Mala suerte la de Donald Trump. O quizás sea también el símbolo de su segundo paso por la Casa Blanca. El caso es que justo cuando cumple 100 años de su regreso triunfal al Salón oval se cumplen 50 años de la caída de Saigón a manos de las Fuerzas Armadas de Liberación de Vietnam, lo que selló la primera gran derrota de Estados Unidos desde 1945, un baldón del que nunca se terminó de recuperar el orgullo de esa “Nación Excepcional”. Y cuando faltan diez días para el fin de la Segunda Guerra Mundial, en un escenario del que el empresario inmobiliario quiere escapar a toda costa evitando asumir otra derrota, en Ucrania.
En fin, que si es verdad que todo gobierno que asume tiene 100 días de gracia con el electorado y las fuerzas políticas que en realidad controlan un país, Trump se los apuró abriendo varios frentes de manera simultanea, tanto hacia el interior de EEUU -con sus empellones al «Estado Profundo»- como hacia el resto del planeta. Y logró el milagro de unir a sectores de los más dispersos en su contra.
Del otro lado del Atlántico, a los países de la OTAN y de la Unión Europea, que quedaron colgados del pincel cuando abrió negociaciones directas con Moscú para un nuevo reparto del mundo, sin ellos en la mesa de diálogo. En los sacrosantos mercados, porque con el subibaja de aranceles en un intento de dudoso resultado por reconstruir el poderío industrial del país, dislocó las bolsas. Con China, porque dobló la puesta de su primera gestión al poner al gigante asiático como su principal enemigo y ahora va bajando poco a poco los decibeles. Porque el mundo es más complejo que los juegos en una mesa de arena económica.

Tanto es así que si la amenaza inicial fue de hasta un 245% de alícuota a los productos importados de China, primero sacó de esa lista a los electrónicos, celulares y computadoras. Y este martes avisó que piensa firmar una orden ejecutiva para hacer algo similar que beeneficiará a los fabricantes de automóviles.
En cuanto a su promesa de campaña de “terminar con la guerra en Ucrania en dos días”, tampoco allí la cosa es chasquear dedos y sumar. Europa, ahora hace lo posible para que la guerra continúe, básicamente para forzar a EEUU a no irse así como así de ese embrollo que, habrá que decir, el gobierno de Joe Biden colaboró en fomentar. Fue una forma de tapar esa otra gran derrota, la de Afganistán, donde el 15 de agosto de 2021 se revivieron escenas de Saigon cuando las últimas tropas y diplomáticos estadounidense abandonaron a las apuradas Kabul y la dejaron en manos de los talibán, los mismos que habían ido a combatir a un mes de los ataques a las Torres Gemelas, el 7 de octubre de 2001.
Cuestión de paciencia
El sábado pasado, Trump y el ucraniano Volodimir Zelenski, al que había vapuleado públicamente en Washington en febrero, se juntaron en un aparte en la Basílica de San Pedro y juran haber tenido una conversación muy productiva. Mientras tanto, en la capital rusa, Vladimir Putin mantenía un encuentro con el enviado de Trump, Steve Witkof, que también juran que fue muy provechosa. Pero a los tres días el asesor de Seguridad Nacional de EEUU, Mike Waltz, avisó a Rusia y a Ucrania que se tienen que apurar a llegar a un acuerdo antes de que Trump «pierda la paciencia».
Otros ámbito en el que el 47º Presidente quiso meter baza fue en el que llama Hemisferio Occidental, con un cubano-estadounidense como Marco Rubio, notorio en su desprecio por las autonomías regionales, en el Departamento de Estado, y su deseo de convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión y de comprar o anexar Groenlandia.

Hubo vaivenes con México, socio comercial en el Mercado Común, y con el resto del continente, que poco a poco se le va animando, no solo por los aranceles sino también por la expulsión de inmigrantes. Pero también se le animan en Dinamarca, formalmente el país que ostenta la soberanía sobre la isla del Ártico, y el rey Federico X fue esta semana en visita oficial y recorrió los fiordos con el primer ministro groenlandés, Jens Frederik Nielsen, quien asumió el 7 de abril pasado con una coalición que busca negociar con Dinamarca mejores condiciones de autonomía y no acepta los embates de Trump.
En Canadá, el primer ministro Mark Carney logró imponerse en el comicio de este lunes por una diferencia que le sirve a su partido, el Liberal, para mantenerse en el poder aunque sin una mayoría absoluta. Su eje de campaña fue avisar de los votantes que “Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestro agua, nuestro país. Nunca pasará”.