Algunos de los más conspicuos integrantes del flamante gobierno argentino suelen apelar a la retórica más desmesurada para explicar sus propuestas libertarias. Entre las figuras destacadas de ese ranking tiene una mención especial la canciller Diana Mondino. Es verdad que cuanto a la política exterior, no hay mucha diferencia entre lo que dijo en su campaña Javier MIlei y algunas declaraciones de esta economista cordobesa ultraliberal. Pero ahora algunos de esos incendios los tiene que apagar ella misma desde el Palacio San Martín o pedir encuentros cara a cara para calmar tormentas que ellos mismos agitaron.

Por estas horas, Mondino está volviendo de Francia, donde fue a buscar alianzas dentro del espacio occidental y cristiano con Emmanuel Macron, luego de haber reculado en chancletas ante el gobierno de Lula y el de Xi Jinping y de haber comprobado que poco y nada debía esperar de Joe Biden. Y mucho menos del Fondo Monetario Internacional.

Pero vayamos por partes: en el dogma de Milei-Mondino, el mundo se divide entre «gente de bien» y «populistas de izquierda, zurdos, comunistas» o genéricamente «colectivistas». Si pudo calificar al exalcalde porteño de socialista, que no habría de decir de los gobernantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua. Y ya que estaban de los de Brasil o China.

Sería difícil construir una política exterior con esas premisas, que van en contra de algunas tradiciones argentinas que se remontan a los orígenes de la nación y se refuerzan con la Doctrina Drago, del que fuera canciller de Julio Argentino Roca, prócer para esta camada de dirigentes argentinos. Pero podría funcionar. El problema es que el país está ubicado en un espacio y un tiempo que no se pueden modificar con un DNU.

El gobierno puede no designar embajadores en La Habana, Caracas o Managua, como parece ser la decisión, porque allí hay regímenes que le resultan indigestos y quizás no tenga un gran costo en términos económicos, que es su idioma favorito. Pero con Brasilia y Beijing el precio es otro.

Brasil es el primer socio comercial de Argentina, comparte una asociación aduanera a través del Mercosur y juntos avanzan en una estrategia de integración regional con Uruguay, Paraguay y ahora Bolivia. China es el segundo socio comercial y en los últimos años es el principal sostén financiero ante la falta de créditos internacionales tras el ruinoso acuerdo del gobierno de Mauricio Macri con el FMI en 2018. Un trabajo de la socióloga y politóloga tucumana María Haro Sly señala que entre 2007 y 2020 Argentina recibió 10.650 millones de dólares en inversiones de empresas chinas, concentradas en los sectores energético, minero y financiero, y que el país es el cuarto destino de inversiones chinas en la región. Por si esto no fuera suficiente, el 75% de las reservas brutas del Banco Central son de los acuerdos de swaps.

La sola mención de que China suspendería la activación de otros 6500 millones de dólares le hizo temblar la pera al gabinete. Milei firmó una carta para excusarse con Xi Jijinpig, Fue durante una reunión con un enviado especial de China, el vicepresidente de la Asamblea Popular, Wu Wuhaiu. Pero según trascendió, allí otra vez Mondino lo hizo: la conversación iba por carriles diplomáticos, hasta que la ministra reivindicó el derecho a comerciar con Taiwán. Fin.

Por suerte los chinos cultivan lo que se llama «paciencia estratégica» y tienen a sus espaldas 4000 años de historia. Lo habían demostrado cuando Biden respondió que China es una dictadura a la pregunta envenenada de un periodista, al final de un encuentro para limar asperezas que había gestionado por meses su secretario de Estado Antony Blinken.

Hay que decirle al gobierno chino que lo de Mondino no es nada personal. Después de todo, en plena campaña generó un escandalete cuando habló de respetar la voluntad de los habitantes de las islas Malvinas. Y este gobierno reivindica a Margaret Thatcher.