¿Cuánto pueden soportar los constantes embates contra la identidad de un barrio?
Sin dudas, La Boca es uno de los barrios más emblemáticos de la Ciudad, por su historia, especial arquitectura y por ese río conocido como Riachuelo que lo besa.
Hay una identidad conformada por ciertos anclajes estratégicos y claves en su historia: decíamos el Riachuelo y su paisaje urbano/portuario, que luce mucho mejor que otrora y ya no hiede a huevo podrido.
La recuperación de la Cuenca Matanza Riachuelo, desde el Estado presente y cuando ACUMAR tenía un control más eficaz de la ribera, sin dudas fue una posibilidad para creer que las cosas podían cambiar.
Hoy dicho organismo, desfinanciado y vaciado, aparece como una escuálida autoridad que no puede hacer cumplir los más sencillos encargos que la justicia le ordenara o el propio organismo planificara; cuando se dedicaba a prevenir, recomponer y mejorar el ambiente en la cuenca.
Veamos algunas muestras para entender de qué hablamos: la paralización de la obra pública. Miles de viviendas, a lo largo de la cuenca, se encuentran casi terminadas o a medio ejecutar, otras sin ejecución ni fecha de inicio. Algunas frente a los humildes barrios de chapas, que ven cómo las casas prometidas son víctimas del abandono.
El Polo Industrial Curtidor, en Lanús, la emblemática obra para tratar los efluentes de las curtiembres, y que tuviera financiamiento internacional, se encuentra parado. La autopista Presidente Perón, también detenida. Recordemos que, con ella y sus movimientos de suelo, se evitarían inundaciones en la cuenca media, por un sistema de reservorios que retendrían el agua de lluvia; hablamos de las inundaciones en La Matanza.
Las viviendas sobre la margen de la Ciudad de Buenos Aires, las únicas que quedan en las riberas de todo el curso del Matanza Riachuelo, no se han reubicado y no tienen financiamiento para su relocalización, en la Villa 21/24 de Barracas.
Podemos seguir con controles de industria y los señalamientos recientes de los trabajadores de la Shell, que denuncian cómo la empresa elude los controles ambientales desde la clandestinidad con sus procedimientos. Recordemos que la causa empezó por la degradación y abandono ambiental de Villa Inflamable, el barrio lindante a la petrolera.
El transbordador de La Boca, que tanto costó reparar y que depende de Vialidad Nacional, sin funcionamiento ni gestión que indique cuándo volverá a hacerlo. Hay tanto más para seguir enumerando, realmente, que duele el abandono, que, para colmo, encontró la oportuna salida de la Corte Suprema de Justicia. Esa que tanto se había envalentonado con el tema, increíblemente se apartó ante el gobierno que más promete y acomete contra el ambiente, con su persistente negación del cambio climático y de cualquier política pública que lo enuncie.
Pero hagamos un zoom sobre la cuenca baja y esa pequeña bahía que es la Vuelta de Rocha, en La Boca, donde desemboca Caminito, ese museo al aire libre que creó Quinquela Martín y que es el rumbo obligado mayoritariamente del turismo en la ciudad.
Allí, con todo lo que se había avanzado, se ha permitido desde el gobierno de la ciudad un tapiado del paisaje más pleno e identitario de La Boca. Venir caminando un fin de semana desde Caminito hacia la ribera implica encontrarse con una interminable sucesión de puestos de feria que antes estaban en Caminito, como estuvieron siempre, generando hoy la ausencia del río.
Parece una pavada para algunos, pero la primera medida que se tomó para recuperar el Riachuelo fue liberar su sirga*, es decir, los 35 metros que iban desde el borde del río hacia adentro de las riberas, por toda actividad que no tuviera nada que ver con la recuperación del río.
Eso que hoy, a excepción de quienes siguen viviendo en la Villa 21/24 de Barracas, se cumplió en todo el río. Esta feria situada en la ribera no cumple con ese pedido y oculta el paisaje de una ciudad que se ha cansado de darle la espalda al río y, con esta actitud, sigue incentivando la negación de este.
¿Qué le quedará de atractivo al barrio de La Boca cuando pierda absolutamente su identidad? ¿Para qué sirvió recuperar el Riachuelo si no lo podemos ver?
En la Vuelta de Rocha estuvo la Isla de la Vida, una isla en el río, hecha por los pibes del barrio y el Museo Quinquela Martín, que reproducía flora y fauna, sumaba aves como las gallaretas, garzas, coipos y tortugas de río. Esa isla que estaba a punto de ser recuperada fue arrasada sin contemplación. Es decir que quienes se deberían ocupar de incentivar y proteger, destruyen.
¿Qué es lo que pretenden quede de genuino en un barrio donde la no planificación urbana, en conjunción con la desidia de los funcionarios, están dejándolo caer cuando parecía que ciertos hitos estaban levantando su autoestima? Me refiero al río más limpio, el transbordador y la recuperación de la navegación, y me alargo en el tiempo al recordar la obra que evitó para siempre las inundaciones del barrio.
La feria de Caminito estuvo siempre allí, en esa calle con forma de curva de ferrocarril. Si se desvirtuó, como dicen, debería haber sido corregida por las autoridades, pero no removida, transformándola en una obstrucción visual del paisaje emergente de la ribera.
La Ciudad de Buenos Aires paga y seguirá pagando caro, en términos ambientales, económicos, sociales y políticos, el olvido de sus riberas.
*Históricamente se llamó “Camino de Sirga” al camino o calle que debían dejar los propietarios ribereños para uso público, con el fin de permitir que un vehículo de tierra, bueyes o tiradores pudiesen acercar un barco o barcaza hasta la orilla del río.