Desde hace 48 años, cada jueves en Plaza de Mayo, las Madres sostienen un gesto tan simple como poderoso: caminar en ronda. En Lomas de Zamora, ese compromiso tuvo rostros y nombres que aún hoy laten con fuerza. Uno de ellos fue el de Agustina Nélida Romano de Reinoso, más conocida como Nelly, una de las primeras Madres de Plaza de Mayo de la zona sur, cuya lucha fue recordada este lunes en la segunda sesión del año legislativo 2025 del Concejo Deliberante local.
La actividad se inscribió en el homenaje por un nuevo aniversario de la primera ronda, realizada el 30 de abril de 1977, y puso en valor el papel fundamental que tuvieron —y siguen teniendo— las Madres de Lomas: mujeres organizadas, decididas a no dejarse vencer por el terror, y a construir memoria con el cuerpo, la palabra y la presencia.
Nelly, vecina del barrio San Jose, se convirtió en una figura clave del movimiento de derechos humanos en zona sur. Fue una mujer firme, serena y profundamente comprometida con su tiempo. Tras la desaparición de su hija, canalizó el dolor en acción. Se organizó, se formó, y acompañó a otras madres que llegaban sin saber por dónde empezar. Redactaba habeas corpus, los presentaba en tribunales, y enseñaba a otros cómo manejarse en el terreno legal en plena dictadura.
“Mi vieja no sabía a qué puertas tocar al principio, pero mi hermana le había enseñado. Y ella se formó. Redactaba habeas corpus y les enseñaba a los compañeros y compañeras qué hacer, cómo defenderse, a quién acudir”, compartió su hijo, Cacho Reinoso, durante el acto. “Empezaron a venir compañeras a casa, y ahí se fue armando un grupo que después fue parte de la Comisión de Madres de Lomas”.
María Isabel “Chabela” Reinoso, hija de Nelly y hermana de Cacho, fue secuestrada el 23 de noviembre de 1977. Tenía 26 años. Era militante del peronismo revolucionario y estudiante de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Ya desde la secundaria había mostrado una fuerte sensibilidad por la justicia social, lo que la llevó a involucrarse cada vez más en la militancia.
Conoció al padre Carlos Mugica y, a partir de ese encuentro, se sumergió de lleno en la vida política y comunitaria. Su compromiso con los más humildes fue total. Fundó una unidad básica en el barrio y dio clases de formación política, jurídica y social. Enseñaba a compañeros y compañeras cómo entender el mundo que los rodeaba y cómo transformarlo. Explicaba conceptos legales, construía pensamiento crítico y alentaba a los más jóvenes a organizarse.
“Ella nos enseñaba a militar con conciencia. Siempre decía que si no éramos protagonistas, no iba a haber cambio posible. Formaba cuadros, daba clases, generaba espacios. Era generosa, lúcida y muy comprometida. Nos decía que había que cuidarse, pero que no podíamos dejar de luchar”, recordó Cacho.
Tras su secuestro, no se volvió a saber nada más de ella. Su desaparición marcó profundamente a su familia y a su entorno. Pero también fue la chispa que encendió la fuerza de Nelly para convertirse en una madre militante.
Nelly caminó junto a Madres como Norita Cortiñas, Taty Almeida y otras compañeras de Lomas. “Era frontal, muy comprometida. Entendía que esto no era solo por su hija, sino por todos los desaparecidos”, agregó su hijo. Participó activamente en marchas, espacios de memoria, encuentros barriales y en la articulación con sectores eclesiásticos comprometidos con los derechos humanos. Nunca dejó de luchar.
En sus últimos años, el cuerpo le empezó a pasar factura. Dejó de ir a la plaza, pero nunca abandonó la causa. Quienes la conocieron saben que su casa siempre estuvo abierta para los que buscaban una palabra, una orientación, un abrazo. Hoy su nombre y su historia siguen vivas en las calles de Lomas, en los pañuelos pintados en las plazas, y en la memoria de su barrio.
Este homenaje no fue solo un gesto formal. Fue un acto de memoria activa. Un reconocimiento a aquellas mujeres de Lomas de Zamora que, hace 48 años, comenzaron a caminar juntas, decididas a convertir el dolor en lucha y la ausencia en bandera. “Lo que ellas hicieron fue por todos, no por unos pocos. Y no hay futuro posible si no sabemos de dónde venimos”, cerró Cacho, con voz firme y emocionada.