El repudio general de la Cámara de Diputados a la represión que sufriera la diputada del FPV, Mayra Mendoza en la capital jujeña, hizo brotal el peor perfil del radicalismo. Sucedió cuando el presidente del interbloque Cambiemos, Mario Negri (UCR-Córdoba), elaboró una especie de teoría de los dos demonios al momento de intentar igualar los sufrido por Mendoza con una versión recortada y falaz de la violenta reacción del ex diputado Horacio Pietragalla contra un policía de Jujuy.

Todo indica que a Negri, como al resto de los legisladores de Cambiemos, no les gustó el relato de la diputada del FPV, Gabriela Estévez. La legisladora fue una de las que sufrieron la represión cuando se encontraba en Jujuy junto a Mendoza y otros diputados, legisladores porteños y concejales para participar de los alegatos y veredicto de uno de los amañados juicios que el gobernador Gerardo Morales impulsa contra Milagro Sala. Estévez relató cómo “un funcionario judicial nos tiró una camioneta encima, golpeando a una compañera de la CTA. En ese momento subió la tensión, empezamos a sufrir provocaciones e insultos por parte de la policía y comenzó la represión”. Luego responsabilizó tanto a Morales como al presidente Mauricio Macri de esta política represiva que se está aplicando en la provincia del extremo norte del país y también del territorio nacional.

En el mismo sentido se expresaron Néstor Pritrola del PO y Luis Lusquiño de Compromiso Federal (San Luis). Hasta ese momento Negri se mantuvo tenso en su banca pero estalló luego de que la legisladora de Peronismo para la Victoria (Movimiento Evita), Silvia Horne, quien pidió “como mínimo la renuncia del ministro de Gobierno de Jujuy”.

Si bien lo dicho por Horne no llega ni siquiera a la condición de chicana, ello no evitó la reacción un tanto cínica de Negri. El cordobés inició un discurso que parecía dirigido a repudiar lo sufrido por Mendoza pero de repente lo desvió hacia la teoría de los dos demonios, una tesis de la que abusó el radicalismo en los años ochenta para justificar su retroceso ante el compromiso por juzgar a los responsables del genocidio. Negri señaló que era tan violento lo que sufrió Mendoza como la reacción que tuvo “el ex diputado e hijo de desaparecidos” Pietragalla al golpear un policía. La condición de víctima de la dictadura que remarcó Negri sonó como si leyera un ítem de un prontuario policial. La reacción de los diputados del FPV no se hizo esperar. El radical, lejos de buscar una salida a situación de tensión que estaba provocando la profundizó al sostener que fue el peronismo el responsable de la dictadura y sus costos en vida. Mientras Negri hablaba, a su lado una desaforada Silvia Lospennato lo azuzaba. Parecía que la macrista quería hacer zozobrar la sesión.

Al final primó la cordura, sobre todo porque Graciela Camaño, del Frente Renovador, señaló que más allá de las apreciaciones de los diputados lo que se había agraviado era el fuero del Congreso de la Nación. Emilio Monzó, el presidente del cuerpo, aceptó la propuesta de Camaño de redactar un repudio firmado por todos los bloques que se aprobó sobre el final de la sesión. Más allá de ese acuerdo en el recinto quedó flotando el alineamiento de los radicales y macristas con esa visión que elaboraron sectores militares y aliados a la dictadura como forma de amainar la responsabilidad de los genocidas.

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