Con las zapatillas todavía manchadas por el barro de la Plaza del Congreso de la multitudinaria marcha del Día Internacional de la Mujer, las pibas se agolpaban el sábado 9 a la noche contra la valla del C Complejo Art Media a la espera de un suceso histórico: el primer show en vivo de las legendarias Bikini Kill en Argentina. Las punk rockers estadounidenses abanderadas del movimiento feminista Riot Grrrl que estalló a principios de los ‘90 vinieron a cumplir el sueño de las fans tan sólo un día después del 8M. Ni flores ni bombones, punk y empoderamiento feminista. 

Cerca de las 20.30, Barbi Recanati y su banda, con Marilina Bertoldi en el bajo —inmejorable elección de teloneras—, arrancaban a calentar los motores mientras el predio del barrio porteño de Chacarita se llenaba de chicas y más chicas que cargaban el aire de un entusiasmo electrizante. “¿Acá no hay terfs, no?”, dijo Barbi y dejó en claro algo de suma importancia, el feminismo incluye a todes o no es feminismo. Y redobló la apuesta con un mensaje para el gobierno, sin eufemismos: “¡Las mujeres, lesbianas, trans y no binaries no somos ciudadanos de segunda!”. El público devolvió un cántico por alguna razón muy de moda por estos días, sonó al unísono “¡El que no salta votó a Milei!”

Ya faltaba menos para el evento canónico. Siempre que hay una chica aferrada a la valla, hundiendo la cara entre los brazos cruzados, abrumada por la emoción, es porque está por ocurrir algo trascendental.

Pasadas las 21.30, la mítica Kathleen Hanna pisaba el escenario local por primera vez desde el nacimiento de Bikini Kill allá por 1990, y cinco años después de su reunión en 2019 tras un extenso hiatus. “¡Somos Bikini Kill, y somos revolución!”, gritó Hanna a un público desbordante y encendió la noche a puro rugido con “New Radio”, seguido de “Jigsaw Youth” y “This Is Not a Test”. Las pibas se deshicieron en gritos, pogo y mosh.

Si bien los primeros temas encontraron a Kathleen en voz, Tobi Vail en batería, Kathi Wilcox en bajo y a Erica Dawn Lyle en guitarra (en reemplazo del exguitarrista Billy Karren), estos roles no tardarían en mutar. Hanna se pasó al bajo, Kathi a la batería y así Tobi empuñó el micrófono para “I Hate Danger” e “In Accordance To Natural Law”. Así, el colectivismo riot grrrl llevado a la práctica musical le dio una patada a las jerarquías en lo que sería la primera de varias rotaciones de instrumentos a lo largo de un recital que en hora y media y dos decenas de canciones recorrió el repertorio de la banda sin dejar afuera los hits y los himnos.

Las chicas al frente

Gentileza Nadia Guzmán.
Bikini Kill en la Argentina.

Las columnas del C Art Media tenían pegado un mensaje impreso simplemente en hojas A4 a modo de disclaimer, que también leyó Barbi Recanati antes de que las Bikini Kill salieran al escenario: “¡Todxs son bienvenidxs al show de Bikini Kill! Las chicas al frente sí, pero también las personas trans, queer, género fluido, no binarix. Si sentís que pertenecés al frente, hacelo. Si sos un hombre alto, hetero cis, rico y blanco pensá en cuanto espacio estás ocupando y hacé lugar para que las personas a tu alrededor vean y se muevan libremente. Por favor, no asumas la identidad de género de alguien basado en su apariencia. Con amor, Bikini Kill”.

El campo del recital, al igual que la escena musical, es como la vida según Bikini Kill. Meterse en el pogo, estar adelante de todo, ser primera, especialmente en una escena como la de punk, para las mujeres no ha sido tarea fácil. Lo que impulsa el movimiento riot grrrl y es marca registrada de Hanna y compañía es hacer de sus conciertos un lugar seguro y disfrutable para las chicas. Que los hombres se vayan al fondo, por una vez en la vida, si no es mucha molestia. Si toca Bikini Kill las protagonistas son las pibas.

