El ideal kantiano de un mundo en paz es el eje que impulsa Luiz Inácio Lula da Silva en su actual política internacional, sin tener la misma recepción del Fome Zero de sus primeros mandatos. En principio porque los intereses de los actores beligerantes doblegan cualquier intento de superar los conflictos. Esto se refleja en la reciente reacción del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ante la exposición de Lula de solicitar el cese de ataques a la Franja de Gaza.

Si bien el planteo de Netanyahu, para declarar persona no grata a Lula, es sostener que minimiza el Holocausto, al compararlo con las acciones que hace el Estado de Israel sobre Palestina, lo cierto, es que es una reacción ante el acompañamiento que hizo el año pasado Lula al pedido de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que podría considerarlo como delito de genocidio, por lo que se pide que cesen inmediatamente los ataques.

El planteo es que las acciones bélicas del Estado de Israel que se sostienen como respuesta a los ataques de Hamas, que el mismo Lula consideró de terrorista, no justifican la muerte indiscriminada de la sociedad civil de un pueblo, en tanto que podría derivar en el delito de genocidio, atento a los ataques que ya se cobraron 30 mil vidas. Y no se puede minimizar por su cantidad, como a veces se quiere negar el genocidio en Argentina diciendo que fueron 7 mil y no 30 mil.

Es claro que la tragedia histórica que vivió la humanidad con la Shoá, en términos de escala, es inigualable con otros genocidios, como en Armenia, Camboya, Ruanda o mismo de pueblos originarios en América Latina, sin embargo el núcleo del delito es el mismo: es el exterminio de un grupo o pueblo. Es más, cabe señalar que el accionar hitleriano también mató otros grupos como gitanos y masones, por lo que es necesario proteger a todo grupo o nación de un posible genocidio.

De hecho, hasta el mismo presidente norteamericano Joe Biden está cuestionando el exceso de respuesta y dudando sobre el uso interno del tema por parte de Netanyahu. Más allá de que Estados Unidos está acompañando el planteo de Israel y a través del secretario de Estado Antony Blinken le hizo saber a Lula que no están de acuerdo con el tipo de comentario realizado, en el marco del encuentro de Cancilleres del G20 que se produjo este jueves en Río de Janeiro.

Lo cierto es que se desató un conflicto entre cancillerías que ahora Lula propone solucionar con diplomacia, o sea diálogo, pero que está teniendo repercusión interna. Es que además de representaciones judías del país, que están repudiando los dichos de Lula, se suman 108 diputados que están pidiendo el juicio político del mandatario.

Además, la situación es bienvenida por el bolsonarismo, que además de sostener su alineamiento automático con Israel, les permite propiciar un reagrupamiento de cara a las movilizaciones que están convocando para este domingo en la avenida paulista. En definitiva, a Lula no le dan paz.