La elección del Papa León XIV despierta una fuerte resonancia simbólica en quienes seguimos con atención el rol de la Iglesia en los debates sociales contemporáneos. Al escoger ese nombre, León XIV parecería rendir homenaje y establecer una continuidad con León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum, piedra angular de la Doctrina Social de la Iglesia. Pero también, en el trasfondo de esa decisión, se insinúa una posible continuidad con el pontificado de Francisco: una Iglesia comprometida con los pobres, con el trabajo digno y con una mirada humanista en tiempos de exclusión tecnológica.
La elección del nuevo Papa León XIV no es un hecho menor. Su trayectoria, aparentemente enraizada en la Doctrina Social de la Iglesia, podría representar mucho más que la elección de un nombre: quizás simbolice y traiga consigo una actualización ética del mensaje cristiano frente a los desafíos de nuestro tiempo. León XIV podría ser, en muchos sentidos, una respuesta pastoral al avance acelerado de un modelo económico que pone en crisis no solo al trabajo, sino al tejido mismo de la vida comunitaria y las relaciones sociales que nos integran como conjunto.
Dicho esto, la asunción del nuevo pontífice coincide temporalmente con la próxima Asamblea de la Organización Internacional del Trabajo, a realizarse en junio de 2025. Este hecho no puede pasar desapercibido, ya que, por primera vez en su historia, la OIT pondrá en agenda de manera formal el debate sobre las legislaciones laborales vinculadas a la economía de plataformas y la relación social tecnofeudal que nos quieren imponer como modo de producción. Uber, Rappi, PedidosYa y otras aplicaciones han logrado esquivar, hasta ahora, los marcos regulatorios tradicionales, promoviendo relaciones laborales fragmentadas, desprotegidas, deshumanizadas y carentes de representación genuina. Las cuales nunca vuelvan a ser como las tradicionales, pero sí deben garatinzar el acceso a los derechos laborales.
La voz del nuevo pontífice

Frente a esto, esperamos que la voz del nuevo pontífice resuene con claridad. La Doctrina Social no es un archivo muerto: es una brújula moral viva. La defensa del trabajo digno, el respeto a la organización sindical, la centralidad de la persona por sobre el capital: todos esos principios fundantes hoy reclaman ser actualizados frente al avance de los algoritmos.
¿Un algoritmo religioso?
¿Puede la fe dialogar con el código? ¿Puede la espiritualidad cristiana, heredera de concilios y encíclicas, ofrecer respuestas en un mundo donde un algoritmo define quién trabaja, cuánto gana y cuándo es reemplazado? Creemos que León XIV podría decir que sí. Que el Evangelio y los derechos laborales no se contradicen, sino que pueden iluminarse mutuamente.
La próxima asamblea tripartita de la OIT será una oportunidad histórica. No solo para gobiernos y sindicatos, sino para toda la humanidad: para redefinir los límites de lo justo en un mundo hiperconectado pero desigualmente repartido.
Desde América Latina, con nuestra historia de luchas obreras, debemos hacer oír nuestra voz y experiencia. No se trata de nostalgia por un modelo que ya no existe, sino de construir justicia social con el lenguaje del siglo XXI.
Tal vez por eso, en esta hora compleja, la Iglesia haya elegido un Papa con un algoritmo religioso: uno que, en lugar de manipular datos, abrace personas. Uno que, en lugar de excluir, integre. Y que esperamos nos recuerde que la dignidad no es un dato: es un derecho.