Con las chicas al frente, promediando el setlist Kathleen volvía al micrófono para “Carnival” y poner a cantar y bailar a todo el campo, los chicos de atrás incluidos. Después vinieron “I Like Fucking”, “Outta Me”, “Reject All American” y “Distinct Complicity”. No faltaron ni el “¡Olé olé Olé Biki-Nikill!” ni tampoco el nuevo clásico “Milei! Basura! Vos sos la dictadura!” entre tema y tema, mientras Hanna y Wilcox se cambiaban de instrumento o Tobi volvía una vez más a ser frontwoman.

Para “Hamster Baby” la fórmula fue batería a voz, bajo a guitarra, guitarra a bata, voz a bajo y las fans enloquecieron y transpiraron guiadas por la esencia riot grrrl: gritos rotísimos absolutamente cool y el bajo punky más canchero y hermoso que escuchaste en la vida.

Con acoples a tono, Tobi retomó su lugar y embistió la batería de “Suck My Left One”, la última canción del repertorio principal, que las chicas corearon elevando los puños al techo en perfecta arenga comunitaria. Así las Bikini se despidieron brevemente de un público alborotado, que todavía no había extinguido la necesidad de seguir gritando. Mientras la banda se preparaba para volver a salir para el encore, como si se hubiera ensayado, miles de voces corearon con fuerza: “¡Unidad de los trabajadores! ¡Y al que no le gusta, se jode, se jode! Por si no había quedado claro que un recital de Bikini Kill es ante todo un acto político.

Para los bises, sonó primero “Double Dare Ya” y finalmente “Rebel Girl”, hitazo histórico y envión post 8M para seguir peleándola. Como una bronca alegre, el espíritu de las chicas riot se descargó ruidosamente en Buenos Aires la noche del último sábado. Energía liberada, libremente, sin importar cómo nos sale o quién nos mire. La libertad (una palabra tan bastardeada hoy) es esto. Mal que le pese al coletazo machista que acompaña al gobierno de turno, el feminismo está vivo. El punk no muere y el feminismo tampoco. Las chicas al frente. 

Gentileza Nadia Guzmán.



Bikini Kill y el movimiento Riot Grrrl

“¿Creo que la música existe por fuera de la política? Absolutamente no” dijo Kathleen Hanna en una entrevista con Barbi Recanati en Futurock, antes de la fecha en Chacarita. Y dejó muy en claro: “No es que las bandas no son políticas. Es que son de derecha. O son como mínimo conservadoras. Porque si estás sosteniendo el status quo, estás diciendo que eso está bien, y eso es una declaración política”. 

Kathleen Hanna no sólo inspiró a Kurt Cobain a nombrar “Smells like teen spirit” al hit más famoso de Nirvana. A principios de los 90, Hanna y Tobi Vail publicaron el manifiesto Riot Grrrl, en el segundo número del fanzine autogestivo “Bikini Kill”, del que luego tomaría nombre su banda. Fundadoras del concepto, no lo volvieron una marca con copyright con la intención de que todas las que quisieran pudieran usarlo. Feminista y anti racista, el manifiesto desafía cómo se supone que las mujeres deben verse y actuar, y saca la luz temas tabú en la época como el abuso sexual y el sexismo. En este contexto nace Bikini Kill, el resultado de la pelea que dieron las mujeres por hacerse lugar en la escena musical.

Y fieles a su posición política de reivindicar la cultura del DIY (Do It Yourself), antes de tocar, la banda pidió a Barbi Recanati que hiciera mención sobre el escenario al proyecto autogestivo sin fines de lucro “Chicas Amplificadas”, que dictan talleres de rock para chicas y chiques de 7 a 17 años. Un lugar seguro y propicio para plantar la semilla de la próxima generación de riot grrrls (www.chicasamplificadas.com.ar).