Se trata, de algún modo, de un acto de rescate y resistencia de la puesta al día de una faceta poco mostrada de Alfredo Londaibere (Buenos Aires, 1955-2017), autor de series metódicas, estudiadas y experimentadas a lo largo de muchos años, compiladas en sobres, numeradas y asignadas bajo un nombre que aglutina recurrencias, como los chongos dispuestos en distintos contextos, como espejo o juego.
Ello se evidencia desde el título de la muestra de uno de los artistas caratulados “del Rojas” y “Arte Light” en los 90, y reñido con otras estéticas y micropolíticas en tiempos de post dictadura y neoliberalismo feroz.

La sexualidad, el homo erotismo, y la exploración de materiales en su bidimensionalidad como los cientos de collages y lo religioso se despliega en los distintos paneles de las salas evidenciando la búsqueda de un artista de carácter reservado y gran lector, como lo caracterizan quienes lo conocieron. Y estos temas expuestos como serie son parte del imaginario que el curador de la muestra, Rafael Cippolini, presentadas en cuatro salas y un pasillo, en una exposición armada en un tiempo récord.

Tal vez más conocido por pictóricas geometrías, flores y vibrantes colores, como las expuestas en “Yo soy santo” (2019) en el Museo Moderno de Buenos Aires con curaduría de Jimena Ferreiro, la propuesta curatorial actual defiende un corpus de obra distinto. La clave parece ser lo explícito revelado, la identidad, y la relevancia del oficio para el artista, entre otras cuestiones.
El artista
“Elegí vivir pintando”, decía el artista en una entrevista.
“Los 90 era la búsqueda de algo más personal. Tomé el lenguaje de la pintura tradicional, y me focalizaba en temas más personales, quería darle un sello más propio”.
También sostenía que “las obras no dicen” sino que: “promuevo una experiencia y el espectador genera otra experiencia con lo que estoy mostrando”.

Bajo el nombre “Yo soy esto: Alfredo Londaibere en 13 series”, la muestra surgió desde la idea de un libro sobre el Acervo Londaibere luego de finalizar el trabajo de catalogación por parte de Roberto Macchiavelli.
Las 398 obras de la muestra son “ensambladas” en 10 series, y tres expuestas completas como la de mapas o la Serie Viñola de 1998 de un total de 50 series elegidas, con obras que abarcan de 1975 a 2016. Muchas de las obras se centran en los cuerpos masculinos que en la coloquialidad se da en llamar “chongos”.
La masculinidad, lo queer o raro, y la búsqueda de identidad se dió en un contexto social que atacaba la homosexualidad y lo distinto -casi, casi como en esta realidad cotidiana- y se muestra como novedad por la complejidad y detalle de obras de pequeño formato, en general, que apelan desde lo simbólico hasta lo explícito de la belleza de los cuerpos, sin dejar de ser arte.
Entre los nombres de las series se encuentran la de chongos y oficios, cabezas, torsos y fragmentaria, collage chicos y jardín o postales Club Alemán (1998) o una serie de pintura cristiana (óleo sobre madera, 1992). Otros son autobiográfica y simbólica, series de caricaturas (1990) o de mitos y bichos, o escenas y accidentes (1982) en las cuales firma como Alfredo.
Es como si el curador armara un collage muy personal sobre un artista al que conoció personalmente hacia 1994 y cuya obra lo impactó en la muestra individual de 1992, casi como una suerte de retrospectiva, en la Galería del Centro Cultural Rojas.
Es así que las obras se sitúan aglutinadas por tema en el segundo piso del museo de Puerto Madero, articuladas en cuatro salas definidas por los colores de la paleta del artista y un pasillo destinadas a las obras “periféricas”, y todas cuentan con los respectivos QR para acceder a la información detallada, como no se cansa de decir el curador.

“Yo soy esto”, frase tomada en préstamo de una obra tardía pero “Sin título”, como la mayoría de las más de 1200 dejadas por Londaibere, entre ellas unas 300 pinturas y 50 piezas cerámicas, la exposición se enfoca en collages, pinturas y dibujos, muchas de las cuales no fueron exhibidos hasta el momento.
A su vez, la muestra se delimita a partir de cuatro ejes detectados por el curador, que aproxima de este modo los intereses no siempre constantes de cuatro décadas de trayectoria: las técnicas combinadas de dibujo, collage y pintura vislumbradas en el rescate del deseo, el segundo es el homoerótico, luego está lo seriado del oficio, y por último, propone Cippolini, “la vuelta a la pintura y de modo más velado, privado y discreto la búsqueda religiosa”.
“Los temas no los abandonaba, los buscaba de otra manera”, asevera sobre las temáticas recurrentes de las series: una excusa que agrupa el revisitar temático del que fue también curador y docente del Rojas, sus giros y repeticiones como los mapas, pero también el estilo cambiante de ese gran lector cuya extensa biblioteca estaba habitada de libros de arte y pensamiento oriental, cine, sexualidad, y arquitectura, por ejemplo. Lecturas, como atestigua Machiavello, le daban impulso para proyectar y expresar en obra pensamientos interpretados, o bien instalar referencias a la historia del arte o la bíblica como David y Goliath, por ejemplo.

“Fue un experto en encontrar las recurrencias, lo que motivara deseo: así aparecen, enseguida, los chongos estereotípicos (rockeros como Elvis, Bowie, Robert Plant, Ozzy Osbourne), y también deportistas (rugbiers, fisiculturistas, boxeadores, futbolistas, nadadores, motociclistas). No mucho después los muchachos porno (Pato Donald incluido). Por momentos se cruzan y superponen, o se multiplican. Siempre o casi. Incluso se hacen detalle, hasta el fragmento. Torsos, espaldas, cabezas y paisajes”, detalla el curador.
Para Londaitzbehere conocido por la simplificación de su apellido como Londaibere, “la pintura concentraba toda la capacidad expresiva de un artista y toda la verdad sobre el arte”, según definen desde la Galería Nora Fisch que promociona su obra.
Su formación fue en los talleres de Carlos Kurten, Araceli Vázquez Málaga, Oscar Smöje y la Asociación Estímulo de Bellas Artes, entre otros, y participó en clínica de obra de Luis Wells y Kenneth Kemble y Pablo Suárez en el Recoleta, y con Guillermo Kuitca.
Entre 1997 y 2002 fue el curador de la Galería del Rojas, el mítico espacio de los 90 creado por el también artista Jorge Gumier Meier en 1989 y con quien compartió el Grupo de Acción Gay a fines de los 80. En el espacio cultural de la UBA, expusó en 1989 Mapas y pinturas siendo la segunda a continuación de la inaugural de Liliana Maresca.
Como nota interesante, el contrapunto momentáneo de cuerpos, recortes y representaciones, se da en ese balconear desde el segundo piso al primero al compartir un diálogo involuntario con la muestra antológica de Martha Peluffo (Buenos Aires, 1931-1979) curada por Fernando Davis que termina el domingo, y esos cuerpos concebidos por una artista en Olga Cossettini 141 (CABA) .