“Esta es la última gran biblioteca de autor que quedaba, en el país, por poner a disposición de los lectores”, dice Laura Rosato, directora con Germán Álvarez del Centro de Estudios Borgeanos (México 564) de la Biblioteca Nacional. Este acervo de Bioy-Ocampo-Borges -que se presentó el 26 de agosto- incluye primeras ediciones, ejemplares anotados y libros raros antiguos. El cuerpo principal, los libros de Adolfo Bioy Casares y de Silvina Ocampo, además contempla las bibliotecas de juventud del matrimonio, así como volúmenes de diferentes edades y etapas literarias de Bioy. Y el amplio tesoro prosigue”.

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“Especialmente valiosos resultan los ejemplares de las primeras novelas de Bioy, excomulgadas de sus obras por el propio autor y, por tanto, inhallables hoy en el mercado editorial”, establece la Biblioteca Nacional. Gracias a la inagotable amistad de Bioy y el autor de El Aleph “además encontramos varias primeras ediciones de Borges”, prosigue la descripción oficial.
Y la biblioteca de Bioy incluye “sus libros de viajes familiares, sus libros escolares y de educación universitaria, un importante conjunto de literatura española e hispanoamericana, poesía, diarios personales, novelas, literatura universal contemporánea y antologías”.

La colección también ofrece “enciclopedias y materiales de referencia, libros de fotografía -hobby que Bioy ejercitó fecundamente- y documentos que atestiguan diferentes viajes por Europa (guías, mapas, catálogos de museos, guías turísticas y diccionarios de viajeros)”, se establece. Y hasta hay libros dedicados a Bioy por los Premios Nobel Pablo Neruda y Gabriel García Márquez. Luego está el material borgeano: entre las primeras ediciones de Borges hay dos ejemplares de la revista Fervor de Buenos Aires (1923), con dedicatorias a Bioy y a Silvina Ocampo, y otro de Anales de Buenos Aires, con las correcciones de puño y letra de Borges a su relato “El Zahir”.

La amistad entre aquél y Bioy dejó más nuevo material en la Biblioteca Nacional, que además registra su mutua colaboración como editores, traductores y antologistas. “Entre otras colecciones “se guarda todo lo editado bajo el sello Emecé: El séptimo círculo (una colección de literatura policial) y La puerta de marfil (clásicos de literatura fantástica y universal)”, dice la revisión oficial. Y no hay que olvidar la detallada biblioteca de Silvina Ocampo, “con una valiosa colección de poesía francesa del siglo XX y de las vanguardias artísticas europeas”, enriquecida “con notas y dedicatorias de los principales actores e impulsores de esas vanguardias”.

Todo este corpus de la tríada Borges-Bioy-Ocampo está ahora abierto a la consulta pública gracias a la labor de diversas áreas de la Biblioteca Nacional. “Desde el Centro de Estudios Borgeanos, Germán Álvarez y yo nos ocupamos de evaluar la adquisición: informamos a los potenciales donantes privados de la conveniencia de lo que estaban comprando”, dice Laura Rosato.
Y cuando el material finalmente ingresó en la Biblioteca intervinieron los profesionales técnicos: los encargados de la conservación preventiva, el taller de restauración y conservación, entre más sectores especializados.
¿Por qué? “La colección había estado almacenada en condiciones no aptas y había un visible deterioro de los ejemplares”, describe Rosato. Entonces todo se acondicionó, se catalogó y clasificó y, por fin, quedó a disposición pública en la Biblioteca Nacional. “Todo lo incluido en las trescientas cajas representa una gran época cultural: el Grupo Sur, más los emprendimientos editoriales y artísticos de Bioy y de Silvina, y también los libros de los padres de Bioy, de infancia y juventud de hermanas Ocampo, y mucho más. El material es enorme”, valora Rosato.
Una biblioteca de autor
Y define: “Una biblioteca de autor abarca las fuentes y la formación de una literatura: siempre aporta cosas nuevas”. Gracias a ella se puede reconstruir “desde el circuito social, los hábitos de lectura, las formas de escritura y cómo se conforma una literatura a partir de la formación literaria”. Y además está su importancia política: “Esta colección puntual representa a la élite económica y cultural del país -sabe Rosato-: por ejemplo, el padre de Bioy, Adolfo Bioy Domecq, era presidente de la Sociedad Rural. Ahora todo este material se puede destinar a distintas salas de la Biblioteca Nacional”.

El Centro de Estudios Borgeanos será también beneficiario de este flamante legado. “Nosotros trabajamos exhaustivamente el tema de las notas de lectura de la Biblioteca Borges, y acá hay un montón de material con el que vamos a tomar contacto ahora en que fue finalmente ingresado”, celebra Rosato. Y sigue pensando en el valor de todo lo donado, restaurado, catalogado y archivado: “Hay una gran parte del material que está en la sala del tesoro porque presenta notas manuscritas o porque se trata de libros antiguos, entre otros detalles”.
El resto del archivo, según su especificidad, está en las distintas salas de la Biblioteca Nacional y cada una de ellas tiene un público en particular. “Hay salas para investigadores acreditados y otras de libre acceso”, detalla Rosato. Y no olvida dimensionar el archivo que corresponde a Silvina Ocampo: “Están las revistas de las vanguardias artísticas, los libros de ella con correcciones y con revisiones para segundas ediciones, y también parte del material que da testimonio de la relación de ella con Alejandra Pizarnik”. Basta verla a ella “entremedio de estos dos monstruos, Borges y Bioy: con esta colección, Silvina Ocampo se abre paso en igualdad de condiciones”.