Desde el Mini Davos de septiembre de 2016 hasta la reciente cumbre del T20 –el encuentro global de think tanks–, el presidente Mauricio Macri y su gabinete se han sentido muy a gusto en las instalaciones del Centro Cultural Kirchner, al que puntualmente evitan llamar por su apellido. Según adelanta el periodista Mariano Obarrio en un artículo publicado este martes en La Nación, y a casi tres años de iniciada la gestión Cambiemos, el CCK cambiará su denominación una vez que termine el G20.

La salida legal a tan incómoda situación –tener que recibir a altos mandatarios y empresarios globales en un lugar que remeda a un gobierno demonizado por el actual oficialismo y por sus jueces y medios afines– será un proyecto de ley que modifique las atribuciones del Congreso para bautizar o rebautizar monumentos nacionales y edificios públicos.

La iniciativa, atribuida al titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos Hernán Lombardi, prevé capciosamente que las personalidades públicas elegidas para bautizar calles, edificios, paseos o plazas “tiendan a la unión nacional y no a la división de la ciudadanía”, y que hayan transcurrido 20 años desde su muerte. Desde el oficialismo descuentan que los legisladores del que llaman peronismo “racional” aportarían sus votos favorables.

Los nuevos nombres para el CCK serían “Centro Cultural de la Independencia”, o bien “del Bicentenario”, recuperando el proyecto original de las gestiones kirchneristas.