Después que el bombardeo de EE UU a Irán elevara los gritos de guerra a un volumen inesperado, una de las urgencias de la comunidad internacional fue escuchar la voz de China, teniendo en cuenta su creciente protagonismo en términos geopolíticos, su influencia en la diplomacia de Medio Oriente y su vínculo estratégico con Teherán (su principal socio comercial y comprador de petróleo). Así, el rápido pronunciamiento de Beijing a favor de la paz sepultó las especulaciones sobre una posible escalada, al tiempo que reforzó su perfil de potencia emergente que prioriza estabilidad y negociaciones, tal como ocurrió hace 70 años cuando impulsó los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica en la histórica Conferencia de Bandung.

Dicen que el primer ministro chino Zhou Enlai tuvo un papel significativo en aquel encuentro realizado en la isla de Java, Indonesia, en abril de 1955. Los famosos principios –respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, no agresión mutua, no injerencia en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica– contaron con el voto unánime de los 29 países participantes, aunque en realidad fueron una suerte de ratificación del Acuerdo sobre el Comercio y las Relaciones entre la Región Autónoma del Tíbet de China y la India, que Beijing había firmado junto a India y Birmania (actual Myanmar), un año antes, en 1954.

Durante décadas, estos postulados fueron un marco de referencia para los países descolonizados de Asia y África, igual que hoy expresan la base doctrinaria de la diplomacia china, como reconocen los observadores de su posición en el choque Irán-Israel y otros conflictos internacionales.

En efecto, como si estuviera recitando el documento final de Bandung, el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, destacó esta semana: «China apoya la paz y se opone al uso de la fuerza para la solución de disputas internacionales». Después de denunciar que Israel y EE UU «violaron gravemente el derecho internacional y atentaron contra la soberanía de Irán», llamó al diálogo: «Todas las partes deben regresar la cuestión nuclear iraní al camino de las soluciones políticas».

En sintonía

El espíritu de los cinco principios también dijo presente en la primera condena del gobierno chino a la ofensiva de EE UU contra las instalaciones nucleares iraníes de Fordow, Natanz e Isfahán. Pocas horas después del ataque, el vocero del canciller, Guo Jiakun, acusó a Washington por «violar gravemente los propósitos y principios de la Carta de la ONU y el derecho internacional”. Agregó: «China hace un llamado a las partes en conflicto, a Israel en particular, para alcanzar un alto el fuego cuanto antes, garantizar la seguridad de los civiles e iniciar las negociaciones».

Un discurso casi calcado pronunció días después el representante permanente de China ante la ONU, Fu Cong, al condenar «la violación de EE UU de la soberanía, la seguridad y la integridad territorial de Irán». Admitió: «China está profundamente preocupada por el riesgo de que la situación se salga de control».

«Durante demasiado tiempo, Washington ha empleado un doble rasero y alimentado el caos regional para obtener beneficios estratégicos. La comunidad internacional no debe permanecer de brazos cruzados”, destacó una editorial de la agencia Xinhua.

Días después, China observó con cautela el segundo tiempo del partido que Trump se dispuso a jugar con Irán e Israel. Como todos saben, el presidente estadounidense anunció un cese del fuego que fue violado a las pocas horas, bautizó al conflicto como «La guerra de los 12 días» y, finalmente, reconoció que el fin de las hostilidades (vigente mientras se escribían estas líneas) era una «situación realmente frágil».

¿Un nuevo Bandung?

Más allá de los dichos de Trump, la postura china se mantuvo en línea con la Conferencia de Bandung, aunque lo que en plena Guerra Fría sirvió como declaración de independencia y operó como punta lanza del Movimiento de Países No Alineados, esta semana fue rescatado como un renovado programa de mediación frente a la escalada. Al respecto, la respuesta de China al bombardeo inicial de los EE UU hizo recordar el principio de respeto irrestricto a la soberanía y la integridad territorial de los Estados. Beijing lo denunció como una «violación grave del derecho internacional», citando la Carta de  la ONU, de la que es miembro fundador, y la Declaración Conjunta China–Estados Árabes de 2022. “La soberanía no debe ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho igual de todos”, supo decir el presidente Xi Jinping, ante la Liga Árabe en 2016.

El segundo principio de solución pacífica de los conflictos se ha expresado, según coinciden los sinólogos, en los documentos y propuestas que Beijing impulsó en los últimos años en distintos foros. Figura en el Acta Final de Helsinski (1975), que bien podría aplicarse en Gaza, Siria, Yemen o Ucrania; en su iniciativa de Cuatro Puntos para la Paz en Medio Oriente (2017) o en su Plan de 12 Puntos para Ucrania (2023). A ello se suma que el gobierno chino ofreció su territorio como sede de futuras negociaciones entre Israel y Palestina, y fue clave en el acercamiento entre Irán y Arabia Saudita, anunciado en Beijing en marzo de 2023. Asimismo, donde antes se hablaba de “igualdad y beneficio mutuo”, hoy se podría apuntar al concepto de justicia como columna vertebral de una paz sostenible. Al respecto, China suele sostener que no debe haber doble vara en la aplicación del derecho internacional, y que las resoluciones de la ONU tienen que cumplirse sin selectividad. Esta postura tiene un antecedente interesante en su respaldo histórico a la causa palestina, que comenzó con el reconocimiento de la OLP en 1965.

Finalmente, uno de los principios más novedosos que se podría plantear en un debate sobre el rol de China es que la paz ahora debe construirse con desarrollo sostenible. El país asiático entiende que la pobreza, la desigualdad y el subdesarrollo alimentan el extremismo y la violencia. Por eso, vincula sus propuestas diplomáticas a proyectos como la Franja y la Ruta, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) o la Iniciativa de Desarrollo Global (GDI), presentada ante la ONU en 2021. En Medio Oriente, firmó más de 200 acuerdos de inversión con 22 países, desde telecomunicaciones en Egipto hasta puertos logísticos en Arabia Saudita. En este aspecto, la carta de presentación de Beijing aparece como una alternativa diferente a la estrategia de contención militar que siguen Estados Unidos y algunos de sus aliados.

En síntesis, la guerra Irán-Israel, el bombardeo de los EE UU, la verborragia de Trump y el hilo que sostiene el cese del fuego, quizás ayuden a que los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica dejen de ser leídos como un documento del pasado, para ser reivindicados como una guía a seguir en estos tiempos cada vez más violentos. Si los principios son fuertes, tienen más poder que cualquier bomba o misil, dicen por lo bajo en China.