cada rato, desde la Corte Suprema hacia abajo, pasando por todos los estamentos judiciales.

Avanzando en lo que hicieron esta semana los camaristas Bertuzzi y Llorens, quienes dejaron sin efecto prácticamente el acto demencial de empresarios y funcionarios de María Eugenia Vidal en La Plata, la tristemente famosa GestaPro, promoviendo la cárcel que efectivamente le provocaron al Pata Medina, con la intencionalidad de que atacando a los sindicalistas estaban a atacando al gobierno nacional y popular. Y luego se supo que Medina era absolutamente inocente. Pero quién le devuelve los años de cárcel a ese sindicalista. Allí estaban los empresarios de la construcción y los funcionarios de Vidal tramando algo que no se puede concebir en una república que se precie de tal. Aparecieron ahora Bertuzzi y Llorens sacándole la responsabilidad a todos los que estaban en esa obscena mesa donde tramaban llevarse todo por delante.

Estamos a un año del intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner. Estamos todavía sin justicia. Lo más doloroso es que siguen con el intento de blindar ese poder conectado directamente con la locura, en el cual un hombre detrás de un diario, y un grupo de políticos apañados por ese poder mediático, han provocado todo el descreimiento y la inmundicia mediática que nos lleva a esta situación.

Un año y nada. Un verdadero magnicidio y nada. A quién se le puede ocurrir que permanezca impune. Con los nombres que hay dando vuelta: Bullrich y Milman, pero también Caputo que puso millones para los violentos descerebrados de Revolución Federal. O el diputado Francisco Sánchez alentando la muerte, pidiendo que se establezca la pena de muerte. O Javier Milei diciendo que era un hecho policial y que terminaran con el uso político. O la jueza María Eugenia Capuchetti, avergonzando a la Justicia, cuando actúa como aquél mago inolvidable diciendo “no se puede hacer más lento”.

Todos detrás del brazo de la prensa mafiosa que empuña el arma. Telefé entrevistando en su noticiero de ultra derecha a los bandoleros que la habían querido matar a Cristina, pero exculpándolos, victimizándolos. Y fundamentalmente Clarín con ese ignominioso artículo “La bala que no salió y el fallo que si saldrá”, más su inacabable prédica diaria, por caso, diciendo que el atentado era supuesto y sembrando todo el odio de Magnetto a Cristina.

Un año. El año más distinto respecto a lo que pudo ser. La distancia entre un año con Cristina asesinada y ese mismo año con ella dando pelea. Con la única, esencial, conmocionante diferencia de que el revólver, a 30 centímetros de su cara, no disparó la bala.