“Había una historia para contar y yo quería contarla. La tragedia de la Causa AMIA no ocurrió, continúa ocurriendo desde hace 30 años”. El abogado Alejandro Rúa describió así 30 Días, su primer libro -que acaba de publicar la editorial Planeta- sobre los días inmediatamente anteriores y posteriores a la voladura de la mutual judía en Buenos Aires, el 18 de julio de 1994. 

Por primera vez, después de tres décadas, dos mega juicios, decenas de expedientes vinculados directa o indirectamente, un reclamo internacional ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y una permanente sensación de vacío e impunidad, un libro cuenta en lenguaje sencillo y comprensible uno de los capítulos más dolorosos de la historia argentina contemporánea. 

El libro describe la llegada a la Argentina de Samuel Salman El Reda varios años antes del atentado y cómo el 1 de julio, cuando la Argentina futbolera estaba acongojada por el doping positivo de Diego Maradona en el Mundial de Estados Unidos, comenzó a coordinar el atentado contra la AMIA.

Y concluye con los primeros 12 días posteriores a la voladura, cuando la “investigación” desembocó tras un frenético trajín en la primera imputación contra funcionarios iraníes, que aún hoy perdura. 

Rúa fue secretario ejecutivo de la Unidad Especial de Investigación creada por el gobierno nacional en 2001. Durante más de dos décadas atesoró un archivo de documentos, testimonios e imágenes, que colocó sobre una línea de tiempo de 30 días (de allí el título del libro) que van desde el 1 al 30 de julio de 1994. No se trata de una pesada bitácora cronológica sino de una interrelación de hechos, personajes, lugares y, sobre todo, actuaciones de funcionarios judiciales, encumbrados políticos y servicios de inteligencia locales, de Estados Unidos e Israel. 

El libro menciona 49 veces al difunto ex presidente Carlos Menem y sólo tres al primer juez de la causa, Juan José Galeano, quien terminó condenado (sentencia aún no firme) en un juicio por el encubrimiento de una de las pistas sobre quién cometió el atentado. 

Sobre la base de una meticulosa documentación, el libro tiene una mirada crítica del presidente Menem en la emergencia. “Un cable de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires luego desclasificado advertía que el ataque a la AMIA reflejaba la incapacidad investigativa del gobierno argentino y su falta de capacidad defensiva contra el terrorismo: ‘Mientras el Presidente Menem hace declaraciones que son duras a la prensa sobre el papel de Irán, el ministro de Relaciones Exteriores Di Tella parece involucrado en un esfuerzo de control de daños para prevenir una escalada de la gran guerra de palabras con Teherán’”, refleja en sus páginas. 

Aunque sutil, el trabajo tiene una mirada crítica sobre la actuación de los fiscales que intervinieron sucesivamente en la “investigación”. Pero sus nombres no aparecen. Ni Eamon Mullen, ni José Barbaccia, ni el difunto Alberto Nisman.  Sobre ellos, el libro recoge decenas de anécdotas cuanto menos curiosas, por ejemplo la de una suerte de souvenir del atentado. 

“En Pasteur 669, en un comercio vecino a la AMIA y afectado por la ola expansiva, se montó el búnker de los investigadores. En un pizarrón gigante sobre la pared se improvisó un mapa, en el que se iban marcando los lugares exactos en los que se encontraban los hierros reforzados de distintos vehículos. La hipótesis indicaba el uso de un auto bomba. Entre las escenas descabelladas de aquella jornada, el fiscal de la causa sacó del lugar un pedazo de una carrocería y se lo llevó a su oficina. El juez se lo reprochó”.

Rúa definió a “30 Días” como “una crónica que va contando día por día, en 30 capítulos que estaban haciendo las personas sospechadas de cometer el atentado. Y también qué hicieron los espías de la SIDE en esos mismos días, porque los venían siguiendo, los conocían y sospechaban que eran los mismos que habían volado la Embajada de Israel. Tenían avisos muy claros sobre un segundo atentado, de las mismas características que el anterior, haciendo detonar un coche bomba”. 

En efecto, la investigación –casi periodística- contenida en el libro revela las alertas desoídas por las autoridades argentinas, los movimientos de los sospechosos y los preparativos del atentado, los informes de inteligencia previos y posteriores y las peripecias de los espías vernáculos. Pone el foco en el rol de Estados Unidos e Israel en la investigación y las acusaciones contra Irán como autor intelectual del ataque. 

La conclusión que subyace y lastima es que se trató de una tragedia nacional que podría haber sido evitada.

“Cada día tiene su explicación y su contexto, que ayudan a entender la historia. Allí hay varias respuestas a por qué a 30 años todavía estamos reclamando justicia”, resumió Rúa.