¿El juez federal Julián Ercolini, quien rechazó el pedido de indagatoria a los directores de Clarín y La Nación en la causa Papel Prensa y que, según los especialistas, la tiene bien cajoneada, es el mismo que apuró el llamado a declaración a Cristina Fernández de Kirchner, como parte de lo que, a entender del ex juez Eugenio Zaffaroni, es una persecución ideológica análoga a la que sufrió el peronismo en el ’55?

¿Al presidente de la Nación nadie le dijo que Aerolíneas Argentinas es una línea de bandera, que presta servicios esenciales, y que si «cuesta dos jardines infantes por semana», lo que su gobierno le cedió al campo o la mineras, o le pagó a los fondos buitres, le costaron «miles y miles de jardines de infantes»?

¿No causa cierto escozor que los jueces federales Claudio Bonadío y Ariel Lijo diserten sobre «Corrupción e Impunidad”?

¿Es simplemente una demostración de tenacidad cívica que a legisladores porteños oficialistas le hayan votado cinco veces en contra el escandaloso proyecto del Shopping de Caballito y que ellos cinco veces volvieran a la carga?

¿Quién fue el que le enseñó a disparar a ese nene de 13 años que mató de dos balazos a un asaltante en Moreno?

¿Alguien cree que alcanza la reducción del brutal achicamiento presupuestario para la ciencia, o que ese achicamiento no es otra de las medidas que se pueden traducir en negocio para las multinacionales del área, cuestión que sinceró brutalmente el propio Lino Barañao, sin que se caiga un pelo por la vergüenza?

¿El sector de la Iglesia argentina que, entre otras cosas, fue cómplice de la dictadura, es el mismo que presionó a María Eugenia Vidal para que trabara la reglamentación de ley de aborto no punible en la provincia?

¿Los dirigentes del Frente Renovador que intentan demostrar que no son conniventes con el oficialismo, estudiaron dramatización en el mismo instituto en el que Sergio Massa aprendió a pensar boquiabierto cada palabra que dice?

¿Con cuál de sus continuas operetas especulará Alejandro Fantino cuando en su programa se dicen barrabasadas como la que dijo Aldo Rico: «Cuando alguien tiene un arma, no hay que dudar…»?

¿Al legislador santafecino Hugo Marcucci (UCR) ningún íntimo le confesó que del ridículo no se vuelve, cuando (ya caído en Diputados el infame proyecto de regulación de la participación público-privada en la obra pública) adujo que equivocó el botón al votar desde su banca, para justificar que está con Dios y con el Diablo?

¿Es una mera casualidad que horas después de que Marcelo Tinelli hiciera pública su decisión de volver a candidatearse en la AFA, entre tanto agravio a la mujer y desprecio por la calidad artística, haya reaparecido en el show el imitador del presidente Macri, del que se burla y al que presenta como un fenomenal tonto, en lo que huele fuerte a extorsión ante el gobierno que tiene su propio proyecto –de ninguna manera más plausible, debe reconocerse- para el fútbol argentino?

¿No fue una respuesta a ese metamensaje tinellistico, la apretada de la AFIP acusando deudas erróneas de los clubes, para dejarlos por el piso en la opinión pública y justificar el camino a las Sociedades Anónimas?

¿Ya que no hay absolutamente ningún acto humano que lo logre, habrá algún Dios que le devuelva algo de la vida perdida a ese pobre hombre que fue condenado por un crimen que no cometió (en la Masacre de Pompeya) y que pasó más de un lustro en la cárcel, hecho que se conoció durante la misma semana en que la gobernadora bonaerense fue protagonista principal del acting de hacer saltar por el aire a la cúpula carcelaria?

¿No tienen un poco de pudor en el principal medio gráfico argentino que hace pocas horas, desembozadamente, publicó una obvia opereta (una de tantas) para lanzar como su candidato del futuro a Facundo Manes?

¿No es sugestivo que toda la prensa hegemónica se regocije cuando imputan a CFK y alguno de sus funcionarios por el «dólar a futuro», y que ni palabra publiquen de gente del riñón de este gobierno (funcionarios como Luis Caputo, entre otros; clubes como Boca, el que preside Daniel Angelici), o sea quienes, atendiendo de los dos lados del mostrador, con la decisión de la devaluación se habrían llenado los bolsillos propios?

¿Qué pasaría si hoy por hoy, un dirigente kirchnerista dijera que tiraría por la ventana a Macri o a cualquier funcionario de su gobierno, como dijo en agosto de 2010, el propio Mauricio, entonces jefe de gobierno porteño, sobre Néstor Kirchner?

¿El vicepresidente de Rosario Central que verificó la temperatura de las bolillas con las que se eligió el árbitro para el clásico contra Boca para la Copa Argentina, no le importó que de ese modo blanqueaba un procedimiento espurio que se realiza en el fútbol, lo que lleva a pensar que alguna vez él mismo lo habrá utilizado para favorecer a su entidad?

¿No fue otro bochornoso blanqueo, casi un sincericidio, el del diputado Daniel Lipovetsky (PRO), nada menos que en su rol de presidente de la Comisión de Legislación General, cuando invirtió la carga de la prueba al decir que le harán un juicio político a la vapuleada procuradora Alejandra Gils Carbó, “… si encontramos las causales”?

¿Hablando de blanqueos, por qué no se ruborizan los que ahora justifican el blanqueo de capitales, si son los mismos que cuando lo pusieron en práctica gobiernos anteriores se encargaron de menoscabarlo si importarles la consecuencia?

¿Siguen pensado que soportar a un gobierno de Cambiemos iba a ser difícil pero no tanto?

¿Alguien se acuerda cuando Mauricio Macri vindicó «100% las banderas peronistas»?

¿Los seis años desde la muerte de Néstor Kirchner, en estos últimos meses no se convirtieron en una noche que dura siglos?

¿El clima intempestivo, insólitamente frío y lluvioso de esta primavera, será un hecho simbólico que la naturaleza ofrece para asociarse a estos casi once meses de gobierno?

¿El hartazgo por todo lo precedente, no justifica que a veces se cambie el tenor de esta columna, habitualmente un retazo del fin de semana deportivo?

¿Cuántas muchas preguntas más merece la realidad argentina?