Una porción microscópica del infinito vacío y gélido más allá nuestra hermosa Tierra quedó conmovida estos días, cuando fue llenada por la piloto de la Fuerza Aérea Wang Yaping. Desde el espacio, hace unos años les habló a 60 millones de estudiantes para contarles acerca de temas de la ciencia. A los chinos les gusta recordar que es hija de campesinos y la llamaron “Primera maestra espacial de China”.

Hoy Wang Yaping es una de los tres astronautas que llegaron a la estación espacial Tiangong (palacio+cielo) hace un mes, para quedarse allí medio año, haciendo experimentos científicos y trabajando en la construcción de la estación, que empezó en abril de este año y requerirá otras seis misiones para ser terminada. Sus compañeros son el capitán Zhai Zhigang y Ye Guangfu.

China arrancó tarde su actividad en el espacio. Podría establecerse como fecha de inicio 1992, con el Proyecto 921, que tenía como objetivo lanzar la primera nave tripulada en 2003. Antes de cumplirse 30 años, hoy China está a la vanguardia, con una aceleración impactante en el último quinquenio. Ha llegado a Marte, donde tiene un rover explorador, ha llegado a la Luna en 2013 y 2019, ha conseguido instalar los recursos necesarios para generar un GPS alternativo y ha sobrevolado un asteroide (en 2012, el 4179 Toutatis).

“China está siguiendo sus propias motivaciones e intereses en lugar de impulsar su programa en competencia con alguien más”, dijo el fundador del Instituto de Política Espacial de la Universidad George Washington, John Logsdon. El gigante de Asia no termina de aceptar que está en competencia por la carrera espacial, tal como lo estuvieron Estados Unidos y la Unión Soviética en la década del ’50, y asegura que lleva su propio camino. China asume su condición de ser el otro lado del mundo, en todos los sentidos: llegó al lado oscuro de la Luna.

Utiliza sus antiguas raíces mitológicas, sus propias leyendas. El nombre del rover que anda por Marte es “Zhurong”, en honor a un dios del fuego y la luz; los cohetes a la Luna se llaman “Chang’e”, que es la antigua diosa china de la Luna; y el rover selenita es “Yutu”, el “conejo de jade”. La misión a Marte es “Tianwen”, que quiere decir “preguntas al cielo”, el nombre de un poema de Qu Yuan, del siglo IV a.C.

China tiene sus propias motivaciones: el orgullo nacional, el desarrollo científico y técnico propio y la búsqueda de prestigio internacional. Cuando los Estados Unidos no permitieron astronautas chinos en la Estación Espacial Internacional arguyendo la Enmienda Wolf (que desde 2011 prohíbe a la NASA utilizar fondos del gobierno para colaborar con el gobierno comunista), China desarrolló su propio proyecto. Ahora está trabajando en la iniciativa de una estación lunar con Rusia.

Las actividades espaciales de China reciben las aguas de su portentosa tradición tecnológica, que incluye los cuatro inventos (imprenta, brújula, pólvora y papel), la gran muralla, la mayor red de trenes bala del planeta, etc. Asimismo, son a la vez producto, prueba y símbolo del resurgimiento de China, después de siglos de hundimiento por causas propias y por acción de los imperios de Occidente.

Para el futuro, los científicos chinos tienen planes de que sus astronautas habiten la Luna desde 2030, así como misiones a asteroides (misión Zheng He al asteroide Kamo’oalewa), cometas (el Elst-Pizarro), a Júpiter en 2029, Neptuno, Tritón, y cerca de algún objeto del Cinturón de Kuiper en el camino, para luego dirigirse a la “pared de hidrógeno”, en el límite del sistema solar y el espacio interestelar. Todo esto no nos queda tan lejos, porque China recibe una colaboración de Argentina: desde la Estación de Espacio Lejano instalada en Neuquén, se monitorearon las misiones a la Luna y a Marte. El cohete a Marte llevaba en su cabeza (cofia del lanzador) el logo azul y blanco de la Conae (Comisión Nacional de Actividad Aeroespacial).