Un nene de cinco años murió en Córdoba tras caer a la pileta en su casa, mientras su familia preparaba el festejo de su cumpleaños. En la misma provincia y con pocos días de diferencia, un niño de dos años falleció tras pasar diez días en terapia intensiva por la cantidad de agua inhalada tras una caída accidental. En Chaco, un bebé de un año y siete meses murió tras permanecer tres días en estado gravísimo, luego de haber caído en la pileta de una casa quinta alquilada para un festejo familiar. Son solo algunos ejemplos que llegaron a los medios en lo que va del mes.
“El ahogamiento en niños pequeños es rápido, silencioso y requiere muy poca cantidad de agua. Por eso hablamos de una vigilancia 100% dedicada: sin celular, sin distracciones, con un adulto atento y a no más de un metro del niño. Es una forma concreta de salvar vidas”, define la médica María Cecilia Rizzuti, prosecretaria del Comité de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). Su planteo no es una exageración: en la Argentina muere por ahogamiento un niño o niña de menos de cinco años cada siete días.
En la Semana de la Prevención de los Ahogamientos, que se prolonga hasta el 10 de diciembre, la SAP presentó un documento con recomendaciones para reducir los riesgos en el hogar y en entornos recreativos. El trabajo busca revertir las estadísticas, que hoy causan espanto: los ahogamientos constituyen la segunda causa de muerte por lesiones no intencionales en el mundo y el 63% de los casos se produce en menores de cinco años.
Si bien la tasa mundial se redujo un 38% desde el año 2000, el panorama sigue siendo trágico: en los últimos diez años, cada hora una persona murió por ahogamiento. En 2021, por caso, se produjeron 300 mil muertes en el mundo por esta causa. En Argentina, los datos oficiales del Ministerio de Salud indican que 48 bebés, niñas y niños menores de cinco años perdieron la vida por ahogamiento en 2023. Es decir, casi un deceso por semana.
La supervisión debe ser constante
“El dato es tan estremecedor como evitable. Estamos hablando de muertes que pueden prevenirse con medidas sencillas, pero eficaces, como la supervisión constante, la eliminación de riesgos domésticos y la concientización comunitaria”, apunta Adela Armando, médica pediatra, Secretaria Consultora del Comité de Prevención de Lesiones de la SAP y una de las autoras del documento.
Si bien los ahogamientos pueden ocurrir en cualquier momento del año, los hogares con piletas –aún de lona y para bebés- y la concurrencia a espacios con agua se multiplican en verano. De acuerdo al relevamiento de la SAP, en bebés y criaturas pequeñas, especialmente menores de cinco años, los incidentes suelen suceder en el hogar o sus inmediaciones: bañeras, inodoros, baldes con agua sin vaciar, pozos sin tapar, estanques, canales, acequias e incluso bebederos para ganado. La vulnerabilidad se acentúa en los menores de un año, que dependen completamente de la atención de sus cuidadores.
“Necesitamos comprender que prevenir los ahogamientos no es una tarea individual, sino colectiva. Se trata de generar entornos seguros, reforzar la educación comunitaria y legislar en función de la infancia. Si se puede prevenir, entonces no es un accidente”, remarca la pediatra María Florencia Barril, secretaria del Comité de Prevención de Lesiones y también autora del documento.
Riesgos entre adolescentes
El documento de la SAP también aborda la situación particular de la población adolescente. En este caso, suelen exponerse a peligros en entornos naturales como ríos, lagos o el mar. “Las causas más frecuentes de ahogamiento son la imprudencia, la subestimación del riesgo, el uso de sustancias como alcohol o drogas, el equipamiento inadecuado y el desconocimiento del entorno”, plantea el equipo de especialistas.
“Con los adolescentes hay que trabajar la conciencia del riesgo y en conductas prudentes en entornos acuáticos. No zambullirse en lugares donde no se ve el fondo, no ingresar al agua en sitios no habilitados, bañarse en horarios donde estén los guardavidas, respetar indicaciones y señales, utilizar el equipamiento adecuado para actividades acuáticas y nunca hacerlo bajo los efectos de sustancias. La idea no es infundir miedo, sino promover el autocuidado responsable”, detalla Rizzuti.
La SAP propone fomentar, desde edades tempranas, el aprendizaje progresivo de habilidades acuáticas: “Aprender a nadar es una herramienta crucial, pero no suficiente por sí sola. Deben incorporarse también conductas prudentes y evaluar siempre las condiciones del entorno”. Además, el informe recomienda que todos los cuidadores realicen cursos de reanimación cardiopulmonar (RCP) y que estas capacitaciones se incorporen en las escuelas.
Seguridad en piletas
Las recomendaciones específicas para evitar situaciones de riesgo en piletas en hogares, clubes y otros espacios recreativos forman parte del documento elaborado por el equipo de pediatras:
• La instalación de un cerco perimetral completo, de al menos 1,30 metros de altura, con barrotes verticales separados por no más de 10 cm.
• Una única puerta con mecanismo de cierre no accionable por niños pequeños.
• La eliminación de objetos próximos al cerco que puedan facilitar su escalamiento.
• La remoción de juguetes o pelotas del interior de la pileta, que puedan atraer a los niños.
• La construcción de pisos y bordes antideslizantes.
• El diseño de escalinatas con poca pendiente, escalones amplios, rectos, con barandas y superficies seguras.
• El vaciado obligatorio de piletas inflables o desarmables cuando no se estén utilizando.
• La protección de bocas de succión mediante rejillas de trama estrecha.
• La advertencia de que los elementos inflables como flotadores de cuello o chalecos no homologados no deben considerarse dispositivos de seguridad.
Estos lineamientos apuntan a reducir las oportunidades de acceso no vigilado al agua y a establecer condiciones seguras para su uso. De todas maneras, la SAP insiste en que ninguna medida técnica reemplaza la supervisión activa de un adulto responsable.