En medio de serias dudas de los propios integrantes de la banda acerca de la recepción que iban a tener, Los Beatles realizó el 7 de febrero de 1964 su primer desembarco en suelo estadounidense, la tierra que había acunado al rock and roll, en una mítica visita que no solo proyectó definitivamente al cuarteto de Liverpool a nivel internacional, sino que además obligó a correr el centro de atención de la música pop hacia el Reino Unido.

Las escenas de histeria aportadas por los fans de la banda, los récords de audiencia de sus presentaciones televisivas y el minucioso seguimiento de la prensa durante las dos semanas que los Beatles permaneció en Estados Unidos dieron la pauta de que se abría una nueva era en la música contemporánea.

La pequeña gira de 15 días con intenciones promocionales incluyó solo dos presentaciones en el famoso programa televisivo «El show de Ed Sullivan«, uno de los envíos de variedades más populares del país; un concierto en el Washington Coliseum y otro en el Carnegie Hall de Nueva York; pero bastaron para empezar a escribir una nueva historia.

Apenas unas semanas antes de este acontecimiento, el grupo integrado por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr contaba con una inédita fama en el Reino Unido, pero que apenas empezaba a expandirse por el resto de Europa y no lograba concitar la atención de la afición estadounidense, aún herida en su orgullo por el asesinato en noviembre de 1963 en Dallas del presidente John Fitzgerald Kennedy.

Tampoco eran buenos tiempos para el rock, que tras la primera explosión en los `50, transitaba un declive marcado por el sinuoso andar de sus principales figuras. Por caso, Elvis Presley aún no recuperaba credibilidad luego de su experiencia en el ejército, a Little Richard le costaba reposicionarse ante el público local en el regreso de su anunciado retiro a principios de la década, y Chuck Berry y Jerry Lee Lewis enfrentaban sendos problemas con la ley que mantenían en suspenso sus respectivas carreras.

Pero el particular interés de Sid Bernstein, un empresario estadounidense que había leído en periódicos británicos acerca de la «Beatlemanía»; y la sorpresiva llegada en enero a los primeros puestos del single «I Want To Hold Your Hand», que había sido lanzado por un sello menor; precipitaron el arribo del grupo inglés a la meca de la música moderna.

Aún así, conscientes de que las grandes estrellas del rock y el género mismo eran originarios de Estados Unidos, los cuatro integrantes de Los Beatles dudaban de su éxito en el país americano. «¿Para qué nos van a querer a nosotros si allá lo tienen todo?», le comentó Paul McCartney a un periodista británico durante el vuelo 101 de Panam que ese 7 de febrero los trasladaba desde el Aeropuerto londinense de Heathrow hacia el John F. Kennedy de Nueva York.

Los Beatles sorprendidos


Fue mayúscula la sorpresa de los cuatro beatles cuando el avión tocó suelo neoyorkino y comprobaron que había miles de jóvenes esperándolos entre carteles que expresaban su amor por el grupo y gritos frenéticos: una escena que habían vivido a su salida de Londres, cuando los fans ingleses fueron a despedirlos, pero que no esperaban encontrar allí.

Si hasta ahí, tanto en el público como en los propios músicos, todo se centraba en las expectativas; la primera conferencia de prensa ofrecida en el aeropuerto neoyorkino ante unos 200 periodistas resultó el flechazo definitivo. Allí, Los Beatles cautivaron a sus interlocutores y a la audiencia a partir de sus respuestas breves, cargadas de acidez, propias de un estilo de humor británico absurdo del que eran admiradores.

Con el público estadounidense definitivamente en sus bolsillos, el grupo y su comitiva -conformada por su mánager Brian Epstein; los asistentes Neil Aspinall y Mal Evans; los productores George Martin y Phil Spector; Cynthia Powell, la esposa de John; y algunos periodistas británicos- se instalaron en el Hotel Plaza, frente al Central Park.

El golpe de gracia que selló el romance fue la primera aparición en vivo en «El show de Ed Sullivan», ocurrida el 9 de febrero, en donde en un escenario caracterizado por media docena de flechas gigantes en el suelo que apuntaban hacia ellos, el grupo ofreció un set con sus principales éxitos que fue seguido por 74 millones de espectadores, un récord absoluto de audiencia.

