Ariel Staltari logró una entrañable popularidad como Walter en Okupas. Durante 25 años fue un alter ego de Samuel, el personaje que cada jueves interpreta en Agotados. Un actor que, mientras sueña con poder vivir de su profesión, se gana la diaria trabajando en el sótano de un restorán. “Esta es la primera vez en mi vida que tengo la posibilidad de protagonizar en calle Corrientes y en el teatro comercial”, cuenta a Tiempo el actor, que vive un gran momento también por ser coguionista y protagonista de El Eternauta. Sin embargo Staltari no cree esto sea para siempre, “sigo siendo Samuel. En esto del arte siempre está Samuel. Ya lo dijo Federico Luppi, ‘un actor es un eterno desocupado que a veces trabaja’. Siempre me gusta repetirlo”.
Agotados es una comedia vertiginosa que hasta puede llevar al espectador a angustiarse por este trabajador que no para de responder decenas de llamadas a través de cuatro dispositivos. Samuel vive colgado de un conmutador a través de una vincha donde recibe los llamados de los clientes que buscan conseguir una mesa en este exclusivo restorán y “tiene a su lado un interfón que lo comunica con quienes trabajan en la superficie, un teléfono analógico que lo comunica directamente con el chef, su jefe, y por último su celular, con malísima señal, que lo obliga a realizar contorsiones para encontrar una mísera rayita de 4G”.

La obra transcurre en el sótano, mientras arriba se disfruta del lujo de un restorán “con cierta pretensión y un menú exótico. Tiene un concepto puntual en su carta: la mayoría de los platos se combinan con tierra comestible”. El trabajo de Samuel es atender a los clientes, al chef, hablar con sus compañeros y mientras tanto responder a su representante, su hermano y su padre, quienes tienen reclamos familiares. Staltari presta su voz y su cuerpo a al menos 35 personajes y algunos cambios se realizan en un instante. “Cuando recibe los llamados de los diferentes comensales le voy poniendo el cuerpo y las voces a esos personajes. A medida que pasa la obra se va poniendo cada vez más complejo y se transforma en una locura. El espectador la pasa bien, pero siente el mismo vértigo que siente Samuel, la misma angustia, la misma falta de aire. La obra habla también de la opresión, de la precarización laboral y el abuso de poder”.
Entre los que maltratan a Samuel están también los comensales “que se sienten con la autoridad moral de exigir un espacio aunque esté todo reservado. Prepotean a Samuel por una reserva, o pretenden que modifiquen la carta para que pueda comer lo que se le antoje. Lo peor es que eso es bastante real”.

Para que la comedia funcione, y lo hace, ponerse en la piel de 40 personajes es mucho más que decir sus textos. “Cada cambio de personaje, que a veces es en milésimas de segundos, implica cambiar voz y cuerpo y en algunos casos también el comportamiento. A veces una línea de diálogo pinta de cuerpo entero cómo es una persona, pero hay que hacerlo visible, y esa textura está, vos lo ves que es alguien así”. Para Staltari el desafío actoral implica jugar como cuando era un niño. “Cuando eras chiquito te armabas las historias, te decías a vos mismo ‘Oye, cantinero, sírveme otra copa’. ‘Pero, ¿qué quiere señor?’, te contestabas. Eras el forastero y todos los personajes que conformaban el código de tu juego. Y disparabas y te hacías el herido, todo a la vez. Es volver a eso, volver a esa fuente”.
Para ese juego contó con la complicidad de Pablo Fábregas, comediante que se destaca en el stand up, que lo dirige. Ambos adaptaron el texto buscando darle marcas de la cultura local. “Es una obra que viene de Broadway y tuvimos hacerla nuestra. Pablo me aporta su tránsito arriba de las tablas, su frescura, y toda la experiencia de la performance standupera a la hora de tener que resolver en milésimas de segundo. Es un gran aporte porque vengo de un riñón un poco más convencional. Creo que el mix generó una simbiosis que le da algo muy particular al espectáculo”

Actualmente Staltari tiene un doble motivo de alegría: llegó a un importante escenario en la calle Corrientes y es parte fundamental en el boom mundial del momento, El Eternauta. Su carrera como guionista empezó con otra gran serie local, Un gallo para esculapio. De las dos series, como también de Okupas, el director es Bruno Stagnaro. El actor llegó a la escritura de guiones casi de casualidad. Ambos hicieron algunos viajes a Necochea para ver personas tras una historia que les interesaba, y en los intercambios de ese tiempo de ruta, Stagnaro escuchó algo en el decir del actor que le llamó la atención. “Él percibió algo en mí que podía llegar a resultar bien y me propuso acompañarlo en la escritura. Empezó casi como un juego, y fuimos adquiriendo una dinámica de grupo de laburo. Y llegamos hasta acá”. Como él explica, casi sin pensarlo se encontró escribiendo el proyecto más importante producido en la Argentina para una plataforma global. “Mucha gente persiguió este sueño durante décadas y me tocó a mí, que siento que soy un poco un paracaidista. Pero me hago cargo del terreno que fui transitando hasta acá y asumo la responsabilidad que conlleva contar algo tan icónico. Siento que se logró algo maravilloso y que el espíritu de la obra está intacto”.
El actor que buscaba vivir de su trabajo, hoy transita un momento luminoso. Sin embargo no deja de entender la crisis que atraviesa su profesión. “Lo vivo con angustia. Pero también trato de disfrutar mi momento, porque en momentos de furor de la ficción, yo estaba angustiado porque no trabajaba. Era más Samuel que nunca. Trato de manejar un equilibrio, me angustia, me pone mal, pero también me permito disfrutar. Ojalá que el trabajo que estamos haciendo a partir de El Eternauta sirva para hacer algo por eso que nos angustia, porque si todo sigue bien puede abrir puertas a muchos compañeros”, concluye. «
Agotados, con Ariel Staltari
Adaptación de la obra Fully Committed, de Becky Mode y Mark Setlock. Dirección: Pablo Fábregas. Intérprete: Ariel Staltari. Jueves a las 22:30 en el Paseo La Plaza, Corrientes 1660, CABA.