El presidente brasileño Jair Bolsonaro enfatizó este jueves en la cumbre del Mercosur en Bento Gonçalves (sur de Brasil) la necesidad de proseguir con políticas de apertura comercial, en advertencias apenas veladas a cinco días de la toma de posesión del peronista Alberto Fernández en Argentina.
«Necesitamos llevar adelante las reformas que están dando vitalidad al Mercosur, sin aceptar retrocesos ideológicos», dijo Bolsonaro al abrir la reunión en la que participaron el presidente saliente de Argentina, Mauricio Macri, el mandatario de Paraguay, Mario Abdo Benítez, y la vicepresidenta de Uruguay, Lucía Topolanski, así como representantes de países asociados al bloque.
La crisis política boliviana estuvo presente en la reunión. Argentina, Brasil y Paraguay expresaron su apoyo a la presidenta de facto Jeanine Áñez, que asumió tras el golpe de Estado a Evo Morales. Topolansky, presente en la reunión por baja médica del presidente uruguayo Tabaré Vázquez, calificó la caída de Morales de «quiebre constitucional».
«No hubo golpe», sostuvo en cambio la canciller del gobierno de facto boliviano, Karen Longaric, reiterando que su país celebrará en los próximos meses «las elecciones más limpias y transparentes de la historia».
Macri le envió un mensaje a Fernández, quien asumirá el próximo martes, pidiéndole que «oficialice la labor» de Áñez, y se dijo convencido de que pronto Bolivia se integrará como miembro pleno del Mercosur.
Los cuatro países firmaron ocho acuerdos, entre ellos uno de cooperación policial fronteriza para perseguir a criminales en fuga, uno para la protección de las Indicaciones Geográficas entre los estados miembro y otro para facilitar el comercio disminuyendo la burocracia y los plazos en las aduanas.
El futuro del Mercosur, fundado en 1991, está ahora supeditado a las transiciones políticas y a las reorientaciones ideológicas de Argentina y de Uruguay, donde el próximo 1 de marzo el liberal Luis Lacalle Pou reemplazará a Vázquez, poniendo fin a quince años de gobierno del Frente Amplio.
Las tensiones entre Bolsonaro y Fernández desde la derrota electoral de Macri preocupan en el ámbito de los negocios y por sus eventuales consecuencias en el proceso de ratificación del acuerdo de libre comercio firmado este año con la Unión Europea, al que ya varios países del Viejo Continente mostraron su rechazo.
El gobierno de Bolsonaro llegó a amenazar con abandonar el Mercosur, temeroso de que Fernández, heredero de una economía en crisis, adopte políticas proteccionistas. Macri, en tanto, dijo que el bloque debe continuar «la negociación de acuerdos que nos permitan insertarnos en la economía global».
Las transiciones políticas impidieron un eventual avance en las discusiones para reducir el Arancel Externo Común (AEC), la elevada tasa -de un promedio de 13% a 14%- a importaciones de terceros países, pero Bolsonaro dejó constancia de que no olvidará esa asignatura: «La tasación excesiva afecta a la competitividad y es perjudicial para quien produce. Brasil confía en la apertura comercial como herramienta de desarrollo», afirmó.
Topolansky abogó por su lado por un Mercosur «ni encerrado en sí mismo ni abierto al bajo precio de la necesidad».
Ni Bolsonaro ni Macri se refirieron al anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio de Brasil y Argentina. Según analistas, el pragmatismo que Bolsonaro ha demostrado en sus relaciones con Estados Unidos y China, sus dos principales socios enfrentados en una guerra comercial, deberá prevalecer también en el caso de Argentina, dada la interdependencia de las dos economías.
Brasil es el principal socio comercial de Argentina y Argentina el tercero de Brasil, aunque el principal comprador de sus productos industriales. «El gobierno de Brasil le dará el beneficio de la duda al nuevo gobierno argentino en relación a su política comercial, antes de adoptar cualquier actitud drástica», explicó a la AFP Thomaz Favaro, analista de Control Risks.