Un dato anecdótico que retrata de manera elocuente cómo esta presentación paralizó a Estados Unidos es que no se reportaron robos en toda la ciudad de Nueva York durante esas horas, según datos de la policía local. A la vez, decenas de artistas surgidos a fines de los `60 y los `70, afirman haber decidido su destino esa noche.

Allí, además, el propio anfitrión del programa leyó un telegrama de felicitación enviado por Elvis Presley, el artista que había despertado en los cuatro beatles su amor por el rock and roll.

En las dos semanas que duró la presencia de Los Beatles en Estados Unidos, todo el país vivió al ritmo de los cuatro de Liverpool, cuyas andanzas eran transmitidas en vivo y en directo por la prensa local. Por ejemplo, se supo que George Harrison atravesaba un fuerte estado gripal que lo mantuvo al margen de una sesión de fotos en el Central Park, de salidas nocturnas y de la prueba de sonido para el programa de Ed Sullivan, en donde fue suplantado por Neil Aspinall. También trascendió que Paul McCartney estuvo en el Club Playboy y se retiró de allí acompañado por una «conejita».

Por su parte, John, su esposa Cynthia y Ringo optaron por ir al Pippermint Lounge, un club conocido como «el hogar del twist», escoltado por Murray el K, un presentador radial neoyorkino que siguió al grupo a sol y sombra en esas dos semanas. Incluso, Ringo no regresó al hotel hasta la mañana siguiente y nadie sabía de su paradero, lo que mantuvo en vilo a la comitiva durante varias horas.

El 11 de febrero, la banda actuó en el Washington Coliseum, en un escenario montado en el centro del auditorio con una tarima giratoria para la batería, de modo que el grupo pudiera ir rotando para ver visto de frente por todos los espectadores. Al día siguiente, fue el turno del Carnegie Hall, y luego el grupo se trasladó a Miami para una segunda aparición en «El show de Ed Sullivan», la cual se produjo el domingo 16 de febrero desde el Napoleon Ballroom del Hotel Deauville, y reunió nuevamente a una audiencia estimada en 70 millones de espectadores.

La excursión estadounidense culminó el 22 de febrero, no sin antes dejar grabado un set más para el popular programa televisivo, y con la semilla plantada para que en agosto de ese mismo año pudiera regresar, esa vez sí para emprender una gira por varias ciudades.

Lo cierto es que las escenas vividas en esa primera visita al país norteamericano ofreció material de sobra para confeccionar el argumento de «A Hard Day`s Night», la primera película de Los Beatles lanzada ese mismo año. Y si esta cinta dirigida por Richard Lester mostraba una ficción en torno a las andanzas de Los Beatles por suelo estadounidense -incluso hay una escena en donde Ringo se pierde-; en 1978, Robert Zemeckis iba a retratar lo mismo pero, a modo de espejo, desde el punto de vista de los fans en «Locos por ellos».

El éxito de Los Beatles en Estados Unidos también hizo que desde entonces se prestara mayor atención a lo que ocurría a nivel musical en el Reino Unido, lo que abrió las puertas para el futuro desembarco de bandas como Los Rolling Stones, Los Who y Los Animals, entre tantos, movida conocida popularmente como «la invasión británica». Pero así como el rock estadounidense comenzaría a mostrar la influencia de Los Beatles, los cuatro de Liverpool también incorporaron sonidos con los que tomaron contacto en esa primera visita.

«Ellos escucharon algo de música country y eso se ve en el disco `Beatles For Sale´, en canciones como `I Don´t Want to Spoil the Party´ o `I´m a Loser´», remarcó a pedido de Télam el músico Fernando Blanco, líder de Nube 9 y autor de varios libros sobre Los Beatles junto a Sergio Marchi.

Blanco destacó además que allí le dieron a Harrison una guitarra Rickenbacker de doce cuerdas, la cual estrenó en el tema «You Can´t Do That» y que iba a resultar determinante en el sonido personal que el músico le imprimiría a su obra.

En el regreso a Estados Unidos en agosto de ese mismo año, se iba a producir el primer encuentro entre Los Beatles y Bob Dylan que reconfiguraría para siempre a la música contemporánea. Pero ese es material para otra historia.

* Télam